No temen a la policía, ni temen la ley, solo temen a Allah. Por Rodolfo Arévalo

No temen a la policía, ni temen la ley, solo temen a Allah. En imagen la portada de Libération de hoy: el ministro del Interior con nariz de Pinocho tras haber culpado a los ingleses del caos en la final de la Champions.

«La violencia en el partido de la final de la Champions demuestra que estos inmigrantes no temen a la policía, ni temen la ley, solo temen a Allah»

Ya estaba tardando, solo de manera aislada e individual se habían producido ataques, agresiones contra los evolucionados, en cultura y modales. Ya lo he dicho muchas veces, si los gobiernos papanatas y asustadizos de por aquí, que temen ser tildados de racistas, no toman las medidas oportunas para devolver a sus países de origen a los inmigrados, incluso de la tercera generación, estaremos abocados a remar o incluso a ahogarnos, más tarde o más temprano, en mares de sangre de compatriotas.

Las culturas y civilizaciones, salvo cuando se trata de individuos de altas capacidades intelectuales y de educación, no son asimilables, porque la capacidad de respetar lo distinto, que es lo autóctono, es para los inmigrantes sin gran inteligencia y fuertes creencias religiosas difícil, máxime cuando su religión, en principio, les predica matar al infiel allá donde se encuentre. Y que no me diga nadie que eso no está escrito, porque lo está en El Corán. Que tampoco se diga que se trata de una interpretación libre de lo que se dice. Me da igual, está escrito y por supuesto no me extraña nada, porque al igual que en la Biblia se dice algo parecido, también se dice en El Corán.

Obviamente las mentes preclaras dirán que eso era en la época en que se escribieron aquellos textos, pero la gente en general que no ha pasado por el Renacimiento y la elevación cultural que entonces se produjo, es incapaz de entender esto. Para los que viven bajo la religión Musulmana, la palabra de Allah es inamovible y por supuesto Mahoma es un profeta al que hay que seguir pies juntilla y ojos cerrados vaya dónde vaya. Es evidente que en un determinado nivel cultural e intelectual, esto es totalmente descabellado, pero estamos hablando de ahora, en Europa y del pueblo llano pero, no necesariamente muy listo tampoco, con la fe del carbonero.

Basta un Imán díscolo, o a las órdenes de intereses lejanos contra Europa, para servir de faro brillante al que seguir en la oscuridad de los infieles. Es más, algunos pueden creer incluso que una parte de ciudad ocupada por ellos es territorio suyo, conquistado al infiel, en el se advierte a dicho infiel, con carteles, que no debe entrar sino quiere padecer ataques o cualquier otro tipo de agresión.

La manía de los informativos de obviar las nacionalidades de los violadores en España, cuando generalmente se trata de Magrebies, indica el grado de hipocresía de los medios o por lo menos de los que dan las consignas a los jefes de informativo. Hemos visto los acontecimientos posteriores al partido de fútbol de la final de la Champions en París. Los inmigrantes que viven en Francia no temen a la policía, ni temen la ley, solo temen a Allah.

Me llevé una desagradable sorpresa cuando hace ya nueve años fui a ver Le Havre, la ciudad en que se desarrolló mi niñez desde los cinco a los diez años. Realmente poco había cambiado, la ciudad era la misma con solo pequeñas variaciones en los transportes públicos y poco más.

Mi colegio, el Pensionat Sant Roch permanecía dormido en el tiempo, tanto el edificio, como el recreo y los alrededores, conservaban las mismas imágenes que yo portaba de antaño, algo así como si no hubiesen pasado cincuenta años. Encontrarse con la infancia es emotivo y me brotaron algunos lagrimones.

