
«En españita, que no España, la vergüenza se ha desplazado a los habitantes del subsuelo moral, que portan con poca dignidad su vergüenza por “ser mujer”, “ser español”, ser cristiano” “ser heterosexual”, “ser patriota”
El último grito es en verdad el último grito, así de literal. ¡Tonto el último! en eso de vociferar: desde lo más bajo de los programas de entretenimiento hasta las ilustres unas, y casuales otras, personalidades del congreso.
En españita, que no España, la vergüenza se ha desplazado a los habitantes del subsuelo moral, que portan con poca dignidad su vergüenza por “ser mujer”, “ser español”, ser cristiano” “ser heterosexual”, “ser patriota” … Y una larga lista de cualidades físicas, mentales y morales que sobran para poder lucir con garbo las especificaciones que exige la subvención de turno.
Hubo un tiempo, y no tan lejano, que el hombre español se enorgullecía de ser llamado hidalgo o caballero. Aunque parezca mentira, el honor era una moneda valiosa y una aspiración. La rectitud y el buen hacer, lo necesario para la vida.
«Cervantes, no inventó la caballerosidad de su Hidalgo, que, incluso loco, manifestaba principios, tan firmes como los de su escudero Sancho»
Cervantes, no inventó la caballerosidad de su Hidalgo, que, incluso loco, manifestaba principios, tan firmes como los de su escudero Sancho, un representante del pueblo llano y a la vez, un caballero del asno y hombre de buen saber. No queda mas remedio que comparar… el que algo pueda.
Muchísimos, tienen más y menos culpa a la vez, valga la paradoja, de no tener ni idea de las particularidades gloriosas de su país; por dos razones: por que no se han molestado en investigar sobre ello y porqué, debido a eso, piensan que España es un “Sálvame” nacional; y lo peor de todo es que les parece bien.
Un presidente del gobierno, se permite dar plantón de una hora al mismo Rey y una personaja balear, se ríe del monarca en la tele enseñando una urna y diciendo que nadie le ha elegido. ¡Mira por donde!, igual que a ella. Criaturas portaobjetos, al estilo de la famosa impresora del poco tolerado Rufián, ya que la palabra no es un instrumento que les resulte fácil de utilizar.
Un señor gordito que fue presidente de la Generalitat muchos años tiene cogidos a todos por los atributos, y nadie se atreve a resoplarle, pese a los desfalcos, debido a que caerían muchos.
«Que no sé por qué se preocupan, que en españita, que no España, los únicos que caen por una cremita o por una sospecha son los del PP. Ser traidor está de moda»
Que no sé por qué se preocupan, que en españita que no España, los únicos que caen por una cremita o por una sospecha son los del PP. Ser traidor está de moda. Que los demás pueden hacer lo que quieren y lo hacen por que parece que el silencio del ganado nativo es suyo.
La estulticia política solo muestra el pasar del pueblo. El silencio borrego sigue reinando pese a que los mandamases deciden que España, o sea, el país que gobiernan en el nombre del pueblo que les votó… ¡Uy! ¡Perdón!… No tuvo que votarles, que tenemos una super ley que dice que, si se juntan más ratones que gatos, pues eso… Que importa una higa lo que vote el pueblo ese, pobre, que les da de comer, y con quien tienen un compromiso. O sea, manifiesta el discutible gobierno, que los españoles deben arrodillarse para pedir perdón por toda su gloria pasada.
Personajes de dudosa legalidad que arrebatan en sus narices el dinero que ha sudado el trabajador español, para repartirlo alegremente entre organizaciones feministas que nadie respeta y muchos “istas” mas que no ayudan a nadie sino tan solo a los subvencionados.
«Regalando el Oro de España a otros (desquitando naturalmente el propio tanto por ciento), que ser traidor sí, pero, tonto no, y ladrón, también»
Entregan el país al mejor postor. A veces, incluso gratis; como la Historia anotó para la posteridad, durante la Guerra Civil, mostrando el complejo de inferioridad de cierto sector español, cuando pretendían regalar el país a Rusia y ofrecer sus cabezas en una bandeja, convirtiéndose en un país satélite del gigante comunista de entonces. Regalando el Oro de España a otros (desquitando naturalmente el propio tanto por ciento), que ser traidor sí, pero, tonto no, y ladrón, también. Y todo eso porque sí. ¿Se puede ser más imbécil?… ¡Sí, se puede! … Unidos y unidas podemos, o lo que sea.