
«Demasiadas víctimas, atentados, secuestros, tiros en la nuca.., pero hasta el secuestro de Miguel Ángel Blanco, la sangre de los españoles fluía espesa»
A veces los detalles de ciertos acontecimientos no se recuerdan con nitidez, pero lo que se recuerda claramente es la emoción con que se viven.
Un día como hoy de mil novecientos noventa y siete, Miguel Ángel Blanco, un joven concejal vasco fue secuestrado por una banda terrorista que creíamos conocer bien, aunque hasta esa fecha no habíamos percibido del todo su verdadera crueldad: Demasiadas víctimas, atentados, secuestros, tiros en la nuca.., pero hasta el secuestro de Miguel Ángel Blanco, la sangre de los españoles fluía espesa.
Fueron sus tres días de cautiverio los que obraron el milagro, que la sangre de un país hirviera de desesperación. Bastaron unas pocas horas para reafirmarnos en lo que hasta entonces conocíamos y no supimos exteriorizar: dolor.
Y aún así, con las manos blancas, vestidos de esperanza y a la luz de las velas clamamos piedad a una banda de bárbaros a los que, tontos de nosotros.., creíamos poder conmover. Una esperanza colectiva contagiosa que suplicaba por su joven vida. ¡Qué candidez la nuestra! Cuando alguien tiene la mente retorcidamente contaminada, y el corazón frío por el odio acumulado, los nobles sentimientos nunca pueden anidar, y el mal ejecuta sin piedad ni culpa, ni remordimiento..

«No lo olviden, él y todos vuelven.., vuelven a la memoria porque hay algo más grande que cualquier pancarta, y se llama RECUERDO»
Aquel 12 de julio de 1997, Miguel Ángel fue ejecutado y abandonado por una banda asesina por primera vez. Y digo por primera vez, porque la segunda ejecución la confabuló más tarde otra banda de la que aún no sabíamos nada.., las instituciones, el poder político..
Miguel Ángel fue otra víctima más, sí, pero marcó un antes y un después en la concienciación de una sociedad que perdía vidas en una guerra en la que no participaba.
Miguel Ángel fue la víctima que resucitó al resto de muertos asesinados en nombre de la nada. Fue la gota que colmó el vaso hasta desbordarlo, y su vil asesinato la unión de un pueblo engañado y dolorido. Su muerte nos abrió los ojos, y nunca más fuimos los mismos.
Así es que señores, no necesitamos que ustedes que han sentado a sus asesinos en las instituciones, nos pongan una foto o una pancarta en el Ayuntamiento.. El no lo necesita, ni el resto de víctimas tampoco.. No lo necesitamos, porque aún recordamos las turbulentas emociones de aquellas horas y el fatal desenlace.
Algunos lamentablemente aunque perdonemos, no olvidamos, y mucho menos premiamos las conductas maquiavélicas de quienes nunca han admitido equivocarse, pedir perdón y obrar de buena fe.
No lo olviden, él y todos vuelven.., vuelven a la memoria porque hay algo más grande que cualquier pancarta, y se llama RECUERDO.
Aplaudo este magnífico artículo sobre un sentimiento compartido, y que guardo en mi memoria para siempre.