Las ratas amarillas. Por Antonio E.

Las ratas amarillas.

 «Las ratas amarillas son la hez de las cloacas europeas, la roña del Mediterráneo, la reserva fecal de occidente»

Acabamos de celebrar la Semana Santa, cada región, pueblo o capital con sus formas costumbres y tradiciones, componen un mosaico esplendoroso de colorido y costumbrismo. España es tan diversa como las gentes que la componen, pero bajo un mismo común denominador, el respeto a lo nuestro que es lo de todos. No se puede enaltecer un lugar sin sentirse orgulloso por el TODO, y así debe ser, pues así ha sido durante siglos. Una Nación es el compendio de muchas cosas, se podrá rivalizar en lo accesorio, pero no desdeñar lo que a fin de cuentas pertenece a todos, lo esencial.

Pero he aquí que, en una región tan bonita como Cataluña, no es así. Allí existe una caterva de ratas bípedas, de aspecto rufianesco, diríase que semi simiesco, dedicada a eructar compulsivamente con el único afán de molestar a los demás. Que nadie se confunda, estas ratas llevan decenas de años haciendo lo mismo, lo patético es que últimamente lo hacen con la aquiescencia de otro bípedo cuyo nombre prefiero omitir.

Por sus hechos los conoceréis, y a estas ratas, hace demasiado tiempo que las conocemos, sufrimos y consentimos, por tanto, que nadie se extrañe que estos parásitos estén tan envalentonados. Esta vez han utilizado el urinario desde el que emiten, para reírse y vejar aquello que no entienden, no lo han logrado. Los sentimientos de muchos españoles ante los símbolos religiosos nos unen, lo hacen mucho más de lo que algún sociópata de la izquierda pudiese pensar, y así debe seguir siendo.

Sus nombres carecen de importancia, les reconoceréis por su divisa amarillenta, diríase que de color purulento tirando a pútrido. En su indigencia cerebral piensan que hacen mella en nuestro ánimo, cuando lo cierto es que lo único que logran es odio, asco, repugnancia y cada vez más indiferencia. Su naturaleza es repulsiva, tirando a fétida, propia de quienes fueron formados en escupideras comunitarias. No hay ni uno, repito, ni uno, que valga ni para tomar “polculo”, frase cuya autoría cabría adjudicársela a quiénes más los conocen, sus propios padres.

Son la hez de las cloacas europeas, la roña del Mediterráneo, la reserva fecal de occidente. Hace muchos años, más de los que quisiéramos, que pretenden ser independientes, pero sin querer dejar de chuparnos la sangre. Yo particularmente les sugiero que exploten sus cualidades rufianescas y pongan otra vez de moda sus meublés, con un poco de suerte alguien les hará hombres de provecho, aunque sea por las bravas.

Poco más que decir de una especie que nos trajo la peste, que se acostumbró a vivir en ella, y que ha hecho de esa basura el arte de vivir del resto de los que no son como ellos. Quien trate de herirnos en lo fundamental, tendrá debida contestación, a falta de algo más contundente. Los caganets están muy bien en sus belenes, pero las ratas deberían estar en las cloacas, junto a la rata que les deja y ordena hacer lo que solo las ratas pueden hacer, cosas de ratas.

 

Antonio E.

“Lo valioso no es lo conseguido, lo verdaderamente importante es mantenerlo”. Nacido en Valladolid, diplomado en el noble arte de trabajar y doctorando en la disciplina más importante que existe: conseguir ser un buen español. Autor de varios libros, desde siempre me gustó leer la historia de mi país, aprenderla, estudiarla y compartirla. Su desconocimiento nos aboca, irremediablemente, a tropezar en las mismas piedras de siempre. Odio la doblez, la traición, el engaño y la cobardía, rasgos que abundan cada vez más en nuestra sociedad.

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