Hoy se les acaba el aire. Por Rodolfo Arévalo

Hoy se les acaba el aire

«Hoy que  se les acaba el aire no puedo ni imaginar lo mal que lo estarán pasando los tripulantes del mini submarino hundido en el Atlántico»

No puedo ni imaginar lo mal que lo estarán pasando los tripulantes del mini submarino hundido en el Atlántico. De facto no puedo, porque a mi jamás se me ocurriría meterme en un submarino por muy seguro que fuera. No hay nada peor que no tener el control de las situaciones. Para que me ocurriera algo así debería volver a nacer con otro chip en la cabeza.

 

Hay gente que vive porque hace de sus deseos realidades, esos son los que cambian el mundo con la acción, en cambio otros como yo mismo, no estamos hechos de esa madera, somos más cautos, pensamos que los experimentos con gaseosa son los mejores. Lo que hacemos es imaginarnos esas realidades, como si estuvieran en mundos mágicos, o reales pero en mundos en los que no entramos, los vivimos de manera controlada, porque lo que imaginas está reducido a unos márgenes que puedes controlar.

 

Está bien la aventura, pero con todas las precauciones adecuadas al riesgo que puedan tener. Por eso la mejor aventura para mi, es la que se produce en el interior de la mente y no la que se produce en una realidad exterior que no puedes controlar. Cuando era pequeño mi madre me decía que si algún día a mi padre le destinaban a África, lo primero que haría sería ir de cacería de leones. Estuvimos en África en los años setenta y cinco a ochenta y mi madre no tuvo nunca el deseo irrefrenable ni la ocurrencia de acompañar, a un amigo que se dedicaba a la caza de felinos, a dicha aventura.

 

Y es que África es un continente muy peligroso, muy oscuro. Allí la vida humana no vale nada. Si pasamos de Europa a África tenemos la sensación de habernos adentrado en la profunda edad media y en algunos lugares la de que ni siquiera hemos salido de la del hierro. Si voy en un autobús, no voy tranquilo, pienso en si de verdad el conductor tiene la pericia suficiente como para poderme fiar de su conducción. A fe mía que algunos sobre todo los más jóvenes no es que no la tengan, pero confían demasiado en su suerte. Que algo como lo del mini submarino pueda ocurrir, es algo que debieran haber previsto e imaginado los tripulantes del mismo. Incluso si me apuras, los diseñadores. De hecho ya hubo algunas reparos planteados por uno de los constructores contratados por la empresa. Podrían haber exigido que el submarino llevara unos flotadores hinchables en caso de problemas, para poder ascender lo más rápidamente posible. No sé, haber imaginado algún sistema que incorporar para que en caso de accidente pudieran salir de allí con vida.

 

Es posible que a mucha gente el riesgo les sea imprescindible en la vida, para sentirse vivos, pero insisto, un riesgo controlado. Antes de los veinticinco años, es algo que está estudiado, el cerebro humano no es capaz de prever los riesgos de algunas de sus conductas más temerarias, pero afortunadamente eso es un mal que se cura con la edad. Esa es una de las razones por las que no entiendo cómo unos tipos que ya casi peinan canas, se embarcan en una aventura como esa de bajar a más de tres mil ochocientos metros bajo el mar, para ver los restos de un barco hundido que pertenecen a un lugar y tiempo tan alejado ya del nuestro. Máxime cuando habían comprobado que el submarino no era todo lo seguro que se podía exigir.

 

Estoy completamente seguro de que algún día la exploración submarina será tan importante como lo fueron los viajes a la Luna, pero cuando eso ocurra las medidas de seguridad de los ingenios empleados serán mil veces más eficaces que los que se usaron ahora mismo. Esto me trae a la mente un refrán muy Español que me han repetido muchas veces y quizás por eso nunca he estado en líos de los que no pudiera salir. Lamentablemente, mi mundo cambia menos las realidades que el de ellos, pero está más seguro quién trata de vagar por ellos que los aventureros.

 

Espero que los servicios de socorro que han acudido a la llamada de las personas atrapadas en el mini submarino logren rescatar a los aventureros y que algún día alguien pueda contar en un libro o en una película esta aventura. No puedo ni imaginar lo mal que lo estarán pasando los tripulantes del mini submarino hundido en el Atlántico. De facto no puedo, porque a mi jamás se me ocurriría meterme en un submarino por muy seguro que fuera. No hay nada peor que no tener el control de las situaciones. Para que me ocurriera algo así debería volver a nacer con otro chip en la cabeza. Hay gente que vive porque hace de sus deseos realidades, esos son los que cambian el mundo con la acción, en cambio otros como yo mismo, no estamos hechos de esa madera, somos más cautos, pensamos que los experimentos con gaseosa son los mejores. Solo espero que todo acabe bien.

Rodolfo Arévalo

Nací en Marsella ( Francia ) en 1954. Viví en diversos países debido a los destinos que tuvo mi padre ( diplomático ). Estudié en colegios franceses hasta la edad de 12 años. Estudié bachillerato y COU en el colegio Nuestra Señora del Pilar de Madrid. Estudié música en el Real conservatorio de música de Madrid, formé parte y pertenecí a varios grupos musicales entre ellos “ Los Lobos “. Creé varios grupos musicales de Pop Rock. Toco el bajo y compongo canciones, música y letra. Estudié Fotografía general y publicitaria, diplomatura (dos años) de cinematografía e Imagen y sonido equivalente a Técnico Superior de Imagen y Sonido. Soy socio Numerario de la SGAE desde el 1978. Pertenezco a la Academia de Televisión. Soy un gran lector de libros de ensayo, divulgación y de vez en cuando novela. En el año 1985 Ingresé por concurso oposición a TVE. Fui ayudante de realización y realizador. En el año 2009 me pre jubilaron muy a mi pesar. En la actualidad estudio programas de tratamiento de imagen. He escrito varios guiones de cortometraje y realizado el que se llamó “ Incomunicado “, tengo otros en proyecto. Soy muy crítico conmigo mismo y con lo que me rodea. Soy autor de las novelas “El Bosque de Euxido” y "Esclavo Siglo XXI publicadas en Ediciones Atlantis. También me gusta escribir prosa poética. Me he propuesto seguir escribiendo novela.

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