El mundo invertido. Por Amando de Miguel

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«Habría que preguntarse por qué ha conseguido tanto éxito un orden invertido de valores, empezando por la ideología de género»

Dicen en inglés: “the proof of the cake is in the eating”. O sea, el mejor modo de comprobar el biscocho, que se está haciendo, es probarlo. Consideremos la tesis izquierdista de que El PP y Vox son, más o menos, iguales. Suponiendo que el PP ganara las elecciones, la consecuencia inmediata sería que, en todos los grados de la enseñanza, se dieran en español. Es claro que tal resultado no se va a producir. Luego, el PP y Vox no son iguales, ni siquiera próximos.

Se impone otra comprobación. Se ha difundido con notable éxito la creencia (casi un axioma) de la violencia machista como innata en los varones. En el fondo, lo que late en este feminismo doctrinario es un odio encubierto a la mitad masculina de la población. Seguramente, tal expresión es el producto de viejas experiencias negativas en las relaciones entre los dos sexos.

Es difícil dar cuenta de la ausencia de algunas conductas, especialmente, las que se refieren a la vida colectiva. Por ejemplo, es evidente que, si el PP aspira a gobernar, tendrá que reconocer distintas fórmulas de colaboración con Vox. Empero, esta es la fecha en que nada sabemos de las reuniones y pláticas que hayan podido mantener Feijóo y Abascal. Ya, es raro. A pesar de todo, ambos partidos están condenados a entenderse. Lo que ocurre es que sus dirigentes no se pueden ver ni en pintura. No hay mejor cuña que la de la misma madera. No se trata de una involución, sino de una verdadera inversión en la escala de valores y costumbres de nuestro mundo occidental.

Tiene su gracia la denominación tradicional de “invertido”, aplicado al varón homosexual. Se expresa, así, que era dar la vuelta a la orientación heterosexual, tenida como necesaria para la reproducción. Se trataba más de un orden estadístico que moral. Es, ahora, con el “orgullo” y la bandera “arco iris”, cuando se afianza un nuevo esquema de valores, extendidos a toda la sociedad, por tanto, plenamente “invertida”. Se impone la presunción de que los varones heterosexuales resultan amenazantes por serlo. Ni siquiera se les plica el principio de la presunción de inocencia en los conflictos domésticos.

Se recordará la sabrosa historia del encuentro del nuevo jardinero con Jacinto Benavente en su casa de Galapagar. El animoso menestral, le espetó: “Don Jacinto, tengo un amigo, que es como usted”. El dramaturgo respondió: “¿Es escritor?”. “No, señor, es invertido”.

Reconozcamos que el lugar central de las innovaciones, ya, no está en Europa, sino en Asia, de la cual la parte europea es, solo, una península occidental. Por no hablar de España, en la que todo es mimético, imitativo de lo que ocurre fuera.

Una de las aberraciones de la parla oficial es la identificación de “Europa” con la “Unión Europea”. En cuyo caso quedan como extraeuropeos países como Rusia, Bielorrusia, Ucrania, Suiza o Reino Unido, entre otros. Parece u contrasentido que una figura como la de un Chaikoski (ucraniano) no sea parte de nuestra cultura.

En la misma línea de la degradación léxica, se encuentra el adjetivo “comunitario” para referirse a la Unión Europea. ¿Cómo se puede calificar de “comunitario” a un rimero de 27 países con otras tantas embajadas?

Habría que preguntarse por qué ha conseguido tanto éxito un orden invertido de valores, empezando por la “ideología de género”. La explicación última descansa en el criterio de selección de los que mandan por ser, ostensiblemente, incompetentes. Si bien se mira, se trata de una variante formal del “fascismo” como tipo ideal. Se aplica, precisamente, a los que consideran “fascistas” a todos los que no son de su cuerda. Se cierra el círculo de la confusión.

Amando de Miguel para Libertad Digital.

Amando de Miguel

Este que ves aquí, tan circunspecto, es Amando de Miguel, español, octogenario, sociólogo y escritor, aproximadamente en ese orden. He publicado más de un centenar de libros y miles de artículos. He dado cientos de conferencias. He profesado en varias universidades españolas y norteamericanas. He colaborado en todo tipo de medios de comunicación. Y me considero ideológicamente independiente, y así me va. Mis gustos: escribir y leer, música clásica, chocolate con churros. Mis rechazos: la ideología de género, los grafitis, los nacionalismos, la música como ruidos y gritos (hoy prevalente).

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