
«Me apearéis del trono en el que, de forma legítima, por dos legislaturas he reinado como Pedro El Sanchista. ¡Sea; pero lo pagaréis caro!»
(1)
El hijoputa monclovita,
bien que de forma implícita,
nos lo ha dejado claro:
«Me apearéis del trono
en el que, de forma legítima,
por dos legislaturas he reinado
como Pedro El Sanchista.
¡Sea; pero lo pagaréis caro!
Y mi venganza no será fría,
aunque gélidos sean mis actos:
(2)
votaréis mi adiós a la política
y me despojaréis del Falcon
bajo un sol estival de justicia
que acaso los jóvenes resistan
(con suerte serán socialistas),
pero que, a los que les sobren años,
dejarán bien achicharrados.»
¡He ahí mi venganza cumplida
por robarme aquello que más amo:
(3)
Ir de acá para allá soltando mentiras
y mudando de opinión a cada tramo,
pavoneándome por mi trono monclovita
y por los viajes incesantes con mi Falcon.
Dar siempre rienda suelta a mi Narciso,
que no admite más realeza que la que le sale del ego.
Tener, en todo instante, más súbditos que amigos
(4)
y más aduladores aún, en torno, que lindos espejos.
Y aunque me hastía e incomoda el populacho,
acepto los honores que se me deben por mi condición;
si bien, a aquellos que alguna vez insultarme osaron,
con gusto sobre brasas rostiría, de tener ocasión.
(5)
Al cabo, sin embargo, es la bondad lo que en mí impera,
pues de bondades se cubre siempre cuanto toco:
Luego de echarme, ¡la d veces que me pedirán que vuelva
lo mismo pobres que ricos, postrándose de hinojos!
¿Y qué les diré yo?: «En graves asuntos me halláis absorto;
(6)
pero, por vosotros… por mi Falcon… y mi trono, ¡lo dejo todo!»
Y es que quien nació para los más altos designios
no puede permitirse el lujo de ser rencoroso.
En todo caso, la historia no puede estar sino conmigo:
¡Jamás conoció, España, tanta entrega y fervor patriótico!