El injusto incremento desigual en la reforma de las pensiones. Por Gusarapo

El injusto incremento desigual en la reforma de las pensiones. El ministro José Luis Excrivá explica en el congreso sus negociaciones con los agentes sociales para proteger mejor a los trabajadores con carreras irregulares.

«En breve veremos aprobar un incremento desigual en función del nivel de ingresos, porque es lo que los políticos consideran que toca ahora»

Conocí a dos hermanos que se vinieron a la ciudad desde su pueblo, en la Sierra, buscando abrirse camino hacia una ansiada prosperidad que les permitiera mejorar su vida y la de sus respectivas familias. Aún eran jóvenes y fuertes, e intrépidos, que era casi más importante que lo primero.

Iniciaron la aventura en la construcción. Fueron años difíciles, lo único importante era trabajar y ahorrar. Sin embargo, uno de ellos pronto se cansó de aquella vida, la ciudad ofrecía posibilidades hasta aquel momento desconocidas para ellos, de ganar dinero fácilmente.

Aunque hoy pueda resultar inverosímil, en aquel tiempo había mucho desconocimiento e inocencia. Así pues, uno de ellos, a quien llamaremos Antonio, siguió en el duro trabajo de la construcción, y el otro, a quien bautizamos desde ahora como Pedro, se zambulló en el mundo de la noche y cierto barrio de mala fama de la ciudad.

Con los ahorrillos obtenidos con mucho esfuerzo y sudor, literalmente lo del sudor, Antonio se metió en un local en el que abrió un bar y tras la barra se fue alternando con su esposa. Sin dejar el trabajo de albañil. Jornadas interminables, mucho sueño y muchos más anhelos.

Pedro ganaba bastante dinero pero no se preocupaba ni de ahorrar ni de invertir. Tal como lo ganaba, lo gastaba. Alcohol y sustancias ilegales pasaron a formar parte de su vestimenta diaria, o mejor dicho, nocturna, pues hacia vida nocturna permanente.

Pasaron los años y Antonio y su esposa fueron adquiriendo un pequeño patrimonio. Compraban, alquilaban, vendían, compraban de nuevo, y siempre trabajando. Al llegar la edad de la jubilación se encontraron con dos o tres pisos y un par de locales y los cuerpos rotos. Se habían pasado la vida trabajando para disfrutar de un futuro que ya se había convertido en presente a costa de un buen puñado de salud.

Dos pensiones mínimas de autónomo y las rentas de los alquileres les abrían las puertas de un retiro cómodo.

Pedro, algo menor que su hermano, también tenía quebrantada la salud, pero por otros motivos. Y al cumplir los sesenta y cinco no había cotizado a la Seguridad Social y no tenía ningún derecho a percibir pensión de jubilación, pero sí otra de otro tipo, que aunque exigua, le permitiría poder comer y dormir bajo cubierto.

Tuve cierta amistad con una muchacha, Teresa, que aunque no sobresalía entre la media de sus compañeros de estudios, tenía una virtud excelente, la constancia, y una gran fuerza de voluntad, y gracias a ellas culminó dos licenciaturas de ciencias y obtuvo plaza de funcionaria pública por oposición.

Se pasó once años estudiando con gran esfuerzo y tesón, lleva dedicada al servicio público una buena parte de su vida y espera, una vez jubilada, marchar a vivir a una ciudad insular en la que su familia tiene una vivienda en propiedad.

Una prima suya, Alicia, era al contrario que ella, una estudiante sobresaliente en el bachillerato, y sin embargo, decidió dejar los estudios y colocarse como dependienta en un establecimiento comercial. Posteriormente, cambió varias veces de lugar de trabajo y en la actualidad se encuentra desempleada y buscando trabajo.

Teresa siempre cobró un salario mayor que el de su prima y cotizó ininterrumpidamente desde que terminó sus estudios y consiguió la plaza.

Joaquina, mujer muy hacendosa y dispuesta, empezó a trabajar muy joven como empleada de hogar, aunque en aquellos tiempos el nombre que recibía en su oficio era el de criada.

