
«En vez de viva la Epa hubiera estado mejor pedir perdón por su ineficacia e inutilidad a los 3 millones de parados oficiales y más de 3,5 extraoficiales»
Dato mata a relato y en este caso bien que es verdad pues desde 2008 no se veía tropezón sin igual.
Partiendo de la base de que estar activo no es lo mismo que estar empleado, es curioso que la fotografía de la encuesta trimestral, demuestra que cuando mejor, peor. Mientras se las prometían felices hablándonos de crecimientos en términos desestacionalizados y nos metían miedo por los calores asesinos con miles y miles de muertos por los golpes de calor y los incendios falsariamente provocados, lo cierto es que las cifras relativamente dignas en el sector servicios (el cual representan el 67% de nuestra economía), por entonces y gracias al turismo patrio no hacia presagiar a simple vista el oscuro desenlace.
Y como aquí y ahora se cuenta y se mide todo al revés, (independientemente de los resultados), los que tienen la sartén por el mango una y otra vez tratan de resultar y presentarse como ganadores. Sin embargo ni los tipos de contrato ayudan, ni son tantos los indefinidos pero: y aquí esta el truco, los de jornada parcial con echar un rato al mes ya contabilizan como ocupados y son alta en la Seguridad Social. Sus penalidades sirven de esta manera tan burda para que ese total justifique su relato, agarrándose a ellos como a un clavo ardiendo, o lo que es lo mismo, a la temporalidad que decían haber erradicado con su reformilla laboral.
Y claro, contando así es normal que haya más de 20 millones de afiliados en algún momento, pero lo cierto y pese al lio provocado intencionadamente, el crecimiento según datos del INE en ese mismo trimestre (el 3°), solo ha sido un 0,2% es decir, nada; lo cual significa que como hace falta al menos un 2% de crecimiento sostenido para que se cree empleo, pues difícilmente los resultados de la dichosa EPA iban a ser para celebrar algo.

Su Sanchidad: “Don Pedro el africano” por Kenya o Senegal (cualquiera sabe o le desmiente). Dicen que presuntamente marchó a favorecer los negocios de “su bego”, para lo cual se la llevó, a ella y a sus once empresarios de cabecera. Criticaban los medios de la caverna que eran pocos y cobardes, pero teniendo en cuenta la catadura moral del personaje, ¿para que más, verdad? Plantó un árbol (no sabría matizar si fue un pino), en Sudáfrica regado con dos mil y pico millones de euros feministas, para terminar haciéndose la foto cogiendo una pala con la yema de los dedos al son de los estridentes sonidos que llegaban desde el fondo de la sabana: ¡”Hakuna Matata, Hakuna Matata y eso…”! Más a más, los ritmos tribales reflejaban la alegría innata de vivir de las tribus autóctonas que animaron el gentil gesto del gran líder mundial, al cual ya han bautizado como el “Massa español”.
El otro, es decir, el Ministro experto en Seguridad Social y tal y tal (Escrivá), escondido como una comadreja reconoció públicamente “por lo bajinis” que no había visto los datos y para remate, la Ministra del ramo, es decir, la de trabajo (Yolanda Díaz), se desmarcó por la banda quitándole la medalla al trabajo nada menos que a Don Francisco.
Sí: a Don Francisco Franco, que precisamente pasaba por allí para hacer unas gestiones y arreglar unos papeles. El hombre de nuevo y muy a su pesar fue sorprendido otra vez y en semejante día y ocasión, menuda fatalidad. Rezan las crónicas que Don Francisco, como no puede ser menos, se manifestó marcándose un “poltergueis” voviendo por enésima vez en los últimos cuatro años del más allá para erigirse en protagonista eclipsando adrede a la gran Ministra justiciera. Esta, lloró o al menos lo intentó apretando el rictus afeando inconscientemente su belleza natural. Y hasta balbuceó. Se quedó tan seca en el intento que su rostro parecía un barbecho fruto del cambio climático. Ni una lagrima cayo en la arena y aunque con la voz sensiblemente acongojada (así como la de Támara, la de la madre que llevaba el ladrillo en el bolso), de manera impostada pidió perdón sujetando el libro de oro como quien alardea de un Goya.
“Pido perdón, a los y las represaliados y represaliadas, y a los y las víctimas del franquismo, desde el Ministerio de Trabajo” (¡Con mucho amor!, la faltó apostillar).
Igual hubiera estado mejor pedir perdón por su ineficacia e inutilidad a los 3 millones de parados oficiales y más de 3,5 extraoficiales, pero a esos que los den por donde amargan los pepinos.
¡VIVA LA PEPA!