
«En las Islas Canarias, la frontera sur de Europa, hay demasiado en juego, al igual que el mediterráneo peninsular, desde hace ya demasiados meses»
En las Islas Canarias, la frontera sur de Europa, hay demasiado en juego desde hace ya demasiados meses. Se trata de la estrecha línea que separa la vida de la muerte, el futuro del pasado, pero tan solo los buenistas y oenegeros subvencionados esconden la cabeza ante la invasión y el cambio de paradigma que digerimos en España con cada imagen nueva, con cada diaria llegada de pateras, gomas y cayucos repletos de jóvenes equipados y fuertes, con sus mochilas secas, con dinero y sus pasaportes además de una telefonía móvil propia de los ejércitos. Una realidad que atruena mi corazón en este principio de año, en el que dos noticias lideran el desatino. La de la señora violada por un inmigrante ilegal recién llegado a Canarias y la del número de pateras recibidas en estos primeros días del 2023.
Dos noticias que nada tienen que ver con aquel drama humanitario con el que todo Occidente, católico y solidario, empatizó a golpe de titulares audiovisuales sobre el sufrimiento y muerte de mujeres, niños y ancianos huyendo de la miseria y el horror, de la guerra y el sufrimiento.

Un solo hecho y un sinfín de visiones, algunas preocupantes, que lo modifican y tergiversan hasta la egoísta declaración política que también deglutimos sin bicarbonato en cada noticiario que nos informa de la constante llegada de inmigrantes a través del Atántico. Antes, una infame utilización del drama y con ese antifaz del cerebelo sectario que muchos calzan para ganar cuota de mercado, como si de una simple partida electoral se tratara, con la muerte, la miseria y el drama de miles y miles de almas. Ahora, la ocultación de un suicida recibimiento a gastos pagados, a todo un ejército de jóvenes africanos de los que no sabemos ni tan siquiera cuántos están dispuestos a matar por su envenenada y medieval ideología.
Se trata en definitiva de la puesta de largo y la consumación de la política de los populistas que olvidan la historia del caballo de Troya por unos intereses concretos, pequeñitos y bastardos. Y que nos olvidan, y esto es lo realmente grave, a todos los demás en esa peligrosa ecuación internacional que se calcula en el tablero internacional que protagonizan terroristas y demócratas. Radicales y tolerantes. Asesinos y víctimas.
Ponga un refugiado a su mesa, acoja solidariamente porque son también nuestros hijos, solo llegan los más fuertes y olvide todo lo demás, nos dijeron entonces. Pero ahora no nos dicen nada y ante la avalancha de soldados callan. Qué fácil solución para anestesiar la conciencia. Y claro está: Los que vengan detrás que arreen, si sobreviven.