
«Schubert me ha recordado al hoy nada tierno y patético Sánchez. Sin talento y sin otro talante que el de la mentira»
En el duro agosto, en el que las noticias y el espejo de la realidad tratan, con su falso arrebato, de aprisionar mi atención, me salvan Schubert y la pitillera. Lo reconozco: Sólo gracias a los cuartetos del compositor austriaco consigo descansar de la tozuda actualidad que me ata a los cigarros con los hilvanados nudos de las declaraciones polémicas. !Menudo mes! Primero fue el resultado electoral y la guerra por el poder. Apasionante.
Luego la rejuvenecedora «spanish revolutión» de la progresía y los cambalaches con la Justicia ante la debacle socialista. Dice Sánchez, por ejemplo, que continuará cuatro años más, y los que vengan, y en realidad, no depende de él. Le pasa lo que a Schubert, que vivía alejado de la dura realidad rodeado de mujeres mientras los amigos le pagaban las copas. La diferencia es que el genial compositor de Lichtenthal, mientras fracasaba en sus aspectos, digamos, sociales, componía música con torbellinos de talento. Acarreaba en su soledad un legado que hoy en día todos podemos disfrutar.

Menos mal que estos días tengo las melodías de Schubert. En su biografía escrita en francés por Ymré Giomaï y Stéphane Manier leo sobre la importancia que tuvo en sus días una mujer llamada Teresa Grob: Generosa en su amor, al contrario que otras mujeres, capaces de transformar a sus hombres en maridos timoratos. La biografía se titula «La vida tierna y patética de Franz Schubert«. Por eso me ha recordado al hoy nada tierno y patético Sánchez. Sin talento y, después de cada una de sus declaraciones, sin otro talante que el de la mentira.