
«Vaya por delante que, en mi carta abierta, en la que le critico, y defino, lo hago al personaje político, como ciudadano libre, que aun soy»
Señor presidente del gobierno.
Permítame que su cargo lo escriba con minúscula, la razón es muy simple, no es por educación ni error tipográfico, lo es porque usted también me parece minúsculo. Sin más.
La verdad es que resulta muy fácil definirle, incluso calificarle. Usted mismo dio facilidades desde el primer día en que la ciudadanía española le conoció. No existe constancia de nadie que haya atesorado, en tan poco tiempo, tal arsenal de embustes, trolas, mentiras y añagazas. Ojalá no fuera así, pero ante tanta evidencia no puede hacer otra cosa más que callarse.
No se cortó a la hora de hacer declaraciones, a diestro y siniestro, sobre todo a esto último. No sé si las hizo convencido de lo que decía; si es así, malo. O las hizo para quedar bien, o como campaña de marketing para embaucar a los votantes, incluso a los suyos, en cuyo caso, peor. De cualquier modo, quedó retratado como el gran embustero que es. Tampoco sé si es consciente de lo que está haciendo, por segunda vez le diré lo mismo. Si lo hace porque le sale de dentro, demuestra ser un miserable. Si, por el contrario, lo hace porque cree que así va a durar eternamente, peor. En este caso lo que demuestra, es de que tipo de calaña política está hecho.
Vaya por delante que, en mi carta abierta, en la que le critico, y defino, lo hago al personaje político, como ciudadano libre, que aun soy. Con su permiso o sin él, lo hago porque me lo debo a mí mismo, y en cierto modo a los demás. Del Pedro Sánchez particular, nada me importa ni me interesa. A decir verdad, me es indiferente.
He escogido las palabras que resumen lo que pienso y opino de usted. Sé que no le van a gustar, lo cual me llena de orgullo al ser dirigidas hacia un sujeto tan ruin y despreciable, políticamente hablando, como usted.
Se las hace un español de sesenta y cinco años, padre y abuelo, al que le preocupa y le importa la España que usted les va a quedar cuando se vaya. O por los votos, o porque se vaya como lo que creo que es, un cobarde. Puede estar muy orgulloso, nadie ha hecho tanto en tan poco tiempo, por estropear lo que tanto trabajo costó construir, un lugar donde todos los españoles, de diverso origen y condición, pudiesen ser y sentirse iguales. Llegó a lomos de una morcilla “jurídica”, más tarde anulada por el Tribunal Supremo. Lo hizo como lo que es, un advenedizo, al que lo mismo le da destruir la Nación, con tal de presidir la hecatombe.
Su cargo es legal y, sin embargo, su comportamiento es ilegítimo. Usted llegó a la presidencia prometiendo lo que después incumplió. Diciendo que no haría lo que después hizo, aliándose con todos los que luchan por destruir lo que usted prometió defender. Usted es un fraude en sí mismo, un buen ejemplo de lo que nunca tendría que ser un presidente de gobierno, un vendido a las mafias filo terroristas, golpistas y supremacistas. En una palabra, un presidente ilegítimo, aunque legal, mal que nos pese.
Usted dijo que nunca pactaría con los herederos de ETA, en cuyo partido manda Otegui, reconocido pistolero y terrorista. Incluso llegó a decir al periodista, que se lo repetiría una tres cinco o las veces que hicieran falta, mintió. Dijo que ni la ciudadanía española, ni usted, dormirían tranquilos teniendo al chavismo en el gobierno, mintió. Dijo que no rebajaría las penas a los sediciosos, lo hizo, también mintió. Dijo que no iba a retirar el delito de malversación, volvió a mentir. Los españoles estamos muy hartos de ser engañados. Le vemos a usted como un ser amoral, engreído y despiadado, un político que no duda en hacer de lo impresentable, su forma de gobernar. Por dos veces el Tribunal Constitucional le ha rectificado. El portal de la Transparencia le ha reconvenido. Declara secreto de estado sus continuos abusos en el uso de bienes públicos. El político que iba a luchar para erradicar la corrupción, abunda en ella más que nadie. Ha hecho del nepotismo su herramienta principal, colocando en puestos importantes a familiares, amigos conocidos y adosados. El uso que ha dado a los organismos públicos, es más propio de un déspota, que de un político europeo.
