Carta LXVII
La presidenta de Tourvel al vizconde de Valmont
[…] Olvidaré todo lo que se me ha podido decir, y fiaré a vmd. el cuidado de justificar con su conducta mi elección.
Ya ve vmd. mi franqueza: ella debe probarle mi confianza, y de vmd. sólo dependerá el aumentarla; pero le prevengo, que la primera palabra de amor que diga, la destruirá para siempre y me devolverá todos mis temores; sobre todo, será para mí la seña de un eterno silencio con vmd.
Si como vmd. dice, está corregido de sus errores, ¿no querrá ser más el objeto de la amistad de una mujer honrada, que el de los remordimientos de una mujer culpable?
Pierre Choderlos de Laclos, Las relaciones peligrosas

«Nada garantiza un resultado mejor para sus propósitos que convertir a los padres preocupados en seres iracundos e irracionales»
Un pretexto. La necesidad de hallar el motivo adecuado que sirva convenientemente a una intención no siempre surge, o no es atinada. Veremos si corresponde a los fines, si se comprende, si se comparte. Elegido el mismo, la inolvidable obra de Choderlos de Laclos (más si cabe en la excelente versión cinematográfica de Stephen Frears), escrita en forma epistolar, expone un abanico de personajes pertenecientes a la aristocracia francesa sometidos a un vaivén de pasiones que derivará en amargura. Hay en esta obra ecos de otra, muy nuestra, La Celestina, “compuesta en reprehensión de los locos enamorados, que, vencidos en su desordenado apetito, a sus amigas llaman y dicen ser su dios. Asimismo, hecha en aviso de los engaños de las alcahuetas y malos lisonjeros sirvientes.” En ambas -salvando las distancias de casi trescientos años-, las intenciones con que fueron escritas por sus respectivos autores han sido objeto de controversia, sobre todo ante la exhibición de los diversos episodios carnales de los personajes. Conductas que fue necesario mostrar sin tapujos. La batalla de la virtud contra el pecado. Los intereses ocultos. Las motivaciones que consiguen cambiar voluntades. La perversión ejercida como poder o reafirmación del ego, como juego carente de principios morales.
Desde luego, las obras inmortales no pierden actualidad. Al contrario, aportan claridad en muchas cuestiones de nuestro tiempo. Ofrecen una inestimable ayuda en la comprobación de lo poco que la sustancia humana ha variado. Son recurso necesario ante los acontecimientos volátiles, un ancla a la que aferrarse cuando arrecia el temporal. Y ahora -tan difíciles como fueron aquellos- los nuestros no son tiempos buenos.
El incesante sabotaje hacia todo lo que sirve y estimula la comprensión no escapa a la vista de nadie. Igual que una bola de demolición, se suceden aberrantes o defectuosas leyes educativas enfocadas a restar, en vez de sumar -acaso en primatizar a las víctimas inocentes del sistema a las que conviene desposeer de herramientas intelectuales -. Y se hace con plena conciencia del mal. En cambio, el espacio se ensancha para recibir y acoger con generosidad ideas disfrazadas de igualitarismo, tolerancia, convivencia, empoderamiento y diversidad. Exactamente como los vinilos del pasado -doble cara- la hipocresía o la doblez se presentan y exhiben orgullosamente. Y lo peor, se admiten.
Aparentemente, las elecciones son multitud, sí, pues se trata de un trampantojo donde la oferta inagotable de opciones multicolor engatusa de semejante forma que lo haría un paraíso de golosinas. El hechizo consiste en desearlas todas, en probarlas todas. Y olvidar el empacho sobrevenido, los retortijones y el dolor causado por las inocentes chucherías. En ocasiones, el recuerdo lejano que advertía “no aceptes caramelos de un desconocido” provoca desazón, porque ya es tarde.
Si ustedes comparten una visión “moderna”, si desean para sus hijos (en un rango de edades comprendidas entre los siete y once años, o doce y diecisiete) una “formación en valores”, no duden en apuntarlos al campamento de verano que tendrá lugar en Vancouver (Canadá) con el nombre de Drag Camp. Bien mirado, pilla un poco lejos. Pero ¿Quién se resiste a una oferta “tan atractiva” como esta?:
¿Te gusta expresarte a través de la ropa, el maquillaje y la actuación? ¿Tienes un alter ego que está esperando subir al escenario? ¡Nuestro nuevo Drag Camp de dos semanas para personas mayores podría ser solo tu taza de té, cariño! Dirigido por algunos de los artistas drag establecidos y emergentes de Vancouver, aprenderá cómo acceder a su confianza interior, mostrar sus verdaderos colores y tal vez incluso dejar salir a esa diva interior. ¡Únete a algunos de los artistas drag más increíbles de Vancouver y aprende cómo el drag puede alegrar tu vida! Quizás te estés preguntando, ¿el drag es para niños? ¡El drag es para todos! Padres, pregúntense, ¿Cuál es la diferencia entre lo que usan en casa y lo que usan en el trabajo? ¡Estás haciendo drag cariño, simplemente no lo sabes!
Quien desee conocer los detalles, puede hacerlo en el siguiente enlace a la noticia Vancouver drag camp for kids facing hateful threats and harassment que justifica la necesidad realizar esta actividad amparándose en la victimización, en el acoso dirigido contra ellos por “personas de mente estrecha”. El artículo sitúa en la diana de sus críticas a Maxime Bernier (Partido Popular de Canadá) al haber escrito un tuit en el que declaraba lo siguiente:
«Esto es absolutamente repugnante.
Todos los niveles gubernamentales ahora promueven y subsidian campamentos que adoctrinan a niños de hasta 7 años con ideología de género y confusión sexual».
En respuesta al mismo, un usuario de la plataforma donde se produjo la polémica (Twitter) manifestaba su opinión a favor del campamento citando este artículo: ¿Por qué la derecha está tan horrorizada con las drag queens?
Nada garantiza un resultado mejor para sus propósitos que convertir a los padres preocupados en seres iracundos e irracionales, dispuestos a cometer cualquier barbaridad. Por ello, necesitan esgrimir un argumentario repleto de falacias, invirtiendo la carga de la prueba, donde la bondad anida en la comunidad trans -ejemplo de respeto y tolerancia- y la maldad en aquellos que protegen a sus hijos –los de todos– alejándolos del embeleco. De hecho, creen que pueden amenazar y acosar sin consecuencias (no dudan en aplicar términos despectivos como TERF, o la práctica de la llamada cultura de la cancelación a quienes osan plantarles cara). Además, disfrutan del beneplácito de todas las herramientas a su alcance (medios afines, redes sociales), sin que se produzca una verdadera reacción por parte de esa mayoría preocupada que lo ve venir, pero que prefiere guardar silencio. De momento, en la publicidad, en el deporte -e incluso en algún certamen de belleza- han logrado colarse y obtenido victorias.
Pero, sobre todo, ¿puede dejarse de sentir la más viva indignación contra madame de Merteuil, cuando se recuerda con qué abominable placer ha puesto todos los medios posibles para abusar de tanto candor e inocencia?
(Carta CLXXIV El caballero Danceny a la señora de Rosemonde)