
No quisiera levantar con este escrito una polémica sobre machismo versus feminismo, ni sobre lo políticamente correcto. No es, ni mucho menos, mi intención. El caso es que nunca estuve de acuerdo con ese lenguaje integrador que propugnan feministas de toda índole y algún que otro demagogo oportunista. Creo que flaco favor le están haciendo a nuestra ya de por sí maltrecha lengua.

¿No podemos decir, con todo el respeto –incluso, a veces con admiración- la señora juez o la señora ingeniero, sin necesidad de hacerlas terminar en “a” con el fin de “feminizar” el término, en la misma medida que decimos el sr. Periodista o el sr. ebanista sin que nadie se rasgue las vestiduras? ¿Es que no sabemos qué son palabras de género común (el o la pianista, el o la psiquiatra o el o la profesional), epicenos (el personaje, el vástago, la persona o la víctima, independientemente del sexo del aludido) o, incluso, los ambiguos (el o la vodka, el o la mar, el o la Dracma).
Sobre este tema hay un sinnúmero de anécdotas, pero me voy a referir solamente a dos que me han llamado poderosamente la atención.

Hace algún tiempo el equipo femenino de fútbol de El Rayo Vallecano ganó no sé qué torneo internacional. Un periodista de Radio Marca entrevistaba a las jugadoras; en un momento dado dijo: “que se ponga la portera”. Ésta se puso y dijo: “No nos gusta que nos llamen porteras, somos guardametas”. Es decir -digo yo- juezas y médicas, sí, pero porteras no, que suena un poco como a cotillona…
Y no puedo dejar escapar la ocasión de comentar el tema de las ya extintas “APAs”, sustituidas recientemente por las “AMPAs”, es decir, Asociación de padres y madres de… ¿de qué? ¿de alumnos? Entonces… ¿qué hacemos con los padres y madres de las alumnas? ¿Los echamos de la asociación o añadimos una “A” más al engendro…?

En fin que, como dijera Einstein, hay dos cosas infinitas: el universo y la estupidez humana; y respecto a lo del universo, no estoy yo muy seguro…
¡Absolutamente de acuerdo!