En el campo hoy: Pocas sonrisas, miradas resignadas y sólo cabe la esperanza, Por Luis Bully

En el campo hay pocas sonrisas, miradas resignadas y sólo cabe la esperanza. Fotografía de Manuel Artero
En el campo hay pocas sonrisas, miradas resignadas y sólo cabe la esperanza. Fotografía de Manuel Artero

«En el campo todo es esperar y esperar, con paciencia, no queda otra, de nada sirven las prisas ni la ansiedad. Sólo cabe la esperanza»

Esta mañana me he levantado con dolor, picazón y escozor, todo junto e intenso, en la punta de la nariz. Sin tocarme, pues lo primero que pensé fue que sería alguna picadura de mosquito, sí, de mosquito, en enero, sí, que ayer me topé con varias nubes de esos pequeños vampiros y alguno se llenó la barriga con mi jugo vital. Sin tocarme, decía, que me disperso, fui al baño y me miré al espejo. No era una picadura, era un incipiente grano. Horror, un grano en la nariz, el aviso de la infelicidad, porque supongo que conocerán ese dicho que dice » te ha salido un grano en la nariz por infeliz «. Y posiblemente así sea y definitivamente sea el aviso de mi regreso a la oscura infelicidad.

Probablemente se deba a una reacción somática de protesta a la mala sangre que crie anoche mientras rellenaba los formularios del modelo del  pertinente y siempre presente en la vida del autónomo, IVA. Evidentemente tiene que haber una relación entre ambos hechos, y más teniendo en cuenta que el bolsillo está vacío.

Y en los escasos segundos en los que vi reflejada mi imagen en el espejo efectivamente contemplé un rostro en el que se apreciaba una incipiente infelicidad. Y recordé una conversación que tuve hace unos días con dos jóvenes veterinarias que vinieron a realizar el saneamiento de las cabras.

Fui el último de la mañana. Venían de recorrer la provincia de Zamora desde Benavente hasta Toro. Habían estado atrapadas durante un par de horas en un camino nevado y nadie les había auxiliado. Esto me sorprendió y me indignó. Era algo inaudito, en el campo lo normal es ayudarse. Una de ellas, con un tono de voz dulce y muy agradable, y acento gallego, me dijo que en el campo se ve muy mal ambiente, que hay pocas sonrisas y muchas miradas desesperanzadas.

Lógicamente habrá desesperanza, seguro, pero yo creo que lo que más hay es desesperación y resignación. Desesperación por no recibir un pago justo por tu producto, por ver que las cosas van empeorando sin que nadie le ponga remedio. Resignación ante una vida que todos te complican y que parece que te da la espalda.

En el campo no es frecuente la desesperación. Vivimos permanentemente en la esperanza. No queda otra. Siembras en octubre con la esperanza de que en julio haya cosecha. Esperas nueve meses a que para una vaca, cinco por una oveja, un año por una yegua. Luego esperas a que el pollo o el cabrito se críen, dos meses, tres, un año.

Todo es esperar y esperar, con paciencia, no queda otra, de nada sirven las prisas ni la ansiedad. Sólo cabe la esperanza.

En los cincuenta y sesenta sí hubo mucha desesperanza. Desesperanza desesperada. La miseria, la dureza de la tierra, la implacabilidad del sol y del hielo, hicieron que muchos perdieran la esperanza en los cultivos y el ganado y que soñaran con una vida mejor en la ciudad. Pero entonces, la esperanza no se perdió, ¿No? No, se transformó en una nueva esperanza, diferente, en ilusión por un trabajo distinto, por comenzar de nuevo.

Vivimos tiempos muy difíciles. Nos gobiernan individuos incapaces que toman erráticas decisiones que nos asfixian y arruinan. Es difícil decirle a la gente que no pierda la esperanza cuando la desesperación le atenaza el corazón. Pero no queda otra, o aguantas y nadas o te lleva la corriente.

Los políticos no van a sacarnos de ésta. Si les hubiera tocado entresacar remolachas, pegar ladrillos, apretar tornillos, amasar pan, vender zapatos o enciclopedias, probablemente lo lograrían. Yo no tengo ninguna esperanza en ellos, tengo esperanza en los míos, en quienes me rodean.

¡Venga, arriba, que hay que luchar y ganar!

Luis Bully

A los catorce años sembré unas alubias, cuando las vi germinar y convertirse en unas hermosas plantas quedé maravillado y decidí ser agricultor, y eso soy, agricultor y ganadero. En el camino fui algunas otras cosas, pero no tuvieron gran importancia. y, por ello, pretendo dar a conocer las realidades de quienes habitamos un mundo condenado a la desaparición si quienes suelen dirigir nuestros destinos terrenales no cambian su forma de entender lo que es el mundo rural y las necesidades de quienes vivimos en él.

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