
«Ahora una de esas cabezas del gobierno, la Celaá, de muy mala memoria respecto a Hacienda y a la historia reciente, amenaza a la Iglesia con un daño de reputación»
Me acuerdo hoy, al escuchar las declaraciones oficiales del gobierno del dottore Sánchez, de “Psicosis”, de “Múltiple” y de aquella otra película humorística de culto a la personalidad múltiple “Yo, yo mismo e Irene” y reflexiono sobre el concepto de lo “reputacional” que dice Celáa amenazando a la Iglesia.
En nuestro caso es un tema de mayor envergadura por la multiplicidad de personalidades que pueden de decir una cosa y la contraria sin que la más leve alteración en las pupilas y el pulso delaten al mentiroso compulsivo que no distingue entre San Juan de la Cruz y fray Luis de León o entre Einstein y Hemingway.
Lo nuestro lamentablemente no es para tomárselo a guasa. Es una auténtica tragedia en toda regla. La prueba viviente de que la democracia no es perfecta pues lógicamente, ni un mentiroso, ni una falsario curricular y menos alguien que pacta con los que quieren destruir España, debería ser presidente y menos los que han permitido llegar a esto. Por lo que lo hago extensivo a ZP I y ZP II.
Algo en lo que coinciden todos estos personajes es su odio a una persona ya fallecida, el general Franco, al que incluso a través de sus terminales han tratado de arrebatarle su condición de héroe militar reconocida por la vecina república francesa con la legión de honor.
Otros falsarios, desde aquí, manosean con falsedades la Laureada, máxima condecoración militar de guerra española, para afirmar que se la autoimpuso. No perdonan al dictador su gran pecado, el dictador que nunca decidió enterrarse en el Valle de los Caídos, el pecado de impedir que España se convirtiera en una república soviética, algo que los democráticos del New York Times o el W. Post ignoran, como los asesinatos y persecución soviética de la guerra civil española y por supuesto todo sobre el origen, fundación y misión del Valle de los Caídos.
Ahora una de esas cabezas del ente de personalidad múltiple, la Celaá, de muy mala memoria respecto a Hacienda y a la historia reciente, amenaza a la Iglesia con un «daño reputacional».
Daño reputacional es el que se auto infringió consciente y voluntariamente su partido, el PSOE, único responsable de la guerra civil (1936-1939) con sus delincuentes y ladrones probados a la cabeza Indalecio Prieto y Largo Caballero cuyas estatuas estamos obligados a tener que soportar en Madrid.
Me queda claro que ese partido cuyas iniciales son actualmente cuatro mentiras pasará y desaparecerá y la Iglesia, con sus grandes defectos pero con un mensaje de verdad, a pesar de toda turbulencia seguirá.