
«España vive el mal sueño recurrente del Día de la Marmota: cuando parece que empieza un nuevo día, volvemos al de ayer»
España vive el mal sueño recurrente del Día de la Marmota: cuando parece que empieza un nuevo día, volvemos al de ayer. Ha vuelto a pasar con la esperada (y urgente) derogación del sanchismo. Nos cuesta aceptarlo incluso a los acostumbrados a perder siempre. Pero toda pérdida grave exige una explicación para que el duelo no sea eterno. A pesar de que PP y Vox iban a quitarnos todos los derechos, ganaron las elecciones.
Sánchez tal vez sea el único político español que comprende que la democracia está muerta en todo el mundo y que esta es la época de la autocracia. Si la victoria por la mínima del bloque que lidera el PSOE se interpreta como un portazo al fascismo y un espaldarazo al sanchismo, ¿qué opinar de las comunidades donde ha ganado la derecha? Que, por cierto, son todas, salvo Cataluña, Navarra, Extremadura y País Vasco.
La actuación de Pedro Sánchez durante toda la campaña fue la de azuzar con el miedo a la ultraderecha y a una derecha en manos de una especie de herederos del franquismo. De la mano de su «mini-yo» (Yolanda Díaz) ha conseguido movilizar a un electorado de izquierdas creando una sensación de excepcionalidad social y política.
En primero de primaria de Ciencias Políticas se enseña que para ganar unas elecciones es tan importante movilizar a los propios como desmovilizar al contrario. En este caso Vox fue el aliado inesperado de Sánchez, sin Vox o con un Vox más pegado el terreno de la realidad, la narrativa guerracivilista no hubiese funcionado. España dividida en dos bloques irreconciliables: esta es la perversa consecuencia que pretendía la Ley de la Memoria Histórica de 2007 empeorada por la actual Ley de Memoria Democrática de 2022.
La utilización de ambas leyes, como era evidente cuando se aprobaron, ha supuesto un rechazo global a la Política de Reconciliación Nacional que proponía el PCE desde 1956 y que estuvo en la base de la transición democrática que desembocó en la Constitución de 1978.
No tengo dudas de que el PSOE que dirige Pedro Sánchez formará gobierno. Si el único obstáculo es Puigdemont la cosa está fácil, habrá teatrillo pero lo conseguirá. Cuatro años son muchos años, tardan en pasar, y lo más probable es que ahora no tenga excusas, no tenga pandemias, ni ayudas extras de la UE, ni más guerras de Ucrania. Ahora tendrá que pagar deudas y cumplir compromisos. La caída de su popularidad por no cumplir las expectativas generadas le puede suponer un alto coste a Pedro Sánchez.
En la anterior legislatura en ninguna de sus fases, había forma de sumar en una hipotética moción de censura. En la futura legislatura que presida Pedro Sánchez apoyada por los partidos independentistas más Sumar y toda su sopa de siglas, si la habrá. (todo lo expresado lo he leído por ahí)