
«Desde hace ya muchos años tengo teléfono móvil, no por mi gusto desde luego. La verdad es que le hago poco caso. Tanto mi familia como mis amigos me lo reprochan»
Desde hace ya muchos años tengo teléfono móvil, no por mi gusto desde luego. La verdad es que le hago poco caso. Tanto mi familia como mis amigos me lo reprochan. Me dicen “parece que lo llevas de adorno, no le haces caso” y tienen razón. Tanto es así, que a veces lo tengo descargado, lo miro una vez cada cinco o seis días y les tengo dicho a los amigos y familiares que me localicen en el fijo. Debo ser de los pocos que tienen ya fijo en España. La única razón por la que lo tengo, el aparatito portátil, es porque mi jefe en mi antigua empresa me dijo que tenía que tenerlo para estar localizable. Nunca me pudo localizar porque lo tenía apagado o no lo oía en el fondo de mi bolso de costado. Si salgo del trabajo después de catorce o quince horas, a veces más, muchos días durante mi vida, me cago en quién me pueda llamar del trabajo, en horas fuera de jornada, en fines de semana, aunque sea mi jefe, ya regalo siete horas o más diarias.
El móvil siempre me ha parecido un incordio y una estupidez, cuya única utilidad se manifiesta en situaciones de emergencia, véase quedarse tirado en carretera, tener un accidente en soledad o circunstancias por el estilo. Pero al parecer muchos mortales, casi todos, no se han dado cuenta de que ese dispositivo, que les mantiene conectados con los amigos y familiares, y con el que pueden hacerse bonitos autorretratos, cual lago de narcisismo, también les tienen encarcelados y sin privacidad. Todo el mundo puede saber donde has estado, estuviste o llegará el día en que por predicción también sabrán dónde estarás. Esto es una falta de libertad absoluta, y lo peor es que ya hay muchas empresas que te exigen un número de móvil o conexión a internet para hacer cualquier trámite. Entre ellas la hacienda pública, a la que por otra parte le hacemos un trabajo que de otra manera tendría que remunerarlo a otros trabajadores. O sea trabajamos gratis para hacienda.
Por otra parte me recuerdan un poco a los brazaletes de localización que les ponen a los delincuentes, con el inri de que tú lo llevas porque quieres. (Bueno, es un decir, acabamos de acordar que podrías no llevarlo, pero cada vez es más difícil). Hasta aquí la cosa podría pasar, pero se da el caso de que la administración, bancos, empresas de suministros etc, empiezan a pedirlo, si no lo tienes eres como una mierda o algo peor. O viejo andrajoso por lo menos. Que hay peor que viejo andrajoso en esta sociedad de oropel y pose. Lo eres sí, y lo eres no porque lo seas, sino porque no te sumas al populacho bien considerado y envuelto en transparente celofán de colores “¿qué tendrá que ocultar este?”.

«Entre las tarjetas de crédito que ya se usan hasta para pagar el pan, el teléfono móvil y ordenadores, la cosa está encaminada y cada vez más controlada»
Los dirigentes que entre política, comercio y publicidad, además propaganda buenista, quieren tenerte bajo la tutela del conjunto homogéneo y becerril global, no lo soportan. “Uno que se sale del redil, vamos por él, que no tenga más remedio que estar localizado de pensamiento, palabra, obra y omisión”. Deben creerse Dios. ¡No lo son! Porque a estos señores los hemos puesto ahí nosotros. Ya sabes, antes a la gentes que se quería tener controlada en un estado fascista, se les cosía una estrella amarilla en la ropa. Ahora la cosa es mucho más fina. Lavado de cerebro previo televisivo y luego entre las tarjetas de crédito que ya se usan hasta para pagar el pan, el teléfono móvil y los ordenadores, la cosa está encaminada y cada vez más controlada.
Uno puede decir “bueno yo, soy un buen ciudadano, no tengo nada que ocultar”, y sí es así, pero lo grave es que tú, tengas o no algo que ocultar, seas vigilado simplemente por esa creencia. El gobierno de tu país, la policía, la judicatura pueda considerar que tus actos son delictivos, no de por sí, si no porque no se avienen al pensamiento laxo y plano que se exige en nuestras sociedades. Por eso me voy resistiendo a ser esclavo del teléfono, aunque por otra parte sea difícil no serlo de las tarjetas de crédito. Otra obsesión, todos los bancos y empresas quieren colocarte una y todo son parabienes, lo que no te cuentan es que desde ese momento tienes que hacer un gasto mínimo anual para que no te carguen coste por tenerla, con lo cuál ya te están manipulando. Todas estas circunstancias dan como resultado una sociedad que se dirige hacia otra menos democrática en la que la gran masa de gente que obedece las consignas vía teléfonos y ordenadores, puede sin quererlo y sin saberlo condenarte al esclavismo y falta de libertad a ti y a todos los demás.
La red es tan extensa que abarca a todo el mundo. Es verdad que toda tecnología implica riesgos, que se asumen para mejorar la vida, pero ahora que se acerca vivir rodeado de aparatos interconectados e inteligentes también pueden configurar una gran cárcel en la que los individuos se sientan profundamente libres, porque les permiten pensar en una única dirección, la de la comodidad y seguridad vital. Mucha gente no llega a comprender que eso globaliza no la economía, que puede resultar bueno por otra parte, si no la manera de pensar, de vestirse, de comer y en definitiva de vivir. Se anula cualquier idea fuera del carril puesto que nadie la hará correr por el universo al no ser una idea popular.
De hecho, las amebas en sus fluidos llegarán a tener más libre albedrío que algunos humanos. Solo medraran aquellas personas, que por la igualdad de pensamiento, sea aceptada por la mayoría de poseedores de cadenas en su cerebro. Hasta ahora esto solo es un juego más o menos peligroso, mucho para unos los menos preparados intelectualmente (habría que preguntarse porque no se admite una educación totalmente libre de ataduras estatales. Sin menoscabo del estudio de las reglas de convivencia en democracia) y poco para otros, pero todo se andará. Y lo peor del problema es que la mayoría cree que estos factores son los que le garantizan la libertad. Sí, la libertad, pero la de pensamiento único y dirigido. No todo van a ser dictaduras de bota o de voto, en las democracias hay individuos que saben encarcelar el pensamiento de los demás, son listillos, que muchas veces no inteligentes y ojo a esos listillos hay que pararlos. Porque la libertad solo es una en definitiva, el poder pensar por ti mismo y vivir según tus postulados como ser vivo independiente, con capacidad para el libre albedrío dentro de un orden, el que te ata a tu biología y por otra parte a las normas acordadas para vivir en sociedad, no las que tienden a unir en pensamiento, palabra, obra y omisión a todos en cualquier tipo de igualdad.
Los humanos mientras no se demuestre lo contrario somos diferentes, con nuestras virtudes y defectos, los nuestros, no los que nos puedan vender por tarjeta, teléfono u ordenador. Y eso es irrenunciable aunque nos lo premien con un código descuento. Por eso proclamo viva la libertad y el pensamiento liberal.