
«Las imágenes me retrotraen al año 95 porque pasó exactamente lo mismo cuando el gobierno de Jacques Chirac y Alain Juppé»
Las imágenes de Francia que veo desde hace unos días me devuelven al año 1995 cuando llegue a Paris. Francia es uno de los países más estatalizados de la UE. A pesar de tener un fuerte sector privado, el Estado controla una gran parte de los principales servicios públicos; SNCF, EDF, la Poste, Sanidad, etc. etc.
Esto da un gran poder a los numerosos sindicatos a pesar de que no tienen un alto nivel de afiliación, pero sí entre los funcionarios lo que les permite paralizar el país cada vez que el Gobierno de turno intenta racionalizar algún aspecto de la economía.
Francia tiene un déficit de más del 112 % de su PIB, lo que significa una deuda de cada francés de casi 3.000€. Pero esto no importa a los sindicatos que no quieren oír hablar de prolongar la edad de jubilación hasta los !62! años.
Aunque el número de trimestres cotizados exigibles va en función del año de nacimiento, con una pensión mínima de más de ¡mil euros! la caja de un Estado en quiebra técnica difícilmente puede soportar el gasto.
Pero para los sindicatos franceses, acostumbrados a tumbar gobiernos imponiendo sus intereses, la racionalidad económica no cuenta, la sostenibilidad del sistema no cuenta, cuentan “les acquis” (los derechos adquiridos) y si para ello hay que paralizar el país, hundir aún más la economía, perjudicar al resto de trabajadores y ciudadanos que no disfrutan del proteccionismo del funcionariado, se lanzan a la calle sin pensarlo.
He dicho que las imágenes me retrotraen al año 95 porque pasó exactamente lo mismo cuando el gobierno de Jacques Chirac y Alain Juppé intentaron una reforma del sistema de pensiones y los sindicatos mantuvieron paralizado el país durante más de dos meses. Aunque en la situación de ahora hay un elemento que demuestra la degradación de nuestras sociedades. la violencia y la destrucción.
En estas circunstancias siempre se dice que son grupos violentos que se infiltran en las manifestaciones “pacíficas”, pero la mera existencia de esos grupos y su facilidad para determinar el sesgo violento de cualquier manifestación ciudadana, más o menos legítima, es precisamente el más alarmante signo de nuestro tiempo.