Madrid envejece. Por Vicky Bautista Vidal

Madrid envejece. Ilustración de Tano

«Y, ahí voy yo, un bulto más entre la multitud y contemplo el presente. ¡Es tremendo! ¡No me lo puedo creer! ¡Somos una multitud de viejos!»

 
El pulso de la calle se toma en la calle. Y no por parte de una empresa de estadísticas a la carta y según quien pague.
Es el ciudadano de a pie el que puede, con el conocimiento de lo cotidiano, explicar su entorno.
 
Circunstancias vitales me traen a Madrid, a mi barrio de toda la vida. Mi mundo desde los nueve años transcurrió especialmente entre Cuatro Caminos y la Plaza de Castilla. Hasta que la vida me llevó a otras ciudades y otros lugares de esta nuestra España variopinta, especialista en denigrarse a sí misma aceptando lo inaceptable por que sí. Por llevar la contraria y porque nunca la mayoría de los españoles estuvieron demasiado interesados en su patria, concepto este: “Patria”, sin sentido para muchos.
 
Pero no es momento para lloriquear acerca del mundo político ni de arrancarse las vestiduras y mesarse el cabello por la ruina que estamos padeciendo, gustosamente gracias a todos aquellos votantes y simpatizantes que año tras año y escalón tras escalón, especialmente a partir del 11 de marzo del 2004, han ido elevando sobre la punta de la pirámide gubernamental a la escoria más selecta entre las escorias. Que hasta lo peor tiene niveles, siendo en lo peor, lo más abyecto lo primero.
 
No deseo poner mi atención en esos personajes que alguien mueve en el guiñol por qué cada vez estoy más lejos y siento que mirarlos, escucharlos, pensarlos, me contamina de alguna manera. 
 
Ladrar a la luna en la cima de la montaña de la desesperación no es una solución a nada. Los lamentos en las redes sociales son solo eso, lamentos de un día, que se irán comiendo otros lamentos subsiguientes sin que la cosa sirva más que para matar aburrimientos y para que algunos consideren que están haciendo algo pues ponen preciosos “me gusta” y corazones palpitantes en los comentarios. Y para que muchos de los aulladores, se diluyan en la oscuridad de una depresión sin solución al ver lo poco que ayudan, pese al entusiasmo, la buena voluntad y el deseo de mejorar cosas.
 
En fin, ya me iba perdiendo por los cerros de Úbeda: muy típico de esta que lo es de ustedes, cuando quiere decir algo. En mi barrio de toda la vida, el corazón del pueblo trabajador madrileño, se han sucedido oleadas de invasiones. Chinos especialmente, después sudamericanos, árabes…
 
Nada que objetar ahora.
 
Engancho un bolsito a mi hombro y así, echa una facha, salgo a la calle de Bravo Murillo, que bulle de vida y movimiento; y camino sin rumbo solo contemplando un paisaje humano que merece ser contemplado.
 
¿Cuántas caras y cuerpos ha mirado usted a lo largo de su vida? ¿No es excepcional que no haya nadie igual a otro y que los cientos de miles, millones de rostros sean diferentes, siendo como tienen las mismas características: dos ojos una nariz y una boca?…
 
Esa diversidad no puede ser fruto más que de una voluntad artística superior que no tolera la uniformidad. Dios se manifiesta de todas las maneras.
 
Y, ahí voy yo, un bulto más entre la multitud. Escondida tras mis gafas de sol contemplo el presente. ¡Es tremendo! ¡No me lo puedo creer!¡Somos una multitud de viejos!
 
De cada cien personas que veo 90 superan con creces los sesenta años. Muy pocos jóvenes y emigrantes hoy. Todo son pasos lentos, cabellos escasos y bastones… Necesito pararme un momento y tomar Oxígeno. ¡Me he desinflado!
 
Esta vez la sorpresa no se debe a invasiones de visitantes o crecimiento demográfico extranjero… Madrid, el Madrid que conocí, decrepito, espera su fin. Otros vendrán después a llenar el hueco, pero ¿Quiénes?
 
¡No he visto niños!… ¡Ya, ya, el colegio!… Pero, ayer tampoco vi… y no era hora de colegio.
 
Nos vamos yendo. Y tenemos ayuda.
 
¿Cuántos han caído ya por el COVID, ese pasajero invisible en el tren de la muerte?
 
Cierto es que la población no ha crecido más debido a causas aparentemente naturales, como la economía, los problemas ambientales y, por qué no decirlo: El egoísmo.
 
Mi amiga más cercana: Lolaika, mantiene una curiosa teoría: Dice, que La “Élite” cuyos adalides son Gates, el señor de Facebook y otros poderosos, han encontrado, mejor dicho, adquirido, sustraído, comprado, la solución a la vida eterna. Por ello, deben vaciar medio mundo, para hacer sitio a ellos y los suyos puesto que, al no morir, por poco que se reproduzcan el planeta se llenará sin remedio.
 
De ahí que el mito maniaco del flequillo de tonto de pueblo (Ahora se lo ha puesto de lado) de Bill Gates, se está apoderando de todas las tierras de cultivo del mundo. Porque, los eternos, tendrán que enfrentarse a los mortales y mantener su poderío, mientras estos, van cayendo por hambre, enfermedades o desesperación…
 
Es Lolaika quien lo piensa: Ella es así. Pero… Como dice mi admirado humorista José Mota: “Ya se que no, pero… y si, ¿sí?”
 
Esperamos que, si ese fuera el caso, ese aliento que nos sustenta y que es el artífice de todo, envíe un soplo ardiente que borre de la faz de la tierra a esa llamada Élite y toda su soberbia. ¡Vamos!, no esperamos, decretamos también, -¡No van a ser ellos más que nosotros!- por la parte que nos corresponde, que ya es hora de que la Justicia Ciega haga algo en este planeta poblado por tribus poco evolucionadas.
 
¡Hombre ya!

Vicky Bautista Vidal

Nací en Madrid. Y como a casi todos los madrileños, todo el mundo me parece cercano y de casa: es el carácter de la ciudad. Esto me ha ayudado después para congeniar con toda clase de personas en los diferentes sitios donde viví. Soy curiosa, inquieta, autodidacta y un pelín dispersa, precisamente por que me siento atraída por muchísimas cosas, escribir es una de ellas. Lo hago al golpe de víscera, según el momento y me faltan algunas vidas para alcanzar a Cervantes o alguno de los inmortales.
Soy la primera sorprendida por que observo como últimamente me meto en berenjenales de opinión acerca de asuntos políticos, cuando en realidad, la Política, me importó un bledo toda la vida.
Puede ser sentido común herido o un amor recién descubierto por España y su unidad. No milite, milito o militare en nada. Pero estoy de parte de la razón y el sentido común.
Defenderé a cualquier gobierno que me facilite la vida y reprochare sin pausa a quienes me la incomoden.
La Libertad es para mi la única joya a lucir, la lógica una herramienta y creo que sin pasión por algo, poco se puede conseguir.

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