Embustero, mentiroso, falaz, lioso, engañador. No hay ninguna de estas palabras a las que usted no se haya hecho merecedor. Entre embustero y mentiroso hay una línea muy delgada que usted se ha encargado de borrar. Existen cientos de declaraciones efectuadas a todos los medios habidos y por haber, en los que, con su incansable e insulsa verborrea, esparce como la mala hierba su inagotable arsenal de promesas que nunca cumplió, sino todo lo contrario.
Hoy día ya no le creen ni los suyos, testigos directos de su inagotable sarta de embustes. La razón es muy simple: su conducta siempre dejará el enorme vacío que, sin duda alguna, más pronto que tarde, los llevará a la desconfianza. Embustero, mentiroso, falaz, lioso y engañador, a todos estos calificativos, usted señor Sánchez, usted, se ha hecho merecedor. Lo repito para que quede doble constancia, y también por remarcar lo obvio.
Usted se ha propuesto cambiar nuestra Constitución por la puerta de atrás, usando el mismo método que noventa años atrás, 23 de marzo de 1933, hicieron las autoridades del III Reich. Se llamó Ermächtigungsgesetz vom 24 März 1933 (Ley para el remedio de las necesidades del Pueblo y del Reich) la cual cedió de facto todo el poder legislativo a Adolf Hitler. Quebrando la separación de poderes de la República de Weimar. Después de aquella infamia, la separación de poderes quedó anulada, dando paso a la transición, desde una república parlamentaria a la Alemania nazi que se creó después. Curiosamente, el método lo han usado en Venezuela y otros países de clara inspiración bolivariana. Las casualidades no existen; las certezas, desafortunadamente, sí.
Solo en una dictadura, o satrapía, el parlamento entero con toda la representación del pueblo, puede ser puenteado y sustituido por la parte gobernante. No es casualidad que una parte del gobierno son los que aconsejaron a Chávez, y más tarde a Maduro, en el “noble arte” de sustituir al parlamento por un grupo de autócratas. Da la sensación de que en España se busca esa basura, y se aplica el método, haciendo que los partidos que apoyan al gobierno, sean los que legislen. Señor Sánchez, la puerta de atrás solo se usa por dos motivos: para salir sin ser visto o para huir sin que a uno lo vean. Parece igual, pero no es lo mismo, ya que el primero se esconde y el segundo huye, aunque usted ha fusionado ambas.
Esta carta podría alargarse hasta el infinito, pues no ha habido día sin que usted haya hecho algo deplorable. Ha usado todas las cartas de la baraja, en su caso marcadas. No ha hecho nada por la ciudadanía, ni por el noble interés de engrandecer España. Por el contrario, ha dejado que sus socios degraden nuestra Historia, humillen a los que no son como ellos, y amenacen nuestro futuro y el de nuestros descendientes.
Palabras como nepotismo, amiguismo, sectarismo, ventajismo, obstruccionismo, y un largo rosario de palabras cuyo significado hacen justicia a su absurdo presidencialismo. Un gobierno que se tenga por digno, debe legislar dentro de los cauces que le marca la Constitución. Su deber es administrar, no adoctrinar, ayudar, no entorpecer. Encauzar, no obstruir, gastar sin despilfarrar. Emprender sin destruir, convencer sin esclavizar. Usted no hace amigos, trata de hacer prisioneros. Le viene grande España, tan grande que nunca podrá con ella. Al lado de su historia, usted es una raquítica viñeta. Hace poco dijo usted que pasaría a la historia como el presidente que desenterró al General Franco. Como en todo, se equivoca. Franco está en la historia, mientras que usted solo alcanzará un par de renglones en las páginas de sucesos, al lado de los criminales nazionalistas vascos, con Z, y de los violadores a los que usted y una de sus ministras más inútiles han ayudado a liberar.
Concluyo. Si me encargasen escribir su epitafio diría: “Aquí yace quien se empeñó en ser mucho, y se quedó en nada”. No lamento ser tan agrio con usted, pero es lo que me inspira.
No le entretengo más. Disculpe que no le salude, no es por mala educación, simplemente es porque no me da la gana.