El espíritu de la colmena. Por Rafael Gómez de Marcos

El espíritu de la colmena

«En el espíritu de la colmena se intuye más que se ve; se sugiere, más que se muestra. He ahí el secreto del buen cine»

Estrenada en 1973, fue la primera película española en conseguir La Concha de Oro en el Festival de cine de San Sebastián. Todo un salto cualitativo en el tipo de cine que se hacía en los años 70 en España. Una película que aporto al cine español el oxigeno creativo que necesitaba y que supo conquistar parcelas de libertad que aún se le negaban.

 

El Espíritu de la Colmena” de Víctor Erice, posiblemente es la película más hermosa del siglo XX y que aún ostenta ese rango porque Elías Querejeta impidió que otra película del mismo director, en 1984, pudiera arrebatárselo. Un relato de iniciación a la vida y, cómo no, a la muerte, con un guión escrito por el propio director y por Ángel Fernández Santos, veterano crítico de cine que escribía en las páginas de El País.

 

“El espíritu de la colmena” es una obra polémica, abierta a distintas interpretaciones, a diferentes sugerencias, que necesita de la colaboración y cooperación personal del espectador. Con un cubo de palomitas en la mano, quizás se te escapen algunas cosas. Unos personajes resignados a sobrevivir en el interior de la colmena de sus propias frustraciones, como un abúlico padre apicultor y escritor amateur (Fernando Fernán Gómez) que noche tras noche es incapaz de superar el mismo párrafo de sus escritos, una suerte de reflexiones en las que indaga sobre la vida de las abejas desde una perspectiva literaria y filosófica y en las que fracasa intentado encontrar esas palabras sublimes y definitivas con la que culminar su texto. Pasando por la madre (Teresa Gimpera), enganchada a un amor antiguo al que escribe cartas a sabiendas de que dicha relación carece de futuro; vive cómodamente instalada en la mentira, y dentro de la melancolía, es feliz yendo cada mañana en bicicleta a la estación de tren para comprobar si hay correo a su nombre. Entre el matrimonio no hay amor ni palabras.

 

Las hijas Isabel (Isabel Tellería) y Ana (Ana Torrent), se preguntan por el sentido de la vida. Ana representa la visión ingenua y soñadora, Ana la hija pequeña representa el punto de fuga de esta historia; ese otro espíritu de la colmena que aspira a volar libre, y vuela, mientras que Isabel, dos años mayor que ella, cumple la función de mentora que responde con firmeza a las preguntas titubeantes de su hermana. Ambas encarnan los arquetipos de candor y escepticismo.

 

Según cuenta Fernández Santos, la primera persona que comprendió el guion, lo que quería atrapar Erice, fue Luis Cuadrado el director de fotografía . El creo el color miel que resulto vital para la película, se inspiró también en las pinturas de Johannes Vermeer y en la manera de encuadrar de Zurbarán. Víctor Erice nos cuenta la historia más con los silencios que con las palabras, por eso en la película se susurra más que se habla; se intuye más que se ve; se sugiere, más que se muestra. He ahí el secreto del buen cine.

Rafael Gómez de Marcos

Enamorado de la vida, reivindico mi infancia, mi verdadera patria, tres pilares, El Capitán Trueno, The Beatles y Joan Manuel Serrat, me fascina la ópera, me encanta bailar bachata y considero que decir cine americano es una redundancia. TVE no vio en mí ningún talento tras más de treinta años de servicios, Talento que me concedió la Academia de las Artes y las Ciencias de la Televisión en reconocimiento a mi trayectoria profesional. Nunca he estado afiliado a ningún sindicato y jamás he militado en ningún partido. Mi cita de bandera es una frase de José Ortega y Gasset: "Ser de la izquierda es, como ser la derecha, una de las infinitas maneras que el hombre puede elegir para ser un imbécil: ambas, en efecto, son formas de la hemiplejía moral".

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