Conversaciones en el andamio: ¡Franco, Franco, Franco! Por Francisco Gómez Valencia

Franco, Franco, Franco

De los mismos de “Franco nos quitaba las vesículas a las mujeres y por eso hay que ser socialista y feminista”, (Carmen Calvo dixit), ahora llega a las pantallas: “Franco no nos dejaba hacer el amor en Semana Santa”, (Cristina Almeida dixit).

Minicarta a Bertín Osborne:

– Estimado Bertín: según ella, fuiste su presa “sexuarrr”, pero te escapaste por la gatera saliéndote por la tangente. No sé: piénsatelo, fijo que aún y ahora si quieres, todavía pillas cacho a la izquierda !Bribón!

– ¿Y pensar que en cierta ocasión tuve relación directa con el entorno de esta Mata Hari de mercadillo de jueves, gracias a un sarao judicial en el que anduve metido hasta el corvejón? Qué ocasión desperdiciada…

Conversaciones en el andamio: ¡Franco, Franco, Franco!

Feliz día de San Estanislao.
Españistan 11|04|23

Francisco G. Valencia

Licenciado en Ciencias Políticas y Sociología por la Universidad Complutense de Madrid en 1994 por lo tanto, Politólogo de profesión. Colaboro como Analista Político en medios radiofónicos y como Articulista de Opinión Política en diversos medios de prensa digital. De ideología caótica aunque siempre inclinado a la diestra con tintes de católico cultural poco comprometido, siento especialmente como España se descompone ante mis ojos sin poder hacer nada y me rebelo ante mí mismo y me arranco a escribir y a hablar donde puedo y me dejan tratando de explicar de una forma fácil y pragmática porque suceden las cosas y como deberíamos cambiar, para frenar el desastre según lo aprendido históricamente gracias a la Ciencia Política... Aspirante a disidente profesional, incluso displicente y apático a veces ante la perfección demostrada por los demás. Ausente de empatía con la mala educación y la incultura mediática premeditada como forma de ejercer el poder, ante la cual práctico la pedagogía inductiva, en vez de el convencimiento deductivo para llegar al meollo del asunto, que es simple y llanamente hacer que no nos demos cuenta de nuestra absoluta idiotez, mientras que la aceptamos con resignación.

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