
«El estímulo más alentador de la actual moción de censura (condenada al fracaso electoral) es que ha destapado el frasco de las esencias»
La moción de censura de Vox contra el Gobierno se encuentra en la fase final de un largo trámite. Naturalmente, no se ha hecho para ganarla, aunque, lo más notorio que, de la gavilla de partidos que pululan por el Congreso de los Diputados, ninguno más vaya a apoyarla. Una razón para un resultado tan magro es que funciona a rajatabla el principio de la disciplina de voto dentro de cada formación política. Mal van a defender sus señorías la libertad de los españoles con una restricción como la indicada.
Ya, es una extravagancia que la moción de censura la mantenga un solo partido. Es raro que no concite más apoyos. ¿Habrá que suponer una aceptación tácita y generalizada de la política del Gobierno? Sería lamentable que, así, fuera. Las unanimidades no forman parte del espíritu de las democracias; aunque, la nuestra un poco rara, ya, es.
El estímulo más alentador de la actual moción de censura (condenada al fracaso electoral) es que ha destapado el frasco de las esencias. Es decir, ha hecho explícito el clima dominante de insatisfacción con el Gobierno por parte del grueso de la opinión pública, la que no está vendida a los halagos oficiales. No es baladí la acumulación de críticas al Gobierno por parte de muchos comentaristas independientes o, simplemente, privados. Otro indicio es que el Presidente del Gobierno no puede salir a la calle y acercarse a un mínimo grupo de viandantes sin que reciba continuos silbidos, abucheos o, incluso, insultos. Es una reacción que no se había producido nunca con los anteriores jefes de Gobierno durante la larga cuarentena de la democracia española.
Nos encontramos, pues, ante una aporía de difícil resolución. Por un lado, son muchos los dirigentes políticos de la oposición que no suscriben la actual moción de censura en marcha, ni siquiera como una muestra de simpatía. Pero, por otro lado, el ambiente de la calle y la difusa opinión pública, se muestra dominado por la incomodidad con el actual Gobierno. De momento, se impone el “sanchismo” gracias a su apabullante dominio de la propaganda. Uno de los efectos más logrados de la campaña de adoctrinamiento gubernamental ha sido la demonización de los grandes empresarios. El público ha acabado creyendo que ese grupo, apenas, paga impuestos.
Cabe una salida a la desesperada de la contradictoria situación descrita. Sería de naturaleza heroica y patriótica, aunque, tales adjetivos casen mal con la personalidad de nuestro amado Presidente del Gobierno. Consistiría en que el doctor Sánchez abandonara el poder por las buenas. No sería para retirarse al negocio familiar de las saunas o a colaborar con Marruecos. Está llamado a más altos destinos; por ejemplo, a la Secretaría General de la OTAN o de la ONU. Sería , pues, una especie de “automoción de censura” con la máxima dignidad. De momento, parece ducho en el rito preparatorio para tales singulares tareas. Al menos, se ha acostumbrado al avión particular como una forma de “socialización anticipada”.
Soy consciente de la implícita confusión entre la realidad probable y los deseos posibles. Me consuela que se trata de un desvío muy general. En este caso, se deriva del anónimo hecho de una moción de censura que parece no agradar a nadie, fuera del limitado campo de Vox. Ya, es extraño. Al menos, no se me alcanza una explicación razonable de una unanimidad negativa tan rara. Un efecto colateral para los intereses de Vox es la publicidad que ha conseguido con el “efecto Tamames”, precisamente, porque resulta discutible. Viene a contrarrestar la cancioncilla de las jocundas feministas, deseando que la madre de Santiago Abascal, en su día, hubiera abortado la criatura.
Amando de Miguel para Libertad Digital.