Suponer que todo el mundo es un infractor es mucho suponer. Por Rodolfo Arévalo

Suponer que todo el mundo es un infractor es mucho suponer.

«Suponer que todo el mundo es un infractor es mucho suponer. ¿No habría que parar a quién realmente dé signos de embriaguez y no a todos?»

La una de la madrugada, mi hijo me llama desde Moncloa porque perdió el autobús de regreso al pueblo y no hay otro hasta las seis de la mañana. Estaba a punto de meterme en la cama, pero como buen padre hago de tripas corazón y me visto de nuevo para acercarme a buscarlo. Camino de Moncloa por la nacional seis, veo en el sentido contrario una pequeña retención, la achaco a un accidente y sigo hasta mi destino.

Una y media de la madrugada, llego a Moncloa en concreto a la salida del intercambiador que está junto a la esquina del Ministerio del aire. Estaciono al lado de la puerta de Ministro en la que, en el setenta y cinco tantas guardias hice, y espero con paciencia. Mi hijo me llama al móvil para decirme que el metro en el que viene está llegando a la estación, vamos que le quedan veinte minutos para llegar a Moncloa. Pienso que al menos no tendré que esperar tanto y que volveremos a casa relativamente pronto.

Efectivamente al cuarto de hora o veinte minutos mi hijo aparece y abre la puerta del coche, yo empezaba a cabecear levemente, estaba cansado. Arranco y rodeo el Ministerio del Aire, recordando los puestos de guardia en los que había estado tantas veces hace más de cuarenta años. Giro a la izquierda en calle de Romero Robledo, en la primera vuelvo a la izquierda hasta el Paseo de Moret, por el que subo de nuevo hasta el intercambiador de transporte para coger la carretera de la Coruña en dirección Majadahonda.

Estoy contento, no ha sido para tanto en unos minutos regresaré a Villanueva del Pardillo y luego a la cama. Hago más o menos unos cinco o diez kilómetros. De repente el tráfico se va ralentizando hasta que la parada se hace total y pesada, lenta, aburrida, inaguantable. Como si de un atasco en hora punta se tratara todos los vehículos estamos casi detenidos o letalmente detenidos, unos conos de color rojo con franjas blancas colocados en el suelo, sobre el gris asfalto, nos marcan un recorrido acotado. Vamos nos han puesto un caminito del que no puedes salir para que lo sigas obligatoriamente.

Tras recorrer unos metros veo como unos policías van parando sucesivamente a todos los coches que van delante de mi. Mi cabreo va en aumento, ¿cómo se le ocurre a algún avispado de la Dirección General de Tráfico poner un control en una carretera un jueves a las dos de la mañana? Por si acaso me acuerdo de toda su familia. Pues sí, tal avispado, que estará en su casa tan calentito, lo pone. ¡Vaya si lo pone por Dios!, un simpático agente me pregunta que si he bebido hace poco, le digo que sí, que me acabo de tomar un café con leche hace una hora. Me mira como si yo fuera un autentico bobo y me dice que entonces no me importará soplar en un alcoholímetro, le digo que le debería valer con mi palabra, pero que no, que no me importa soplar en el tubito de las narices aunque me estén jodiendo hasta el corvejón.

Saca un aparato para soplar, yo no atino a hacerlo como debe de ser. Primero porque no he soplado en eso en la vida y segundo porque no tengo porque haber nacido sabiendo o listillo. Le digo que me explique cómo soplar, lo hace, puedo observar en su cara un gesto un poco de pitorreo. Empiezo a soplar pero el aparato no marca. El agente me dice que intente soplar más fuerte y de manera continuada, así lo hago y tras quitarme el trasto de la boca le digo: “si quiere le digo, sin mirar, lo que marca”, me mira y pregunta: ¿cuánto? Le respondo cero, cero. Exactamente dice. Vale contesto eso ya se lo hubiera dicho yo, no le parece. No contesta nada. Buenas noche, dice, puede continuar. Bien pero ya me ha hecho perder diez minutos en los que podría haber llegado a mi destino.

Al final me acabo cagando mentalmente en todos los sinvergüenzas que hay sueltos por este mundo de gilipollas, en el que hay drogadictos a “puñaos”, alcohólicos, que ni se sabe y pienso que siempre tienen que pagar los demás por la tonterías de los giliflautas, vamos lo mismito que estamos pagando los que votamos otras cosas con el gobierno de nuestro “insigne gran Yoyó presidente”.

Esos son los momentos en los que te gustaría decirle al Director General de Tráfico: “Oiga y por qué en vez de joder al personal a altas horas de la madrugada no se pone usted a controlar cómo las normas de circulación en las rotondas se las mete el personal a guisa de supositorio». Me respondo a mi mismo, ¿será que él tampoco las respeta si no, no tiene explicación? ¿Porqué en vez de tratar de sacar impuestos a través de multas para que nuestro Presidente pueda gastárselo en aviones para Venezuela y otros caprichos, de nuevo rico enrollado, no trata de restringir gastos inútiles en ayudas absurdas y abusivas a sus amiguetes de izquierdas?

Yo no sé los demás, pero cuando ocurren estas cosas, más si no tengo culpa de nada, me llevan los diablos. Menuda mierda de sociedad hemos creado, meapilas de las izquierdas y ultraizquierdas incluidos, por mi que les vayan dando a todos ellos por la retambufa. A la una de la madrugada, mi hijo me llama desde Moncloa porque perdió el autobús de regreso al pueblo y no hay otro hasta las seis de la mañana. Estaba a punto de meterme en la cama, pero como buen padre hago de tripas corazón y me visto de nuevo para acercarme a buscarlo. Y luego todo lo demás, mal rayo les parta, porque presuponer que todo el mundo es un infractor es mucho suponer. ¿No habría que parar a quién realmente dé signos de embriaguez y no a todos los bobos que como yo deberíamos tener regalos por hacer buena conducción según las reglas establecidas? Pero no, eso ni hartos de whisky.

Rodolfo Arévalo

Nací en Marsella ( Francia ) en 1954. Viví en diversos países debido a los destinos que tuvo mi padre ( diplomático ). Estudié en colegios franceses hasta la edad de 12 años. Estudié bachillerato y COU en el colegio Nuestra Señora del Pilar de Madrid. Estudié música en el Real conservatorio de música de Madrid, formé parte y pertenecí a varios grupos musicales entre ellos “ Los Lobos “. Creé varios grupos musicales de Pop Rock. Toco el bajo y compongo canciones, música y letra. Estudié Fotografía general y publicitaria, diplomatura (dos años) de cinematografía e Imagen y sonido equivalente a Técnico Superior de Imagen y Sonido. Soy socio Numerario de la SGAE desde el 1978. Pertenezco a la Academia de Televisión. Soy un gran lector de libros de ensayo, divulgación y de vez en cuando novela. En el año 1985 Ingresé por concurso oposición a TVE. Fui ayudante de realización y realizador. En el año 2009 me pre jubilaron muy a mi pesar. En la actualidad estudio programas de tratamiento de imagen. He escrito varios guiones de cortometraje y realizado el que se llamó “ Incomunicado “, tengo otros en proyecto. Soy muy crítico conmigo mismo y con lo que me rodea. Soy autor de las novelas “El Bosque de Euxido” y "Esclavo Siglo XXI publicadas en Ediciones Atlantis. También me gusta escribir prosa poética. Me he propuesto seguir escribiendo novela.

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