
«Y sí, González también mintió con lo de la OTAN y también se le reprochó. ¿Te acuerdas de Javier Krahe y la lengua de serpiente?»
Pedro Sánchez ha basado una buena parte de su campaña en la teoría de la conspiración sobre los medios de comunicación. Ayer visitó el programa de entretenimiento más visto de este país, imbatible temporada tras temporada, El Hormiguero. No hubo manera de que el presidente reconociera que era a este programa al que dirigía sus ataques. Lo de siempre: señalar sin rematar para poder presumir de que él no señala.
La primera mitad de la entrevista de este martes ha versado sobre este tema; y el presidente ha llegado a defender que el 90% de las tertulias de la televisión y la radio están orientadas a la derecha, lo que ha contribuido a crear el monstruo de siete cabezas del sanchismo. Noventa por ciento, oiga. Así, a ojo el porcentaje. A lo Tezanos. Malvada derecha mediática que conspira contra el gobierno dirigida por los poderes económicos.
Detrás de este intento de criminalizar a los medios de derechas están José Miguel Contreras (Infolibre y Prisa) y Miguel Barroso (Prisa), que llevan muchos años situando sus intereses empresariales por encima de los del PSOE, pero a los que todavía -sorprendentemente- hacen caso en Ferraz. Esta idea de despotricar contra los medios seguramente les sirva para conseguir suscriptores para sus medios, pero es ridícula y muy inefectiva. “Somos el único Gobierno que no ha repartido ninguna licencia de televisión”.
¿Quiere el lector saber la verdad? Desde que el negocio está en decadencia, ninguno de los grandes grupos quiere más frecuencias de emisión. Efectivamente, ese es el sanchismo: “mentiras, maldades y manipulaciones”. Lo que arrastra Pedro Sánchez desde hace cuatro años ante buena parte de la sociedad es un problema de “credibilidad” por unos pactos con el independentismo reiteradamente negados que no se arreglaría ni aunque Pablo Motos hubiera pedido anoche el voto para el PSOE a los millones de españoles sentados frente al televisor.
A raíz de la entrevista en Ondacero la semana pasada, está teorizando mucho el presidente sobre qué es mentir y qué es cambiar de opinión. Mentir es decir que se elimina la sedición del Código Penal porque tenemos que armonizarnos con Europa y porque el delito se había quedado antiguo -anoche lo repitió el presidente, a sabiendas de que nunca fue esa la razón verdadera para derogarlo-. Mentir es decir que a Puigdemont no nos lo entregan los jueces belgas porque en Bélgica no hay delito de sedición -ningún juez belga ha dado nunca ese argumento-. Mentir es afirmar que vaciar el Código Penal fue un compromiso de investidura. No lo fue. Mentir es decir que a Feijóo lo han puesto al frente del PP los poderes económicos. O que a Pablo Casado lo tumbaron en su partido porque descubrió la corrupción de Díaz Ayuso. Lo tumbaron, sí, pero por contratar detectives para espiarla. Mentir es decir que el presidente del Tribunal Constitucional participó en un complot para amordazar la democracia. Y mentir es decir que en los programas nocturnos de entretenimiento no hay voces con una visión progresista de la vida.
Señor presidente rectificar es de sabios, pero rectificar todos los días es de necios. Lo decente es convocar elecciones para que los votantes decidan si apoyan esa rectificación. Si no lo haces, eres un embustero, un fraude, porque los votantes no te han dado su confianza para que hagas lo contrario de lo que has dicho que harías.
Y sí, González también mintió con lo de la OTAN y también se le reprochó. ¿Te acuerdas de Javier Krahe y la «lengua de serpiente»? Y todo el mundo se aburrió como una ostra. Sánchez está tocado del ala con el ego maltrecho. Parece que no distingue lo bueno de lo incorrecto, sigue herido al ver su imagen rota. No comprende por qué provoca rechazo, aunque en las últimas entrevistas se esfuerza en parecer humilde». ¿Sánchez humilde? No nos hagas reír, lo que está tratando es de colarnos que una trola no es una trola y practicando el tan criticado trumpismo.
«Y el PP tropezando con sus propios pies. Menos mal que tiene a Sánchez para echarle una mano a todas horas mintiendo en las televisiones, pero la convicción era escasa y los presuntos chistes solo eran aplaudidos por orden del compasivo regidor». «Pero según avanzó la entrevista, Pedro impuso su verborrea a Pablo, que prefirió dejarlo hablar, quizá por pereza«. Más bien, como dice Pablo Molina en Libertad Digital, «el presentador del Hormiguero hace, de lejos, el mejor programa de entretenimiento de la televisión española, pero para tratar con Sánchez hace falta un killer y él no lo es».
Recogido de diferentes medios.