Llego al bar Daytona en Andoaín donde un pistolero de ETA asesinó a Joseba Pagazaurtundúa hoy hace diez años acompañado por los concejales socialistas de la localidad y uno de ellos, un amigo del PSOE recrea para la cámara la secuencia de cómo murió ese vasco valiente que sabía bien que los terroristas le perseguían para matarle. Allí dentro, junto a la misma mesa en que Joseba leía el periódico aquella mañana cuando el asesino le descerrajó un tiro en la nuca comprendo algunas claves de la intrincada política vasca. Los socialistas, por ejemplo, no ven con buenos ojos ni la Plataforma Basta Ya, de la que Joseba es fundador y alma, ni gustan aparecer junto a la famosa Rosa Díez, a la que reconocen su adn socialista pero, ya en el 2003, disgusta oficialmente por su descarada posición en contra de la heteredoxia del partido que dirige el inútil de Zapatero… y además está el factor humano que cuenta y mucho. Joseba es un pirata, un auténtico hombre de honor, de los que ya quedan pocos, capaz de defender sus ideales de justicia delante del aparato, los fascistas y el «Sursuncorda».
Y recuerdo su funeral en el que la familia ha pedido tres banderas, la española, la vasca y la de los piratas que muy pocos entienden. Y en la solemnidad del acto suena «La muerte no es el final» y una de las canciones favoritas de Joseba, entresacada del album que acaba de editar el grupo Suburbano: La letra dice: Sin libertad, qué me importa la gloria…
Pocos, muy pocos, y menos los políticos, entendieron aquel íntimo homenaje.
Hacía tiempo que no leía frases tan rotundas, «sin libertad qué me importa la gloria».
«La muerte no es el final», estremece a cualquier bien nacido. Creo que es ahora ,en este peligroso lapsus de tiempo,donde parece que no pasa nada,cuando hay que apoyar mas y mejor a las victimas de ETA. Enhorabuena por este articulo.