
Alfredo Albajara vendió un cuadro. Un norteamericano de visita en el Barrio de las Letras se encaprichó del desnudo y en la calle León, el día que los más íntimos celebramos la venta alrededor de unas cañas, se oyeron algunas bromas y chistes sobre «la jamona» : el subtítulo con el que el propio autor había bautizado al óleo.
Comprendo hoy que esa pequeña celebración haya supuesto mi última oportunidad de hablar con el hombre, con el pintor. Recuerdo que mencioné a Tolstói en su reflexión sobre el arte y conté la anécdota que el escritor transmitió en su obra «¿Qué es el Arte?» :
«Corrigiendo el estudio de un alumno, Briúlov hizo unos pequeños retoques y de pronto un estudio torpe y mortecino cobró vida. Y cuando el alumno se quedó sorprendido de que unas pocas pincelada hubieran bastado para producir semejante transformación, Briúlov exclamó: El arte empieza donde empieza ese poco«. (pag. 26. «Lev Tolstói». Los escritores y la música. Ediciones Singulares.)
Albajara se rió al oír la historia y nos dijo a todos: ¿Y porqué creéis que en mi cuadro de la jamona trabajé tanto el ángulo superior derecho?…las hojas amarillas… Ahí está mi arte.
Luego, el maestro, quizás harto de mirar el suelo, decidió huir de la realidad y desapareció, espero que no para siempre, del camino de su familiares y amigos.