Dejó de trabajar durante ocho o diez años, tras casarse y tener a sus dos hijos, pero decidió volver a trabajar para complementar los ingresos familiares que durante esos años eran aportados únicamente por su marido, Manolo, oficial de primera en albañilería.

Joaquina no trabajó legalmente y cotizando a la Seguridad Social hasta ya cumplidos los cincuenta años. Nunca se preocupó por ello y además le venía bien no declarar sus ingresos a la Hacienda pública.

Manolo, por el contrario, siempre trabajó con contrato y siempre cotizó por el total de los salarios percibidos. Tanto su esposo como ella están jubilados en la actualidad y cobran sendas pensiones aunque muy dispares.

Podría seguir contando casos, prejubilaciones incluidas, pero creo que como ejemplo es más que suficiente, pues ustedes mismos también conocen unos cuantos e incluso tienen sus propias experiencias. Ahora viene lo complicado, el explicarles los motivos que me llevan a hablar de esto.

De un tiempo a esta parte vengo escuchando a políticos y periodistas, entre otros, pero fundamentalmente a éstos, expresar la conveniencia, a la hora de fijar el incremento anual de las pensiones de jubilación, de no realizar una subida del mismo porcentaje para todos los perceptores de esas pensiones. Que se les suba más a quienes menos ganan y se les suba menos a quienes más ganan, a fin de ser más justos.

En mi opinión, lo justo, de entrada, sería que cada uno se jubilara con las condiciones que estaban estipuladas en el momento de su ingreso en el sistema y no se vieran afectadas por los vaivenes y conveniencias de unos gobernantes que lejos de solventar las deficiencias y problemas del sistema, las aumentan, perjudicando notablemente a la mayoría de quienes estamos en él. Además de que el incremento siempre fuera igual para todos, pues si bien para algunas personas sería de justicia el aumentarlo en mayor cuantía, para la mayoría de quienes se verían afectados por un menor incremento, no lo sería, pues cotizaron en base a su trabajo y esfuerzo.

Cada caso es único. Hay quien no cotizó porque no quiso, hay quien no lo hizo porque fue engañado o no tuvo la posibilidad, y para ellos se crearon las pensiones no contributivas, que en el primer caso, personalmente, creo que su concesión es más que injusta.

Hay quien dedicó mucho tiempo a formarse y conseguir un empleo determinado o una categoría profesional concreta, y pagó lo que se les exigió en función de esa categoría o de sus ingresos, y no tienen la culpa de lo que otros hicieran o fueran obligados a hacer por sus circunstancias personales o profesionales. Para ellos no sería justa una congelación o un menor incremento.

Lo justo sería no afectar a los derechos ni obligaciones de cada cotizante. Si el sistema es deficitario y además algunas pensiones son insuficientes, deberían reformarlo para cada nuevo cotizante, pero no perjudicando a quienes llevamos años cotizando en base a unas premisas y futuras prestaciones.

Tal vez piensen que soy egoísta e insolidario, y probablemente lo sea, y eso a pesar de que llevo toda la vida cotizando el mínimo, pero para mí no sería justo que se alterasen mis ingresos a base de perjudicar a otros, pues coticé por la base que quise.

En muchos momentos hubiera preferido no tener que cotizar, pero el sistema me obligó a ello, y lo hice, exactamente igual que todos los demás.

En cualquier caso tengo claro que en breve veremos aprobar un incremento desigual en función del nivel de ingresos, porque es lo que los políticos consideran que toca ahora. Y obviamente, la sociedad, nuestra sociedad, se mostrará complaciente, al igual que hemos hecho con la reforma del sistema educativo, el asalto a las instituciones, la vulneración de derechos fundamentales, las injerencias en todo cuanto consideran oportuno y tantas otras cosas más.

Gusarapo

Soy más de campo que las amapolas, y como pueden ver por mi fotografía, también soy rojo como ellas. Vivo en, por, para, dentro y del campo. Ayudo a satisfacer las necesidades alimenticias de la gente. Soy lo que ahora llaman un enemigo del planeta Tierra. Soy un loco de la naturaleza y de la vida.

Artículos recomendados

Deja un comentario

A %d blogueros les gusta esto: