Dormir en aquel palacio destartalado de Mogadiscio resultaba tarea inútil. No por la comodidad de sus camas en aquella sede central de la gran ONG, sino por los tiros que sonaban puertas afuera
Tinduf, Mogadiscio, Oxfam y la ayuda humanitaria subvencionada con guardaespaldas y prostitutas
