Conversaciones en el andamio: El chacachá del tren. Por Francisco Gómez Valencia

Conversaciones en el andamio: El chacachá del tren.

– ¡Hola buenas!

– Muy buenas ¿Qué tal?

– De lunes ¿Cuéntame la última, tú que estás a loro de todo…?

– Jajajaja, pues mira; ¿‘tas enterao’ de que la Renfe ‘sa gastao’ casi 300 millones de euros en trenes de línea estrecha para Castilla-León, Murcia, Asturias y Cantabria, y en estas dos últimas regiones ahora se dan cuenta de que no caben por los túneles?

– ¿Cómo?

– ¿Cómo qué como? pues ‘asín’, a la española; como la tortilla …

– ¡Pues vale!

¡Canten conmigo!

Al compás del chacachá… Del chacachá del tren ¡Que gusto da viajar Cuando se va en exprés! Pues parece que el amor…  Con su dulzón vaivén y produce más calor… Que el chacachá del tren…

¡Otra vez!

Al compás del chacachá…  Del chacachá del tren ¡Que gusto da viajar Cuando se va en exprés! Pues parece que el amor… Con su dulzón vaivén… Produce más calor… Que el chacachá del tren…

Feliz día de Santa Dorotea.

Españistan a 06|02|23

Francisco G. Valencia

Licenciado en Ciencias Políticas y Sociología por la Universidad Complutense de Madrid en 1994 por lo tanto, Politólogo de profesión. Colaboro como Analista Político en medios radiofónicos y como Articulista de Opinión Política en diversos medios de prensa digital. De ideología caótica aunque siempre inclinado a la diestra con tintes de católico cultural poco comprometido, siento especialmente como España se descompone ante mis ojos sin poder hacer nada y me rebelo ante mí mismo y me arranco a escribir y a hablar donde puedo y me dejan tratando de explicar de una forma fácil y pragmática porque suceden las cosas y como deberíamos cambiar, para frenar el desastre según lo aprendido históricamente gracias a la Ciencia Política... Aspirante a disidente profesional, incluso displicente y apático a veces ante la perfección demostrada por los demás. Ausente de empatía con la mala educación y la incultura mediática premeditada como forma de ejercer el poder, ante la cual práctico la pedagogía inductiva, en vez de el convencimiento deductivo para llegar al meollo del asunto, que es simple y llanamente hacer que no nos demos cuenta de nuestra absoluta idiotez, mientras que la aceptamos con resignación.

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