Doña Coherencia, desahuciada por Navidad.

dios-ha-nacido

 

Hace tan sólo unos pocos días, me encontraba en un lejano aeropuerto, allende el océano, intentando reprimir mi desazón ante las pocas posibilidades de conseguir una tarjeta de embarque que me permitiera llegar a casa por Navidad. Max, observando mi cara de desaliento, me da un suave y afectuoso codazo, diciendo: _Uff, qué mal pinta esto, Belencita. Me veo pasando la Nochebuena aquí, chorreando nostalgia y cantando a lo Concha Piquer aquello de “En tierra extraña”…… “♪ ♫ ♩ ♬ Fue en Nueva York, una Nochebuena, que yo preparé una cena pa´invitar a mis paisanos…. ♪ ♫ ♩ ♬” _ Canturrea jocoso, el muy antiguo de Max_. Y ni le contesto.

 

Sentada frente al mostrador de facturación, levitando sobre la silla, de pura incertidumbre e impaciencia, veo venir hacia mí a una anciana señora con aspecto de refugiada, pero de un porte muy singular, como de persona muy principal. Desprende una apariencia de grandeza cansada. Y me resulta familiar.

 

Con exquisita delicadeza se sienta a mi lado, y me pregunta: “¿Preocupada?”

 

Como si fuéramos conocidas de toda la vida, empezamos a hablar. Y yo me siento extrañamente bien con ella. Me cuenta que, en los últimos años, le han desahuciado varias veces de España; que allí parece que nos hayamos vuelto locos; que, curiosamente, aquellos que dicen estar furibundamente en contra de los desahucios le habían dado no pocas patadas en su retambufa, echándole de alojamientos que parecían bien avalados por Don Sentido Común. Y que ya no encuentra acomodo en este mundo. Ahora, en un último intento de esperanza, quisiera volver a España para quedarse. Escuchándola, mi situación empieza a achicarse y hasta a parecerme nimia. ¡Cuánta decepción desprendían sus palabras!

 

Max, con cara inquisitiva, me pregunta muy bajito: – “¿la conocemos de algo?”-

 

¡Ya lo creo!, le digo. Tú y yo nos hemos echado algunos pulsos con ella. Y, por raro que te parezca, yo siempre he salido ganando cuando es ella quien me gana el pulso. Max, poniendo un dedo cerca de uno de sus cuernecillos, me hace el gesto de _ ¡anda, hija, que estás más ida que un garbanzal!-

 

De pronto, la señora me empieza a hablar, sin acritud, eso sí, de estos nuevos salvapatrias que se han apoderado de una Izquierda huérfana de proyectos y vacía de principios; de esta gente que proclaman ser una izquierda moderna, pero que no son más que una recua desnortada, voraz de derechos ajenos y ávida de imponer los suyos propios. Una Izquierda dictadora e inculta a la que, también, ofende nuestra Navidad; tanto, que quieren cambiar su nombre y su significado por “solsticio de invierno”, o “solución vacacional”, o cualquier otro dislate, cualquier cosa que ridiculice o borre del mapa nuestras tradiciones, como la cabalgata de ¿reyes? del pasado año; y…. veremos éste. O suprimen nuestros bonitos belenes que, además de ser tradición cristiana, son un derroche de arte y cultura. En definitiva, que quieren que nos olvidemos de que la Navidad significa para nosotros, los muchos creyentes españoles, que ha nacido nuestro Salvador, el Hijo de Dios. ¡Apañados van! ¡Árdua tarea la suya si creen que van a ganar esta batalla!

 

Por cierto, disculpa, dijo, no me he presentado, me llamo Coherencia. ¿Para qué apellidos?, con esta antigualla de nombre no hace falta más, dice la mujer, esbozando un rictus de sonrisa. A Max, que seguía con la boca abierta, sin entender mucho qué tenía que ver eso con el desahucio de esta buena mujer, se le pusieron los cuernecillos en horizontal, y ya empezaba a comprender.

 

“Como te iba diciendo, amiga, me desahuciaron cuando vieron que la Navidad no iba con ellos, exceptooooo para……. aceptar la paga extraordinaria que ésta conlleva, las vacaciones, la jarana navideña, los polvorones y el turrón, que todo eso tampoco les amargan; y hasta el raca-raca-raca de la botella de anís con su copita, generalmente, de más, porque eso da mucho ambiente en “una noche como ésta”. Y en el colmo de los colmos, se arrancan con algún villancico, no el Adeste Fideles, ni Noche de Paz, no, por supuesto que no; a la mayoría de estos incoherentes les suele gustar uno que dice……” Max, ve su momento, y le sale al paso, sacándole del apuro y entonando, mientras me implora perdón:_ “¡¡¡¡síííí, ese de… “♪ ♫ ♩ ♬ en el portal de Belén hay un hombre haciendo botas, se les escapó la cuchilla y se cortó las pe…..♪ ♫ ♩ ♬!!!”

 

¡¡¡¡¡¡Maxxxxx!!!!!!

 

Max, para congraciarse un poco por su ordinariez, me musitó que Doña Coherencia hacía más falta en España que nosotros, y que deberíamos cederle nuestro posible lugar en el avión. Ella, con la sencillez de los grandes, dijo: “yo no ocupo espacio físico, con que me hagáis un sitio en vuestro equipaje, me basta”.

 

¡¡Conseguimos coger todos el avión de vuelta a España!!

 

¡¡Es Navidad y Dios ha Nacido!!

Belén López Delgado

Soy una apasionada de la aviación y de la escritura. Quise ser piloto pero me faltaron medios económicos, y me tuve que conformar con ser azafata. Poco después descubrí que es mucho mas divertido y gratificante estar en una cabina de pasajeros que aburridos frente a un montón de relojitos. Encontré ante mí un mundo deslumbrante para aprender de otras gentes y otros países, que me absorbieron toda la dedicación a ese libro en ciernes que me habría encantado escribir. Valoro y defiendo, hasta donde me es posible, la Coherencia. Tengo para mí que es una de las cosas más difíciles de mantener en nuestra esencia y existencia humana.
Y Max, ese personaje, que suele acompañar casi todos mis escritos, lo visualizo como un diminuto demonillo, de color rojo; un ser travieso, descarado y adorable que forma parte de mi otro yo; ese yo que, libre de pudor y diplomacia, se atreve a decir abiertamente lo que estoy pensando.

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