«De profundis, by Yolanda™». Por Teresita Ávila

1Desde lo hondo a ti grito, Señor;
2Señor, escucha mi voz;
estén tus oídos atentos
a la voz de mi súplica.

3Si llevas cuenta de los delitos, Señor,
¿quién podrá resistir?
4Pero de ti procede el perdón,
y así infundes respeto.

5Mi alma espera en el Señor,
espera en su palabra;
6mi alma aguarda al Señor,
más que el centinela la aurora.

7Aguarde Israel al Señor,
como el centinela la aurora;
porque del Señor viene la misericordia,
la redención copiosa;
8y él redimirá a Israel
de todos sus delitos.

 SALMO 129 Desde lo hondo a ti grito, señor

De profundis, by Yolanda™. Ilustración de Linda Galmor

«Yolanda tiene un «síndrome», el de la trascendencia. Una especie de transmutación cuando, a su alcance, le dan tribuna y se sabe escuchada»

Con Yolanda Díaz, la ministra del trabajo, hay que desempolvar los conocimientos de semiótica, «esa ciencia es la disciplina científica que se encarga de estudiar los signos y las formas en que se construye y se transmite el sentido durante la comunicación. Forma parte de las teorías de lenguaje, donde el signo se define como la unidad mínima de una oración; un elemento (objeto, fenómeno, señal) que se utiliza para representar o sustituir a otro que no está presente; con lo cual, el signo es un elemento cargado de significados». [1] Ella, la ministra, en su insondable sabiduría, ha hecho historia al articular una parrafada delante de varios micrófonos que no han caído al suelo, sostenidos por periodistas que han aguantado el tipo. El hombre tranquilo en la escena sería acreedor de una mención aparte, honorífica, pues ni pestañea ni descompone el gesto, incrédulo.

Yolanda tiene un «síndrome», el de la trascendencia. Una especie de transmutación cuando, a su alcance, le dan tribuna y se sabe escuchada. Ahí lo da todo, regala incluso un ataque de verborragia en directo. Mayor entrega no se puede pedir. La proporción entre lo ofrecido y lo esperado es superada con creces. Yolanda se agiganta ahí mismo, se transfigura, y se eleva a los cielos de la ininteligibilidad en una demostración efectista de que sí se puede. Al menos, ella puede, lo sabe y lo demuestra con un desparpajo sin aspavientos ni golpe de melena ondulada de peluquería. Paladea las sílabas con delectación. Hace pausas, respira —suspira acaso—, y el timbre de su voz se convierte en armonía de suave son. En eso tiene ventaja —no en vano, el gallego fue elegido por el mismo Alfonso X, el Sabio para componer sus Cantigas—.

Los que no comprendemos a Yolanda somos nosotros. Los que no estamos a su nivel, y descendemos, somos los atribulados espectadores incapaces de entrar en materia, es decir, de darle el peso adecuado a lo material para aligerarlo y ascender —mística pura— a los cielos de los elegidos. «Las altas esferas» no se llaman así por casualidad. Esas regiones estaban únicamente reservadas para los perfectos, los santos, los que han dejado el pecado atrás —eso dice la mística, tan deseada como inaccesible para Fray Luis: Traspasa el aire todo/ hasta llegar a la más alta esfera, / y oye allí otro modo/ de no perecedera/ música, que es la fuente y la primera (…)—. Aunque sería plausible —más acertadamente, quizá, esta otra interpretación— que guarde relación con la poesía trovadoresca, el Fin´amor [2]

El Fin’amor se practicaba en las altas esferas. Se trataba de una relación de amor platónica entre una dama casada y su fiel enamorado, que componía para ella. Este enamorado, convertido en trovador, le dedicaba poemas y canciones, ya alabando su blanco cutis o su abundante cabellera, ya manifestando su sufrimiento por no poder estar con ella. Estos cantos de amor son el ejemplo más refinado y exquisito del maravilloso lirismo medieval, por desgracia todavía muy poco conocido.

