
«Al final del viaje que Caronte realiza en su barca, en el inframundo, en ese Hades que Dante reconvirtió en infierno católico, en lo más profundo, están congelados los traidores»
Durante todo el día a las puertas de un quirófano de hospital he soñado con un cuadro del Museo del Prado. Una obra de arte para muchos desconocida titulada Caronte atravesando la laguna Estigia: la tabla más famosa del pintor flamenco Joachim Patinir, pintada hacia el año 1520.

«Ahí, fuera del hospital y mis visiones de Caronte en la laguna Estigia, están los terroristas musulmanes matando y violando«
Ahí, fuera del hospital están los terroristas musulmanes matando y violando, los comunistas venezolanos asesorados por el contador de nubes, a quinientos kilómetros los golpistas catalanes y mas cerca, en el Parlamento español ese esperpéntico diálogo basado en la corrupción y el egoísmo.
Nada nuevo mas allá de un grado de incertidumbre que la izquierda atiza en la calle satisfecha con el PSOE de Sánchez amenazante con ese nuevo frente de izquierdas animado por Iglesias y la ideología logisana que sufrimos, falsa pieza de recambio que asola nuestra sociedad engrasada con el aceite del odio.
Y de nuevo en la espera de la antesala me vienen a la memoria esos círculos concéntricos al mal que Dante expreso al inicio de su Divina Comedia. En el infierno. Un infierno que se nos avecina por la vía mas entrañable y humana: la de la cotidianidad.
Porque al final del viaje que Caronte realiza en su barca, en el inframundo, en ese Hades que Dante reconvirtió en infierno católico, en lo más profundo, mas abajo de lo hondo, de los lujuriosos, los glotones, los derrochadores, los soberbios, los herejes, los violentos, los asesinos, los alcahuetes, los mamahuevos y corruptos, están congelados los traidores, en el noveno y círculo final que vigila el innombrable batiendo infatigablemente sus alas de dragón.
Y es que además de la música, no hay nada como un buen cuadro para pasar el rato entre tanta miseria moral, los traidores y la esencia que todos tenemos impregnada a la piel en forma de oxidación y senectud.