
Soy Toscana y Florentina. Pienso en la Galería de la Academia con el David de Michelangelo (un David escandalosamente desnudo, Dios mío, luego especialmente mal visto por los fieles del Corán.)
Y si los jodidos hijos de Alá me destruyeran uno solo de estos tesoros, uno solo, sería yo quien se convertiría en una asesina. Así que escuchadme bien, secuaces de un dios que predica el “ojo por ojo y diente por diente”: yo no tengo veinte años pero nací en la guerra, en la guerra crecí, en la guerra he vivido la mayor parte de mi existencia. De guerra entiendo y tengo más cojones que vosotros.
No tengo ninguna intención de ver mi racionalismo, mi ateísmo, ofendido y perseguido y castigado por los nuevos inquisidores de la Tierra. Por los bárbaros que usan el cerebro sólo para memorizar el Corán. Europa sigue sin darse cuenta de que tiene el enemigo en casa. En Europa no quieren darse cuenta de que esto es una cruzada a la inversa. El islamismo es el nuevo nazifascismo y con el nazifascismo no es posible compromiso alguno.
El fascismo no es una ideología, es una actitud. Nuestra identidad cultural no puede soportar una oleada migratoria compuesta por personas que, de una u otra forma, quieren cambiar nuestro sistema de vida. Nuestros valores. Entre nosotros no hay cabida para los muecines, para los minaretes, para los falsos abstemios, para su jodido medievo, para su jodido chador. Y si lo hubiese, no se lo daría. Porque equivaldría a echar fuera a Dante Alighieri, a Leonardo da Vinci, a Miguel Angel, a Rafael, al Renacimiento, al Resurgimiento, a la libertad que hemos conquistado bien o mal, a nuestra patria.
Significaría regalarles Italia. Y yo, no les regalo Italia. No quiero ver cerca de mi casa un minarete de 24 metros en el paisaje de Giotto, cuando yo en sus países ni siquiera puedo ponerme una cruz o llevar una Biblia», dijo. Si estoy todavía viva -agregó-, iré a lo de mis amigos de Carrara, donde son todos anarquistas, agarro los explosivos, y la vuelo por el aire.
Oriana Fallaci
Rafael Gómez De Marcos