No existe nada en la simplicidad de la epistemología y las posibilidades infinitas de la manipulación como la frialdad de los datos y las cifras. Es la auténtica compra en el mercado de abastos, primordial en cualquier cocina que se preste, para poder presentar en la mesa, bien emplatado, con tan solo un suculento y un tan ecológico como digestivo hervor, y a la manera de los grandes chefs, cualquier realidad por indigesta que sea.
Como las informaciones de hoy que señalan a la abuelita comunista Carmena como una millonaria mas, del montón, que posee unos cuatrocientos mil euros de patrimonio y eso que se le ha olvidado incluir en su relación de bienes, otra mansión de la que es propietaria. O los fríos datos del totalitario de izquierdas, el de los chistes negros, que hace unas horas ha declarado que se le olvidó incluir una cuenta corriente de unos veinte mil euros, en el reconocimiento público de su transparencia fiscal.
Nada que no se pueda digerir con un buen licor en los postres.
Y es que se trata de la supervivencia en este reino de la publicidad, con sus hornos crematorios de la verdad, en el que nos ha tocado servir como simples ciudadanos que, cada día, desayunamos las mentiras de los grandes medios de comunicación en el papel de soberanos dictadores de la verdad.
Y por que ello, deberíamos con cada encuesta, cada información y cada noticia, que digerimos aliñada por esa señal wifi que nos indigesta el alma, empezar a dirigirnos al «maitre» para indicarle que así no se puede continuar.
Qué con el vino podrido no se puede comer.