
¡Que vienen de nuevo! Un año más las hordas anglófilas y posmodernas nos amenazan con el dichoso “Jalogüín”
Esta costumbre, desconocida durante gran parte de mi vida, se ha quedado entre nosotros como permanecerá el metaverso y la realidad virtual. Otros dos conceptos que casi nadie conoce, pero que los clásicos enterados de las tertulias esgrimen sin pudor.
Desde el año 2006 ya ha llovido. Poco… pero ha llovido. Desde aquél 29 de octubre en que proclame mi horror ante lo inevitable, con un quejumbroso artículo que entonces publiqué (La buena noticia: “el tostón de Halloween”, la colonización y proliferación de la fiestecita en la que se homenajea a los muertos cachondeándose de los mismos, ha permanecido terne e inexorable. Se sigue alardeando de la falta de fe en Dios y cayendo en el culto a los diablos.
Me niego en rotundo, una vez más, en ceder a la tentación de unirme a esta historia y, sintiéndolo mucho, mandaré a hacer puñetas “cariñosamente” a mis nietos y tiernos infantes vecinos que me digan aquello de “truco o trato”. Que no sé que moño es.
Días atrás fui a una consulta médica; la recepcionista, con su garita llena de muñequitos extraños, me ha dicho con una sonrisa: “truco o trato”. La mirada que le he echado ha sido suficiente. Me ha atendido amablemente y no ha dicho nada más.
Este día de los Santos compraré unas pocas castañas, unos huesos de santo y unos buñuelos de nata. Llamaré a mis hijos ausentes y a mi hermana y, posteriormente, en mi casa, efectuaremos una degustación de rosetas alrededor de la mesa de camilla. Participaré de una misa de agradecimiento a los Santos y de apoyo a los difuntos que se encuentran en espera de su paso definitivo a la presencia de Dios. Por supuesto, nada de disfraces y de calabazas incendiarias. Faltaría más. Intentamos llegar a ser seres de luz. No de tinieblas.
Tenemos que atrincherarnos. Vienen de nuevo. ¡Si mis padres levantaran la cabeza! Sigo prefiriendo mis Santos. Con mayúscula o sin mayúscula.