
“El por sus obras los conoceréis ha pasado a ser por sus selfies los conoceréis. El ser humano terminó de existir el día en que inventó la telefonía móvil”
Qué decir sobre la estupidez humana que nos rodea… Poco se puede decir. El mayor exponente de ello es haber sustituido a la propia persona por su número de teléfono, porque ya ni el carnet de identidad te confiere el título, al parecer inmerecido, de individuo nacido, con voluntad y personalidad propia, al parecer, hoy solo eres individuo por tus pertenencias, por la manera en que el gran hermano pueda o no tenerte controlado. En todo lugar, en el que por mucho que estés presente y puedas decir soy yo, solo eres un número, el de tu teléfono móvil. Si no tienes un móvil no eres básicamente nadie, puede ser que hasta ni existas o a lo sumo eres una puta mierda que no puede pagar, ni entrar en el banco para comprar, o cobrar, ni justificar tu existencia.
Un ser humano es o debe serlo. Por el hecho de estar presente, porque lo demuestras estando presente, y no porque tenga un teléfono móvil para demostrarlo. Ya sé que esto se debe a la proliferación de hijos de puta, que no contentos con serlo, quieren vivir a costa y por encima de los demás. Lo hemos puesto en bandeja, ¿qué?, la dictadura virtual; desde el día en que demostrar algo pasa por tener un teléfono móvil y si es con posibilidad de acceso vía bluetooht al automóvil mejor que mejor. Da exactamente igual, lo que seas, como seas, o si eres tu o no lo eres, porque lo único que comprueba tu ser y estar es el infecto teléfono móvil, ese número que tienes y que está ligado a ti por un contrato, y que llevarás por portabilidad aunque cambies de suministrador, que no de jefe supremo. La diferencia de a que jefe estás subordinado solo será una marca de operador de telecomunicaciones.
Pero para tu desgracia no eres más rico o más poderoso dependiendo de quién. Eso solo significa que sí está socialmente reconocido, el poderoso, por gobiernos, empresas y Bancos, simplemente te controlan o pueden controlarte. No puedes justificar lo que eres, lo que sabes o cual es tu lugar en la sociedad, si no es de manera, controlada y espiada. Vamos, que de ahí a una férrea sociedad comunista no hay ni un pequeño paso como el que dio Armstrong en la luna. Parecía que el número de cámaras que había en las calles para regular el tráfico, era una red bastante potente para tenernos controlados a todos, pero no, nada más lejos de la realidad. Hoy en día hemos añadido la manía de hacernos todo tipo de retratos y autoretratos hasta en las acciones más privadas, como Olvido Hormigos.
Nos gusta, nos hace que nos sintamos importantes, de ahí al Mataiotes Mataiotetos Kai panta mataiotes (que es el famoso vanidad de vanidades y todo vanidad) no hay más que un pasito. El por sus obras los conoceréis ha pasado a ser por sus selfies los conoceréis. El ser humano terminó de existir el día en que un mente plana, igualitarista que quiere una manada de borregos con collar con forma de móvil, inventó la telefonía libre y móvil. Que sí que es muy móvil y que te ayuda en algunos asuntos rutinarios de la vida, pero de libre nada de nada.
Pero el tipo o tipos que lo inventaron o eran un “meticónes” indecentes , cotillas o unos arrebata capas indecentes, de personalidades y famas, que decidieron que eres un puto número de teléfono. Básicamente es que sin ese número, inclusive en hacienda, que no lo quieren para asegurarte no cometer fallos contigo, solo lo usan para tenerte agarrado por tus puñeteras partes… pudendas. Así, de paso, se ahorran problemas si alguien suplanta tu personalidad, porque argumentarán que ellos estaban convencidos de que eras tu. O sea lo dicho, en el banco, si otra persona puede controlar tu teléfono y tus claves puede dejarte en pelota picada.
Estas cosas que antes se hacían presencialmente, ahora se hacen justificando tu autenticidad con un número que envían a tu teléfono, para comprobar tu identidad. Yo no sé a ustedes, pero a mi me tienen hasta los pelos de los que carezco, porque no suelo llevar mi teléfono colgando de mi sobaco. Que sí que es muy cool, muy bonito, muy in pero a mi no me interesa ser esclavo del terminal. Me resulta molesto, totalmente inapropiado y en ocasiones hasta insultante. Cierto es que ahorran personal en los bancos, pero como sigan así, aparte del presidente vestido de tío Gilito contando monedas sobre un montón de Bit, no habrá ningún otro empleado y menos uno amable que trate de resolverte los problemas que puedas tener. Eso señores ¿responsables?, lo dudo, hablé el otro día de que nadie quiere ser responsable de nada, salvo los notarios y bien que lo cobran, no es posible, eso hace una sociedad agobiante y obsesionada.
Una sociedad en la que realmente hemos dejado de ser libres y desde luego puedo asegurarles que con veinte años, bajo la famosa dictadura del General Franco, siempre me sentí más libre que en este símil de sociedad libre y democrática. Ya sabes es tu obligación despotricar contra cualquier tiempo anterior, porque lo que parece que “mola”, hoy en día, es estar vigilado, controlado y esclavizado por tu propia idiotez teledirigida vía teléfono móvil, porque si no lo posees, eres un puñetero apestado incívico y desde luego has dejado de existir como individuo. ¿Hay algo más fascista que ese control?
Saben quién eres, donde estás y hasta qué haces en cada momento de tu vida, y tu y yo y todos, como gilipollas haciéndole reverencias al aparato, porque nos hemos acostumbrado a depender de él para todo. Para pagar, para que nos guíe, para ligar, para volver a pagar, para que le diga a cualquiera que eres un modelo de imbécil que has seguido las consignas sociales, que te has vacunado, y a veces me pregunto si calculará el gas metanos que exhalas por tu posadera en un día, eso para llevar un control intensivo de tu contribución al cambio climático. ¡Que puedes ser un insolidario indignante y fascista! Encima cuando has dado un me gusta, a algo por hacer un favor te llueven llamadas para pedirte dinero para la causa de que se trate, de manera inmisericorde, generalmente a horas intempestivas, sobre todo porque te las hacen individuos de otros países cuyo horario difiere en seis, siete u ocho horas con tu uso horario y claro eso muchas veces te hace perder los nervios y mandas a hacer puñetas a quién menos culpa tiene.
Que venga la tele y lo diga… No, no dice nada, no le interesa que sepas cuanto grado de esclavitud has aceptado (Plano de público que hará una ola). Y ahora si a esto le añades, teletrabajo, ordenador, tablets, correos electrónicos, tarjetas de créditos, ¿Qué te queda de privado para ti… nada, las ganas de poder expresar “ojalá muchos se hicieran el Haraquiri, aunque fuera por vergüenza torera”. Por todo lo anteriormente expuesto ¿Qué decir sobre la estupidez humana que nos rodea? Poco se puede decir. El mayor exponente de ello es haber sustituido a la propia persona por su número de teléfono, eso si tienes la suerte de que el gran hermano te dé un móvil, ¡pagado por supuesto! para tenerte controlado.