«Parábola del náufrago». Por Teresita Ávila

«Así, poco a poco, Jacinto iba sintiéndose ajeno al mundo circundante, aislado como en un desierto, y se decía: «la Torre de Babel fue nuestra única oportunidad»; se decía Jacinto convencido, y pensaba que una mirada o una mueca comportaban mayores posibilidades expresivas y constituían un vehículo de comunicación más sincero que un torrente de palabras, puesto que las palabras se habían vuelto herméticas, ambiguas o vacías al perder su virginidad».

Miguel Delibes, Parábola del náufrago.

Parábola del náufrago

Voy a comenzar con una pregunta, distinguidos lectores de La Paseata: ¿Conocen esta obra del escritor vallisoletano? Les sugiero amablemente que se acerquen a ella y la lean con atención. Les aviso de que no se trata de un texto fácil, es más, se me atragantó en cuanto tuve que abordarla para mi trabajo de investigación. No la entendí, la consideré una extravagancia y me olvidé de ella. Han tenido que discurrir dos décadas largas para situarla y advertir en ella su punto de sazón. Sin pretender destripar las entrañas de la obra, les diré que desentona en el conjunto de su producción y que se considera una rara avis. Resulta tan hermética como singular. El propio Delibes justificó la anomalía como una reacción a los acontecimientos que habían conmocionado al mundo en 1968, cuando se produjo la invasión soviética en Praga. Delibes había acudido a Checoslovaquia como conferenciante en la universidad, donde impartiría unas clases sobre narrativa española. (1) Sus reflexiones acerca del proceso de transformación del país dieron lugar a una serie de artículos publicados en la revista Triunfo. (2) Los tímidos avances hacia la libertad de prensa, de expresión y de movimiento parecían avalados por Alexander Dubček en su programa socialismo con rostro humano, término acuñado por Radovan Richta, autor de El hombre y la tecnología en la revolución de nuestro tiempo y editor de La civilización en la encrucijada, una obra colectiva con un total de 60 autores que planteaba el advenimiento de una sociedad sin clases como consecuencia de los avances tecnológicos. (3)

No obstante, para consolidar esas características, el hombre que recibiría el Premio Cervantes en 1993 veía necesario el alumbramiento de un ser humano nuevo «que ni practique el caciquismo ni se someta a él». (4)

Parábola del náufrago

Delibes se encontraba de nuevo en España cuando se produjo la invasión de los tanques soviéticos en la noche del 20 al 21 de agosto de 1968. La obra que iba a ser editada por el sello Alianza Editorial —basada en la recopilación de los artículos anteriormente citados— apenas se modificó. Pero en 1969 dio como fruto esta obra peculiar, escrita como una verdadera parábola, y a ella vamos.

El protagonista, Jacinto San José, un empleado modélico de la empresa DON ABDÓN S. L., contable y calígrafo pulcrísimo, comienza a experimentar mareos cuando escribe una serie de cifras interminables que no sabe a qué corresponden. Confunde los ceros con las oes. El problema de Jacinto (al que el médico le recomienda unos meses de internamiento en una cabañita de la fundación, el Refugio de Recuperación nº 13) es el mismo que tuvo su amigo Genaro Martín por «pensar la mosca», es decir, por intentar comprender qué hace y con qué fin. «Ustedes suman sumandos» es la airada respuesta que recibe de uno de los hombres de la empresa, Darío Esteban, mientras lo conduce, amordazado, al refugio. Peor suerte ha corrido su amigo Genaro, puesto que ha sido degradado de su condición humana y convertido en perro.

(…) y, sin venir a qué, Darío Esteban le preguntó a bocajarro si conocía la teoría de la evolución de las especies del señor Darwin, y Jacinto, que sumariamente, solo sumariamente, y Darío Esteban, que observara que don Abdón no era evolucionista sino revolucionista, esto es, pensaba que el mono venía del hombre y el hombre del mono, las dos cosas, esto es, que el hombre, tras progresar hasta la madurez tope, regresaba al punto de partida, y que el momento de la regresión parecía llegado y, de este modo, al degradar a Genaro Martín no hacía sino facilitarle el retorno a formas humanas más elementales, o sea, al origen, o sea, al estado de naturaleza, o sea, a la obviedad instintiva, o sea, por decirlo en una palabra, al estado de felicidad. (5)

La evidente llamada de atención del autor vallisoletano hacia la dislocación de la natural condición humana, reconducida conscientemente a un empequeñecimiento «voluntario» —es decir, según la voluntad del poder tiránico— es aún mayor al observar en el hipocorístico «Gen» (un gen es la unidad física y funcional básica de la herencia), abreviatura a la que queda reducido Genaro Martín, toda una carga de intenciones que, a la luz de la actualidad, no se nos escapa. Recientemente, varias noticias se han centrado en el hecho de que Toco, un youtuber japonés, había cumplido su sueño de convertirse en perro, un Border Collie, gracias a un costoso disfraz. (6) Y lejos de ser este un hecho aislado, en Alemania se reunió un millar de personas pertenecientes a un movimiento transespecie, que se identifica como perros, para ladrar. (7)

