A mis amigos cordobeses Antonio de la Torre y Ángel Crespo

«Rememoro una íntima paseata en la plaza del Potro de Córdoba y ese Homenaje a la Mujer que representa el arte de Julio Romero de Torres»
Rememoro una íntima paseata en la plaza del Potro de Córdoba y ese Homenaje a la Mujer que representa el arte de Julio Romero de Torres. Qué alegría volver a ver esos cuadros de indecente y descarada devoción que, por no morir, mata de pasión exacerbada y se desboca al ritmo de la guitarra en soleá y el zapateo de los martinetes sobre el yunque de la pasión. Que peca insolentemente por amor. En cada color, en cada mirada y provocación.
Paseo por la judería de plata y vino. Y hablo con los cordobeses. Alucino. En la ciudad sultana no olvidarán que durante cerca de dos horas su paraíso urbano fue el elegido como capitalidad europea de la cultura allá por el sultanato del tan falso socialista como español. Y que por su dedo intervino el gran «mamoneo», la alquimia social del iluminado e inútil contador de nubes, para desviar el premio a San Sebastián.
Y que desde entones, algunos votantes al PSOE dicen, a la cara, en ese viejo y aburrido juego del «Tu más» que el aeropuerto de Ciudad Real fue obra del partido Popular, de «la Cospedal» y por el esencial aforismo del no adivino a comprender quién roba más, siento en el alma, quizás en el corazón, que existe otro martinete, el de ese otro yunque de los sectarios que recibe en casa la soldada por su deuda con el pensamiento fácil de la política corrección.
No son clase trabajadora como se autoproclaman, se trata sencillamente de una clase votadora, deudora, de los nuevos señoritos, la actual aristocracia de las subvencionadas peonás que ni tan siquiera comprenden el infinito arte de la elegancia en la pasión de sus seres más queridos, a sus ángeles como la Fuensanta, que traicionan cada día y sin compasión.