Nos faltan al respeto, nos humillan. Y callamos. Por Luis Bully

Nos faltan al respeto, nos humillan. Y callamos.
Nos faltan al respeto, nos humillan. Y callamos.

«Nos faltan al respeto, nos humillan. Y callamos. Callamos y como se suele decir, tragamos. Tragamos el venenoso sapo de nuestra vergüenza»

Pasé buena parte de mi vida rodeado de personas serias, honestas, trabajadoras, inasequibles al desaliento, luchadoras. Muchas de ellas vivieron una época muy triste y con mucha falta de los recursos más esenciales. Poco a poco se fueron marchando, pero me dejaron un recuerdo indeleble de su forma de ser y actuar.

Y es ese recuerdo de aquellos apretones de manos al hacer un trato, o de la dignidad con que se asumían las equivocaciones, el que me fustiga un día y otro en la actualidad. Muchos de aquellos que conocí ni faltaban a su palabra ni consentían que otro faltase a la suya. Anteponían el honor y la verdad incluso a su propio bienestar.

Hoy me veo inmerso en un río de gente sin escrúpulos que no muestran reparos en hacer mal a los demás. Se incumplen promesas y contratos, se falta a la verdad y a la ley, se vulneran juramentos como si de comer palomitas se tratara.

Nos gobiernan retorciendo y obviando leyes que han sido legisladas por ellos mismos.
Nos insultan y se burlan de nosotros. Nos faltan al respeto, nos humillan. Y callamos.
Callamos y como se suele decir, tragamos. Tragamos el venenoso sapo de nuestra vergüenza. Porque vergüenza es ser incapaces de alzar nuestras voces y plantar firmes nuestros pies en el suelo que trabajaron nuestros padres y abuelos. Los mismos padres y abuelos que un día decidieron acabar con la ignominia y la maldad y nos permitieron conocer un mundo mucho mejor que el que habían conocido ellos, políticamente hablando. Porque social, ética, moral y culturalmente hemos retrocedido a la Prehistoria.

Cada día, incluso varias veces al día, un representante del Gobierno o más de uno, falta a la verdad, miente, actúa contra sus administrados, delinque. Y callamos.

Esta semana una ministra, ¡Ministra! ¡Ministra del Gobierno! Se ha comportado con una indecencia supina y ha faltado al respeto a muchos miles de españoles. Ha antepuesto su voluntad ideológica a la razón y al respeto. Y callamos.

Ayer, otra ministra, ha mentido en la radio pública para perjudicar al Gobierno de una rica y prospera región española. Ha antepuesto su enfermizo odio al bienestar y gestión demostrados por un contrario político. Y callamos.

Han vuelto a prohibir nuestros desplazamientos por el territorio nacional pese a ser un derecho constitucional mientras permiten la entrada de gentes foráneas. Algunos de los ministros del Gobierno han salido de viaje libremente. Y callamos.

Llevamos un año callando mientras han lesionado nuestros intereses personales y colectivos, nuestra salud, nuestra economía, nuestra VIDA.

¿Creen que nuestros abuelos hubieran consentido lo que está ocurriendo?

¿Qué ha cambiado en nuestro país para que no seamos capaces de alzarnos contra una continua burla a la justicia y a la inteligencia?

Yo no lo sé. He tenido conocimiento de la muerte de decenas de miles de personas y no comprendo qué nos hace callar.

Estoy viendo la ruina de miles de personas y no consigo entender qué nos lleva a comportarnos como conejos que aguardan dentro de la madriguera a que el hurón los cace.

Qué pena de gente.

Qué pena de sociedad.

Luis Bully

A los catorce años sembré unas alubias, cuando las vi germinar y convertirse en unas hermosas plantas quedé maravillado y decidí ser agricultor, y eso soy, agricultor y ganadero. En el camino fui algunas otras cosas, pero no tuvieron gran importancia. y, por ello, pretendo dar a conocer las realidades de quienes habitamos un mundo condenado a la desaparición si quienes suelen dirigir nuestros destinos terrenales no cambian su forma de entender lo que es el mundo rural y las necesidades de quienes vivimos en él.

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