Volviendo a la obra, el sistema totalitario simbolizado en la figura de Don Abdón («el padre más madre de todos los padres», en alusión a su figura hermafrodita, mitad hombre, mitad mujer) contempla las actuaciones correspondientes con aquellos individuos que desafían las normas, o que las cuestionan. Por ello, —y por su bien, supuestamente— a Jacinto San José lo trasladan a uno de los refugios de «recuperación» que posee la empresa. Nada hay que temer cuando el poder toma las riendas y decide lo que conviene:

En un ayer próximo su enfermedad hubiera significado una catástrofe, pero hoy la Casa prevé estas contingencias, ya que el hombre en el nuevo orden ha dejado de ser un instrumento.

Tratándose de la libertad, un aspecto esencial en la obra atañe al lenguaje, ese sofisticado refugio del logos. En ella se suceden interesantes observaciones no exentas de una finísima ironía. El protagonista, Jacinto San José, tiene la ocurrencia de crear un movimiento al que bautiza POR LA MUDEZ A LA PAZ, luego de sentirse decepcionado de la eficacia del grupo esperantista al que su entusiasmado amigo Genaro pertenecía, pues —según aprecia— las palabras son fuente de conflicto. Ese pensamiento, obsesión recurrente del personaje, da lugar a diferentes comentarios en la narración, como este que cito a continuación:

Jacinto, desengáñate, ni te vale siquiera el recurso de las palabras, ya ves, ¿quieres mayor motivo de confusión? Bien mirado el doctor tiene más razón que un santo, que si tú no diferencias un cero de una O, que ni te habrías dado cuenta, Jacinto, reconócelo, ¿Qué de particular tiene que las palabras confundan y que cada uno dé a la misma palabra significados distintos? Si la imaginación del hombre es tan débil que no acierta a inventar un garabato que diferencie el cero de la O, Jacinto, todo ha de ser confusión, convéncete, porque hay mucha gente interesada en armarla (la confusión) porque de ella (de la confusión) sacan tajada los vivos, ¿te das cuenta?, y la única oportunidad de convivencia que se nos dio a los humanos, la Torre de Babel, la desperdiciamos bien tontamente.

Miguel Delibes

«El propio Delibes justificó la anomalía de «Parábola del náufrago» como una reacción a los acontecimientos que habían conmocionado al mundo en 1968″

Estamos, sin duda, ante una obra compleja que aborda cuestiones que nos interpelan hoy mismo. Una de ellas, de máxima importancia, el ejercicio sibilino del poder disfrazado de ‘bien’ que utiliza la división fruto de una siembra de incomprensión conscientemente abonada para obtener un producto fundamental: un hombre manso, carente de recursos intelectuales, cuyas dotes —cada vez más mermadas— sirven al propósito de los tiranos, que no es otro que el de disponer de la libertad una vez rendida la voluntad, el alma. El vivir mecánicamente, sin objetivo ni sentido de la trascendencia, está pasándonos una cara factura. Y otra muy evidente: el miedo a ser incomprendidos debido a las tergiversaciones y manipulaciones constantes. Pues son los mismos logros que habían sido conquistados y aplaudidos los que —desde esa supuesta tolerancia y libertad de expresión de la que se habla tanto— son ahora utilizados como arma arrojadiza con la que censuran y acallan a las voces más autorizadas, en un alarde de todopoderosa tiranía de la que, curiosamente, niegan su existencia. Y quizá también deberíamos preguntarnos unas cuantas cosas, sobre todo esta: si se nos ha dado la libertad, usémosla. Puede haber una salida, no cerremos las puertas. No plantemos un seto alrededor que nos asfixie.

Notas___________

[1] https://www.milenio.com/cultura/miguel-delibes-y-la-primavera-de-praga

[5] Miguel Delibes, Parábola del náufrago. Editorial Destino (5ª ed.) Pág. 62

Teresita A.

Mi nombre tiene una historia detrás. La culpa no fue del cha-cha-chá -como cantaba Jaime Urrutia- sino de un "accidente burocrático". Nací en Logroño y pasé mi adolescencia en un lugar de cuyo nombre siempre me acordaré. Mis banderas son el humor cervantino y la retranca de Miguel Delibes -a quien tuve el honor de conocer, ya que soy autora de un libro cuya fuente exclusiva es su obra: Fórmulas de tratamiento en la narrativa de Miguel Delibes-. Las vocaciones -al contrario que las casualidades- existen y se persiguen, como los sueños. Y los míos siempre tuvieron en el foco darle a la tecla y escribir. Además, ejerzo como profesora en un instituto vallisoletano.

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