Los ruidos del campo y los urbanitas incívicos. Por Gusarapo

Los ruidos del campo, la contaminación acústica y los urbanitas incívicos. Foto del autor

«Aquí las estridencias y los ruidos suelen producirse los fines de semana cuando motos de trial y quads recorren caminos y eriales»

Hace ya algún tiempo, me encontraba de vez en cuando, por estos andurriales por los que camino, con algún despistado que buscaba regocijo en el silencio y la soledad.

Lo de la soledad lo entendía perfectamente, pero lo del silencio no, pues aquí no hay silencio.

Aquí siempre hay un fondo continuo de ruidos y sonidos, el roce del viento sobre las hojas, el entrechocar de esas hojas, los zumbidos de los insectos, el rumor de las aguas del río, un mugido, un balido, una cencerra, el ladrido de un perro y el de otro que le contesta, un ronroneo, un graznido, un chapoteo, un trote, el canto de las aves, un aleteo…

En realidad, lo que aquellas personas buscaban era el sonido de la tranquilidad que suele respirarse por aquí, pretendían escapar de las prisas y el bullicio de la ciudad.

Cierto es que en tiempo de labores puedes encontrarte con algunos tractores o alguna cosechadora trabajando a plena potencia de motor, pero son momentos puntuales entre meses de ese silencio que buscaban aquellas gentes.

Aquí las estridencias y el barullo sonoro suelen producirse los fines de semana cuando motos de trial y quads recorren aceleradamente caminos y eriales. Durante algún tiempo también atravesaban tierras de labor y pastizales, pero hubo quien le puso coto y de momento lo van respetando. Pero el ruido ahí está.

Y luego, además, tenemos la música a todo volumen de quienes alquilan una casa rural que hay aquí mismo.

Parece ser que vienen al campo buscando la misma tranquilidad que otros pero sin desprenderse de lo que les rodea a diario.

Ahora mismo, mientras escribo esto, está cantando un gallo al otro lado del río. Antes se oían bastantes gallos, ahora más bien pocos, casi no quedan gallos.

Que un gallo cante a la hora en la que estás durmiendo la siesta o la resaca, es una faena, pero que el camión de la basura pase de madrugada por tu calle, o lo haga una ambulancia con la sirena encendida entre los cánticos de un coro de entusiastas juerguistas, también.

Curiosamente esos amantes de la música a alto volumen no están contentos con el canto de los gallos, el rebuzno de los asnos, las cencerras de las vacas y las campanadas del reloj del ayuntamiento o las campanas de la iglesia, pues les impiden conciliar el sueño o prolongarlo. Sin embargo, el camión de la basura no se lo impide, porque están acostumbrados a él. A los sonidos del campo no.

Servidor no está acostumbrado a escuchar un tema de Camela a las cinco de la tarde mientras está sentado bajo la sombra de una encina, pero aquí vienen y me obligan a escucharlo.

Aquí vienen y protestan por el canto de mis gallos, pero yo no voy a la ciudad a protestar por los ruidos emitidos por el claxon de cientos de vehículos o los petardeos de los tubos de escape modificados de algunas motos. Entre otras cosas porque nadie me haría caso, y sin embargo, aquí sí se hace caso a quienes claman contra nuestros sonidos.Según el Ministerio para la Transición Ecológica y el Reto Demográfico, se entiende por contaminación acústica la presencia en el ambiente de ruidos o vibraciones, cualquiera que sea el emisor acústico que los origine, que impliquen molestia, riesgo o daño para las personas, para el desarrollo de sus actividades o para los bienes de cualquier naturaleza, o que causen efectos significativos sobre el medio ambiente.

Pocos prestan atención a este tipo de contaminación, pocos hablan de ella.

Que si los humos, que si los residuos, que si los gases emitidos por los eructos y ventosidades de las vacas… Pero del ruido nada o casi nada.

En las ciudades hay personas desesperadas por los ruidos excesivos. Puntualmente, cuando se trata de la música a todo volumen de unos vecinos desconsiderados o de los equipos de un local, se puede avisar a las autoridades para que realicen una medición, pero salvo en el caso de un negocio, suele resultar infructuoso.

Las voces, las broncas, los golpes, los ladridos de un perro que permanece encerrado sólo durante buena parte del día, pueden destrozar los nervios de cualquiera.

Otras veces las molestias pueden ser ocasionales e inevitables, como por ejemplo un martillo neumático con su correspondiente compresor que machaconamente perfora el pavimento. Excavadoras, camiones, máquinas y vehículos en general… Los ruidos del progreso.

Pero lo evitable, el comportamiento incívico, es lo que suele acabar con la paciencia y la salud de la gente, y no se le suele dar importancia.

Por cierto, uno de los aspectos positivos que se señalan sobre los vehículos eléctricos en las campañas publicitarias que cofinancia nuestro gobierno, es la ausencia de ruidos de motor.

Gusarapo

Soy más de campo que las amapolas, y como pueden ver por mi fotografía, también soy rojo como ellas. Vivo en, por, para, dentro y del campo. Ayudo a satisfacer las necesidades alimenticias de la gente. Soy lo que ahora llaman un enemigo del planeta Tierra. Soy un loco de la naturaleza y de la vida.

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