El ‘sentido homenaje’ a Berlusconi revela una finura polisémica, una enciclopédica sabiduría que aúna tradición y modernidad. Desde el salmo del inicio del artículo, pasando por el medievo de la herejía cátara a la edad media peninsular hasta desembocar en el renacimiento. Si fuésemos más sagaces, habríamos entendido —e incorporado también— la referencia a Oscar Wilde ¡y en junio, el mes del orgullo! No es posible tal coordinación, tal carambola de ‘chiripa’. La insana costumbre —en este país— de ejercer una crítica somera, de poco calado, impide ver el fondo de la cuestión. Desde la superficie solo se percibe la hojarasca que flota en el estanque. Si la apartásemos un poco, veríamos claro el mensaje. En nada se parecería a las opiniones emergentes, surgidas de las inseguridades nuestras; no de sus certezas, muy superiores. ¡Para que luego nos quejemos de la preparación de los políticos!…

Yolanda, la ministra, dibuja una fina línea recta que la lleva directamente al objetivo. No hay, pues, de qué extrañarse —como sí hacen otros, Pablo Iglesias, cargando las tintas contra su exsocia de coalición [3] . Eso no es de ley. Eso revela resentimiento y un mayúsculo e imperdonable desconocimiento de todo. Tiene delito que un profesor de la Universidad Complutense, además, no sepa verlo venir. Después de esto, opino, con total sinceridad, que es la mujer que necesitamos y que nos rescataría de este marasmo —ya que la mujer de verde (Macarena) se nos ha caído de la peana—. Con ella, sin lugar a duda, regresaríamos a un Trivium mejorado

La imagino ya, en un futuro próximo, delante de un auditorio entregado, dirigiéndose —serena pero firme— en un glíglico perfecto al mundo entero, al orbe:

Apenas él le amalaba el noema, a ella se le agolpaba el clémiso y caían en hidromurias, en salvajes ambonios, en sustalos exasperantes. Cada vez que él procuraba relamar las incopelusas, se enredaba en un grimado quejumbroso y tenía que envulsionarse de cara al nóvalo, sintiendo cómo poco a poco las arnillas se espejunaban, se iban apeltronando, reduplimiendo, hasta quedar tendido como el trimalciato de ergomanina al que se le han dejado caer unas fílulas de cariaconcia. Y sin embargo era apenas el principio, porque en un momento dado ella se tordulaba los hurgalios, consintiendo en que él aproximara suavemente sus orfelunios. Apenas se entreplumaban, algo como un ulucordio los encrestoriaba, los extrayuxtaba y paramovía, de pronto era el clinón, la esterfurosa convulcante de las mátricas, la jadehollante embocapluvia del orgumio, los esproemios del merpasmo en una sobrehumítica agopausa. ¡Evohé! ¡Evohé! Volposados en la cresta del murelio, se sentían balpamar, perlinos y márulos. Temblaba el troc, se vencían las marioplumas, y todo se resolviraba en un profundo pínice, en niolamas de argutendidas gasas, en carinias casi crueles que los ordopenaban hasta el límite de las gunfias.

(Fragmento del capítulo 68 de la novela Rayuela, de Julio Cortázar)

Notas_____________

[1]  https://psicologiaymente.com/social/semiotica

[2] https://psicologiaymente.com/cultura/quienes-fueron-trovadores

[3]  Iglesias hace un devastador retrato de su aliada Yolanda Díaz: desleal, injusta, títere de la «mafia»…

https://www.libertaddigital.com/espana/2023-06-12/iglesias-sube-el-tono-contra-yolanda-diaz-si-en-la-izquierda-no-hay-lealtad-estamos-muertos-7024509/

Teresita A.

Mi nombre tiene una historia detrás. La culpa no fue del cha-cha-chá -como cantaba Jaime Urrutia- sino de un "accidente burocrático". Nací en Logroño y pasé mi adolescencia en un lugar de cuyo nombre siempre me acordaré. Mis banderas son el humor cervantino y la retranca de Miguel Delibes -a quien tuve el honor de conocer, ya que soy autora de un libro cuya fuente exclusiva es su obra: Fórmulas de tratamiento en la narrativa de Miguel Delibes-. Las vocaciones -al contrario que las casualidades- existen y se persiguen, como los sueños. Y los míos siempre tuvieron en el foco darle a la tecla y escribir. Además, ejerzo como profesora en un instituto vallisoletano.

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