
«Barcelona se liberó a sí misma, para acabar con las hostilidades y sufrimientos. Hay numerosos testimonios que demuestran las falsedades»
Contrario a las falsedades que durante muchos años ha propagado la efectiva pero falsaria propaganda izquierdosa, lo cierto es que el 26 de enero de 1939 las tropas nacionales ocupaban la capital catalana. Para algunos, pocos, una caída, pero para la mayoría una autentica liberación. Un acabar con los problemas, incertidumbres y miedos. Esa fue la realidad y no la efectista ficción impuesta por el relato alternativo de los cobardes perdedores. Los nacionales no tuvieron apenas oposición, no tuvieron que derribar barricadas ni acabar con francotiradores. Barcelona se liberó a sí misma, para acabar con las hostilidades y sufrimientos. Hay numerosos testimonios de personas de ambas ideologías que describen lo que realmente ocurrió.
Como falsos héroes, los dirigentes del Gobierno de la República y de la Generalidad catalana no paraban de arengar a la población a defenderse como Madrid al grito de » No pasarán». Pero lo que ocurrió es que nadie se levantó en armas contra los «invasores». Las radios comarcales incitaban a la lucha, e incluso los lideres movilizaban a todos los hombres entre 17 y 55 años. Al mismo tiempo, el cobarde Juan Negrín ya se había trasladado a Gerona junto a su Gobierno y el de la Generalitat, Prestos a huir lo mas cerca de la frontera. Pero hicieron pública una nota en la que decían que seguían en Barcelona. Una nota que demostraba la cobardía de estos siniestros personajes. Naturalmente, en cuanto la población se enteró de la huida de sus dirigentes, también iniciaron el éxodo. Fue una derrota deshonesta, que en nada se pareció a las gestas bravías de los habitantes de Madrid, Varsovia y Stalingrado. Una desbandada vergonzante como dejó escritas en sus memorias la comunista Teresa Pàmies.