La playa permanecía dormida con sus guijarros enormes y ausencia total de arena, como entonces. Solo el paseo marítimo había sufrido algunos cambios. Proliferaban las casetas, creo que de alquiler por año y algunos chiringuitos, que en mi otro tiempo allí no existían. Las gaviotas, símbolo inequívoco de Le Havre seguían allí, por cientos, revoloteando y posándose en todo lugar. Los graznidos, a coro, casi estereofónicos, se extendían por toda la playa, mientras algún carguero pasaba relativamente cerca de la orilla playera, dado que se trataba de grandes mercantes. Las sirenas graves y profundas de estos monstruos, recordaban mi pasado, vino a mi la última vez que las oí, ahora volvían a sonar en mis oídos y los recuerdos cobraron vida, mi hermana, mi padre y mi madre, la nieve que me llegaba allí en pleno invierno por la cintura, el muro que cerraba una parte de la zona y del que yo saltaba a los guijaros, creyendo hacer una proeza de salto en paracaídas, se me había convertido en minúsculo murete de apenas medio metro de altura.

Apareció en mi sueño el Chevrolet Corvair verde de mi padre en el que nos leía unos tebeos que previamente había comprado en la estación, al otro extremo del paseo central de la ciudad, ocurría los Domingos y tras este paseo en coche. Luego Papá nos pedía silencio para leer el periódico, mientras mi hermana y yo mirábamos las viñetas de las “Aventuras de Silvan et Silvette”. Luego volvíamos a casa donde mi madre siempre había preparado cacao con leche calentito y galletas para desayunar.

Esos recuerdos de una Francia inocente y culta, Europea y bella había cambiado ya hace esos siete u ocho años. Por la noche a eso de las nueve de la noche individuos de raro pelaje invadían aceras y establecimientos, eran la mayoría extranjeros, africanos, ruidosos, nada que ver con las tranquilas noches de años atrás. No apetecía pasear por ningún lado, así que regresábamos al hotel. En la Capital por supuesto era algo diferente París es París, y el centro en donde se encuentra la Torre Eiffel, nada tiene que ver aún hoy con lo que he contado más arriba, es la ciudad del turista, del carterista y dónde se mezclan individuos de todo origen, genero y situación.

Pero la verdad, después de ver la batalla campal cerca del estadio de fútbol en la final de la Champions, Francia se me ha roto para siempre y eso que yo nací allí. Pero sí, ya estaba tardando, solo de manera aislada e individual se habían producido ataques, agresiones contra los evolucionados, en cultura y modales, Europeos. Lo he dicho muchas veces, si los gobiernos papanatas de por aquí, que temen ser tildados de racistas, no toman las medidas oportunas para devolver a sus países de origen a los inmigrados, Europa y digo Europa, porque pasará por doquier incluida España sino tomamos las medidas oportunas, acabará sumida en la sangre de sus hijos nativos. La selva esta aquí y la crueldad y fiereza aguardan, sacando las uñas expectantes.

Rodolfo Arévalo

Nací en Marsella ( Francia ) en 1954. Viví en diversos países debido a los destinos que tuvo mi padre ( diplomático ). Estudié en colegios franceses hasta la edad de 12 años. Estudié bachillerato y COU en el colegio Nuestra Señora del Pilar de Madrid. Estudié música en el Real conservatorio de música de Madrid, formé parte y pertenecí a varios grupos musicales entre ellos “ Los Lobos “. Creé varios grupos musicales de Pop Rock. Toco el bajo y compongo canciones, música y letra. Estudié Fotografía general y publicitaria, diplomatura (dos años) de cinematografía e Imagen y sonido equivalente a Técnico Superior de Imagen y Sonido. Soy socio Numerario de la SGAE desde el 1978. Pertenezco a la Academia de Televisión. Soy un gran lector de libros de ensayo, divulgación y de vez en cuando novela. En el año 1985 Ingresé por concurso oposición a TVE. Fui ayudante de realización y realizador. En el año 2009 me pre jubilaron muy a mi pesar. En la actualidad estudio programas de tratamiento de imagen. He escrito varios guiones de cortometraje y realizado el que se llamó “ Incomunicado “, tengo otros en proyecto. Soy muy crítico conmigo mismo y con lo que me rodea. Soy autor de las novelas “El Bosque de Euxido” y "Esclavo Siglo XXI publicadas en Ediciones Atlantis. También me gusta escribir prosa poética. Me he propuesto seguir escribiendo novela.

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