
«Ahora todo gira en torno a lo justo, social, ecológico, sostenible, resiliente, animalista y feminista y vamos hacia lo contrario»
Un conocido mío, tratante de ganado, trabajaba mucho en una región bastante distante de la propia. Era un hombre audaz y muy capaz, y no dudaba en hacer cuantas operaciones se le presentaban, de tal forma que tras descargar en aquel lejano destino los animales que había transportado, ya fueran para vida o para sacrificio, inmediatamente cargaba una nueva carga y o bien la vendía de camino para casa, o bien se la traía hasta aquí.
Lo más importante era sacarle un duro a cada trayecto, pues el dormir en el camión o incluso no hacerlo por falta de tiempo, y el gasóleo, tenían un coste que cubrir.
Fueron muchos años de no ver a la familia más que unas pocas horas y de dejarse la salud en carreteras y caminos.
En una ocasión, tras descargar unos añojos, le surgió la compra de unos potros, en un mercado de aquella región.
Todos los potros menos uno entraron en la caja del camión sin problema. El único que no entró se negó repetidamente a acceder al interior del vehículo.
Dió igual que sacaran al resto de los animales varias veces a fin de que se mezclaran con el reticente y le arrastraran con ellos, no había forma, en cuanto llegaba al metal de la caja del camión, se paraba en seco.
De siempre se utilizaron varas para arrear a las reses y bestias, y en tiempos más recientes también se utilizaron picas eléctricas.
Normalmente, un único contacto de la pica, que suelta una ligera y breve descarga eléctrica al tocar al animal, era más que suficiente para provocar el movimiento del cuadrúpedo y evitar trajines y sufrimientos innecesarios.
En cualquier caso, tratantes, transportistas y ganaderos siempre se valieron de varas para conducir y manejar al ganado, y la gran mayoría nunca pretendió castigarlo innecesariamente o dañarlo.
Como el potro se negaba a moverse, mi conocido comenzó a tocarle someramente con la vara en la grupa y en los flancos. Y en esas estaba cuando se acercaron a él media docena de personas vestidas de manera poco habitual entre las gentes que frecuentaban el mercado y provistas, además, de carpetas y portafolios.
Una señora que parecía dirigir al grupo, o que al menos llevaba la voz cantante, se identificó como inspectora de la Unión Europea para el control y observancia de la normativa de bienestar animal, e increpó y amenazó al tratante con duras sanciones si continuaba haciendo uso de la vara.
Después le dió instrucciones sobre cómo manejar al animal a base de palabras suaves y gestos de las manos.
Tres horas después, el potro, aburrido, entró sólo y por su cuenta en el camión.
En los siguientes viajes a aquel lugar, unos cinco en los siguientes quince días, mi conocido se vio vigilado y presionado por diferentes personas que dijeron trabajar para la administración en observancia de la normativa de sanidad animal.
Optó por renunciar a aquel mercado y a aquella región y cambió de escenario de operaciones.
Últimamente, en Reino Unido, y según informaciones aparecidas en medios periodísticos británicos, matarifes y personal de mataderos, principalmente rurales y de pequeña capacidad, están renunciando a sus puestos de trabajo y levantándose en huelga como protesta por «el constante escrutinio» al que están siendo sometidos y a la creciente «carga de regulación«. Como consecuencia de dichas huelga y renuncias, un número creciente de mataderos se está viendo obligado a paralizar su actividad.
Conviene recordar que como consecuencia del Brexit, en Reino Unido el sector cárnico y en concreto el del sacrificio de animales, venía arrastrando problemas por falta de personal cualificado, problemas a los que ahora se suma éste nuevo.
Hasta esta semana, en la que el Consejo de Ministros del Gobierno de España ha aprobado a instancias del ilustre ministro Garzón, un real decreto que obliga a los mataderos a instalar cámaras de videovigilancia para controlar del bienestar animal en los mataderos y la seguridad alimentaria, Reino Unido era el único que aplicaba estos sistemas de control en la Unión Europea, e Israel fuera de ella.
Aunque la norma ha sido publicada en el BOE, no entrará en vigor hasta dentro de un año para facilitar la adaptación de los mataderos más grandes, y de dos años para los más pequeños.
Buscando información sobre estos asuntos, me encontré con varios artículos que hacían referencia a la constatación por parte de la comunidad científica internacional de la experimentación de placer y dolor en las diferentes especies animales de tipo ganadero que se sacrifican para consumo humano e industrial, incluidas las especies piscícolas.
Los peces, a diferencia del resto de las especies, no reciben, en opinión de diversos grupos animalistas, la misma y adecuada protección legal en lo relativo a su manejo y sacrificio.
Como consecuencia de esto, el pasado año, el gobierno de Reino Unido se vio obligado a admitir que no se realizaban inspecciones de bienestar animal en los mataderos piscícolas. Y recientemente se ha constituido en el Parlamento una mesa de estudio y debate sobre el sufrimiento de esas especies acuáticas.
Desde ahora y en breve, este debate se extenderá a lo largo y ancho de la Unión Europea, y conllevará importantes modificaciones normativas y consecuencias.
Todo lo relativo al bienestar animal y a la naturaleza está siendo observado, debatido y modificado. La propia Política Agraria Comunitaria lo está siendo atendiendo a criterios meramente ambientalistas.
Partidos del arco parlamentario europeo, con diferentes ideologías y posiciones, se agrupan en torno a esos criterios. En nuestro país es exactamente igual.
El gobierno español presentó ante la Comisión su propuesta de Plan Estratégico de la Política Agraria Común (PAC) 2023-2027, que pretende una política agraria «más justa, más sostenible y más social» y que «dispondrá del presupuesto y las herramientas necesarias para avanzar hacia una agricultura más innovadora y digital, con el foco puesto en el relevo generacional«, y que fue aprobada.
Todo gira en torno a lo justo, social, ecológico, sostenible, resiliente, animalista y feminista.
Ahora sólo queda esperar a ver si en los próximos cuatro años se frena el abandono del sector agropecuario, del ámbito rural en su conjunto, se aseguran las producciones de alimentos para la población europea a un precio asequible, se reducen los incendios, y tantas otras cosas más.
En mi opinión se va justamente hacia lo contrario.
Espero estar equivocado.