
«No sé, no sé, pero algo está fallando cuando se alega que el propietario de la vivienda como he visto en un cartel es un explotador capitalista»
Hay días en que es mejor no levantarse dicen algunos, pero yo añado hay quinquenios que no debieran ser vividos. Si hablamos de muertes de familiares y amigos, de mascotas, de recuerdos y de neuronas, que más tarde o más temprano notaremos, ni les cuento. Prefiero pasar este año las vacaciones eternas, estas de cuando estás jubilado, en la piscina comunitaria de mi urbanización. Se que me dolerán las articulaciones por la artrosis al bajar y subir las escalerillas metálicas. No estamos ya para saltar al agua en plan campeonato de natación.
Recuerdo cuando de joven, con dieciocho años, hacía los mil quinientos metros libres recién salido de la Escuela Club Natación Giménez que se encontraba la calle Lope de Hoyos de Madrid y tal vez lo añoro. No me falta tanto el ejercicio, como la juventud. En aquella época de mi vida parecía no haber problemas. Cualquier asunto al que enfrentarse era un mero trámite, que arreglabas sí o sí poniendo todo el empeño y vigor de la pre juventud. Hoy las cosas han cambiado ya no soy un recluta de la vida, tengo heridas y galones ganados con esfuerzo y heridas más o menos profundas.
Lo que creo que no sabíamos ninguno a esa edad es que solo sería el comienzo de, como dicen los Mejicanos, la balacera. Con aquella edad había que arrastrarse cuerpo a tierra para no sucumbir, armado con tu medio inocencia, a las balas del camino. Y había muchas. Lo que por una parte era seguridad total para salir por las noches sin que pudiera sobrevenir cualquier problema, si aparecían en cualquier momento si te pasabas de la raya de civilidad que marcaba la ley.
Recuerdo que a eso de los veinte años, tenía un grupo musical y por cortesía una noche fuimos a ver tocar en un ensayo a los miembros de otro grupo, en el que militaba un amigo antiguo integrante del mío. El batería de aquel grupo era un chico cuyo padre tenía una frutería y en el sótano le había dejado un espacio amplio para ensayar. Aquella noche, al parecer un alma caritativa y solidaria, nos vio entrar en el local y tuvo la feliz idea de llamar a la policía Nacional. Probablemente creyó que habíamos entrado a robar. No sé que imaginó, porque como no nos lleváramos las chirimoyas otra cosa seria difícil. Total que estábamos, como dice Gila “tocando tan calentitos” cuando de repente vimos bajar por las escaleras las bocachas de unas metralletas y subfusiles. Se oyó una orden imperativa “depongan su actitud”, sería que dejáramos de tocar música porque otra cosa no hacíamos. Paramos asustados claro, el policía preguntó por qué estábamos allí. A esto contestó el batería que el local era suyo y de su padre y que a veces, dado que estaba insonorizado, lo usábamos para ensayar. Nos pidieron los carnets de identidad, los mandaron comprobar y al descubrir que ninguno de nosotros era el destripador de Londres, saludaron y se marcharon. Nosotros como buenos chicos de la dictadura les deseamos un feliz servicio y nos despedimos.
¡Qué tiempos aquellos en que por una denuncia de cualquiera intervenía la policía! Imagínense hoy esta otra situación. Unos vecinos denuncian que han oído ruido de una maza tirando el seguro de la puerta de un vecino. Y que han visto a unos tipos raros colocando otro cerrojo en la puerta de esa vivienda. Llega un coche patrulla y de él bajan dos fornidos policías nacionales, llegan más policías suben y preguntan al vecino que ha alertado que pasa. Una vez obtenida la respuesta llaman a casa del ocupa, este sale y dice que por qué le molestan a esa hora, que tiene al niño durmiendo. No se les ocurre pedir el título de propiedad, porque Dios es grande y Mahoma es su profeta. Y además aunque no lo tuvieran, no podrían decirles que se vayan porque pueden decir que necesitan el lugar para vivir y la ley les protege. ¿Qué ley esa que defiende a los caradura frente a las personas decentes que cumplen con ella, con sus trabajos, con hacienda y que probablemente estén todavía pagando una hipoteca por la casa?
No sé, no sé, pero algo está fallando cuando se alega que el propietario de la vivienda como he visto en un cartel es un explotador capitalista. Y un ¡vago redomado! el que ocupa la casa, que no solo no trabaja en nada sino que perjudica al propietario con su allanamiento de morada. Estoy seguro de que hay países en los que invadir una casa ajena es un delito grave, es más, si el dueño te dispara y mata creyendo que eres un ladrón o asesino, no pasa nada, está en su derecho. Pero es que aquí en España con estos gobierno ¡tan progresistas, que hemos tenido! hay días en que es mejor no levantarse de la cama, pero yo añado hay quinquenios que no debieran ser vividos. Como estos añitos bajo la dictadura de Pedro “el chuleta” que encima no sabe nada más que joder al personal. Yo desde luego prefiero pasar este año las vacaciones eternas, estas de cuando estás jubilado, en la piscina comunitaria de mi urbanización y sin salir de mi casa para nada, no sea que algún listillo quiera vivir del cuento.