Compruebo hoy que con los años muchos recuerdos se van para siempre. Otros, por el contrario se almacenan y nunca pillan polvo. Aparecen, a la mínima evocación, plenos de emociones. Fuertes como una consentida soleá, capaz de levantar mi vello muerto.
Y quizás se trate de humanas mentiras consentidas en el personal delirio. Lo reconozco. Esas nuevas verdades construidas en la decadencia vital. Una mera necesidad de sobrevivir al egoismo personal de las frustraciones y, que por eso precisamente, no ensucia el olvido y crece por íntimos sentimientos.
Entrañables recuerdos ¿ quizás falsos? que a mis neuronas le valen en la nostalgia del cariño,
el compromiso de la amistad,
en la mutua decencia de los actos compartidos, de nuestras acciones vanas,
y, que en definitiva, les asegura esa íntima necesidad de seguir en el paso adelante del camino que al final, seguro nos volverá a juntar.
Sabiondos mascarones de proa sin una deriva cierta en la inmensidad del mar.
¿Será que tendremos recuerdos selectivos? O más bien que nos guste fabricar nuestros propios recuerdos. Pienso que el presente es tan efímero y que por eso escribo para no olvidar los detalles. Aunque siempre termino narrando en pretérito.