Manuel Artero Rueda 
Y entre tanta guerra, limpieza étnica, la matanza de cristianos o el pánico al ébola, además de las ya habituales miserias polémicas de la política nacional y demás egoísmos como los de los independentistas catalanes, resulta que la gran polémica en las redes gira en torno a la campaña que durante el fin de semana lució en Twiter la diputada del PP y portavoz de educación del gobierno de Bauzá, la señora Ana María Aguiló.
Pero durante poco tiempo lució la idea, porque a la velocidad del rayo se le echaron en contra hasta los compañeros y «compañeras» ademas de los responsables y «responsablas» del propio gobierno al que representa. Resulta que la idea de la señora Aguiló partía del formato de una campaña institucional en contra del maltrato a la mujer o la violencia de género y los mensajes en su contra se multiplicaron hasta el infinito y mas allá acusando a Ana María Aguiló de “falta de escrúpulos” por comparar a “los maestros con los maltratadores”.
Al parecer, la diputada, que habitualmente se enzarza en mil discusiones en las redes sociales, en esta ocasión se dio cuenta de su error, del fétido error que en este país representa el ir contra la corriente de los políticamente correcto y comenzó a eliminar sus tweets y mensajes en el facebook.
Cómo si los españoles no supiéramos que a un importante porcentaje de funcionarios de la educación les gusta reincidir en sus clases sobre el falso concepto de la leyenda negra de la conquista de América, o ese otro tan de moda hoy del derecho a decidir. Cómo si los españoles no nos avergonzáramos de un estado que permite que en Cataluña los responsables de Educación incumplan la Ley en aras de una tramposa y carísima inmersión lingüística que antepone los prejuicios territoriales a las personas. Cómo si ignoráramos que en las Islas Baleares los mismos ideólogos de camiseta verde que en Castilla y León no saben de la importancia de Blas de Lezo porque solo atienden a las consignas de sus sindicatos, en el Mediterráneo luchan ideológicamente por imponer el pancatalanismo catalán que subvenciona hasta las horchatas que se toman.
Es la política corrección de los miembros y las miembras que vociferan desde sus altavoces mediáticos la mas mínima alusión contra sus totems de pies de barro.
