
«El editor de La Paseata nada dejó para esta ocasión al impredecible azar y un emotivo discurso dirigido a los presentes vertebró la parte inaugural»
En el emplazamiento de un afamado barrio madrileño, en modo alguno nada fácil de olvidar
puesto que con los epítetos de las Musas, del Parnaso o de las Letras es conocido el lugar,
sitio castizo donde los haya, histórico, bello, emotivo y singular
y del que no hay otro en el mundo hispano que se le pueda asemejar,
convivieron en vida muchos escritores y poetas españoles del Siglo de Oro de la Literatura Universal:
Cervantes, Quevedo, Góngora y Lope de Vega fueron algunos de los que lo habitaron, pero hubo muchos más.
Y aunque fueron excelsos, únicos e imposibles de imitar no careció en ellos la despiadada rivalidad.
Siglos después fueron los ilustrados Jovellanos, Campoamor, Bécquer, Larra y Espronceda los que nutrieron el barrio de intelectualidad.
Y en tiempos recientes, la Edad de Plata, con las generaciones del 98, 14 y 27, culminaría la excelencia del lugar.
Conocido por todo madrileño que se precie como el corazón literario de la ciudad,
preñado de gloriosa historia y rica arquitectura en pleno centro de la gran urbe está;
zona esta del Madrid de los Austrias por demás tranquila, bella, alegre y peatonal,
en cuyo pavimento las citas más famosas de los escritores españoles bordadas en oro brillando están.
El conductor de una prestigiosa revista digital, versada en artículos de opinión de actualidad y también cultural,
tuvo el gusto personal en esta memorable ocasión convocar
en uno de sus rincones a sus más allegados colaboradores para con ellos disfrutar de una comida de confraternidad.
No se puede decir en modo alguno que careciera de encanto y recursos gastronómicos el lugar,
pues a su condición de sala destinada a la distendida reunión social
se anexionaban las virtudes que encierra un restaurante sobrio y peculiar.
Aquí antaño floreció «Casa Mingo» regentada por un asturiano sin igual.
Y después fue el cantautor español «Caco Senante» el que la hizo famosa al aliñar
con el sabroso mojo picón canario las exquisitas papas arrugás.
Incluso sufrió una asombrosa adaptación a la comida latina el local
cuando un italiano de pro la transformó en el «Come prima» cosechando un éxito total.
Y de aquí pasó a manos de uno de sus camareros, chico por demás muy atento y servicial,
derivando con el tiempo el nombre a la «Tapería Parrilla Mi Tintín», que es como se le conoce en la actualidad.
El vino español que preparó el joven que hoy regenta este magnífico hostal
gozaba de todos los atributos placenteros de la buena mesa, menos la frugalidad.
Regado con abundante rubia, y con un soberbio Ribera del Duero para no desentonar,
el jamón curado, y también el queso, todo hay que decirlo, sabían a bocado celestial,
siendo, empero, muchos los platos de la rica cocina española que desfilaron por las mesas sin cesar.
Todo lo tenía amarrado nuestro editor, nada dejó para esta ocasión al impredecible azar;
un emotivo discurso suyo dirigido a los presentes vertebró la parte inaugural.
Y entre viandas y tertulias se sucedían los actos sin solución de continuidad.
Fueron varios los escritores, tras las oportunas deliberaciones de un selecto y prestigioso tribunal,
los que justamente fueron homenajeados por su buen hacer y sobrada capacidad;
y en verdad más habrían sido si hubiesen podido en aquel histórico momento allí estar;
algunos excusaron su presencia porque su actividad profesional andaba con el acto en franca incompatibilidad;
y otros no asistieron por encontrarse en casa postrados por una inoportuna enfermedad.
Todos los presentes fueron por su director acogidos con suma hospitalidad
disfrutando a su vez ellos de su compañía, de su filosofía y de las vivencias de su dilatada vida laboral.
Una bonita agenda de recuerdo les fue entregada a todos como muestra suya de agradecimiento y amistad.
Y si hay alguien más que en esa memorable ocasión se debería destacar
es la dama que coordina el «Buenos días» de la mentada revista, todo en ella generosidad.
Una jornada espléndida, la de aquel uno de diciembre, segundo año de la pandemia mortal,
que a pesar de las muchas restricciones inconstitucionales que a cuenta del virus impuso el gobierno central,
los congregados a este extraordinario evento durante muchos lustros lo habrán de recordar;
encuentro que un servidor, con mucho gusto, ansía de nuevo volver a disfrutar.