
«A sus señorías parece ocuparles e importarles más la trama que, porgamos como ejemplo, el precio de un huevo»
Así, de sonada y escritura simple, podría irritar a oídos y ojos sensibles, pero es el precio de la mágica naturaleza de la gallina, lo que viene a cuento. Al albur del encarecimiento de la energía, los carburantes, los problemas del transporte… y la nada despreciable desidia de ciertos gobernantes y opositores, los precios han tenido una trayectoria ascendente tan rectilínea, que ya la quisiera un misil de Kim Yong-un.
Esclarecedor y, seguro, sumamente descorazonador sería saber cuanto de ese aumento estratosférico repercute en los productores, en este caso los granjeros, “matronas” del huevo. Al halo de tantas razones para subir, cadenas de distribución, grandes superficies, franquicias y otros oteadores de oportunidad, han impuesto todo, prácticamente todo, a no menos de un diez por ciento más.
¿Quién regula o vigila, en algunos casos realmente desmanes, esto? Parece que nadie. La clase dirigente y la que aspira a dirigir, tienen la agenda saturada de otras preocupaciones y versadas en el mantenimiento o la aspiración del poder.
A un año de la gran cita electoral autonómica y municipal (esa que habla del mando territorial), con adelantos incluidos en el encuentro con el sufragio, con un sinfín de sumas y rectas por apoyos y desapegos, sin prácticamente anestesia, se ha extirpado buena parte del poder adquisitivo en general. Con mayor incidencia, sin duda, en los más débiles, quienes miran los céntimos a la hora de la cesta de la compra.
Por medio, los “Secretos Oficiales”, mal llevados en su sigilo, con frecuencia, desde tiempo inmemorial, han regalado todo un “espectáculo” de fuegos artificiales que llevados al puro “escándalo” han servido para desviar la atención de lo que sencillamente a cada cual le importa en su casa. En muchas casas, simplemente sobrevivir.
“Secretos Oficiales” que, a partir de ya, esperemos no sean muy graves ni de insigne importancia, porque en el redil de su rebaño han sido introducidos quienes ni perdieron, ni pierden, ni perderán la oportunidad de llevarse a las ovejas que haga falta con tal de adelgazar a este país, a España. No hace falta ser patriota para verlo, simplemente baste con ser ciudadano.
Así, entre tanta aritmética política para decidir quien se “lleva el gato al agua” o quien lo mantiene, no parece quedar tiempo para discutir y encontrar luces en ese páramo en lo que se ha convertido parta mucha gente, llegar a fin de mes. A sus señorías (no a todas, por eso que generalizar hacer tabla rasa es injusto) parece ocuparles e importarles más la trama que, porgamos como ejemplo, el precio de un huevo. Y ya se sabe, “La trama es el alma de la tragedia”, Aristóteles “dixit”.