No pasa un día sin que suceda algo infausto en España. Por Vicky Bautista Vidal

No pasa un día sin que suceda algo infausto en España. Ilustración de Zolxoníssimo

«No pasa un día sin que suceda algo infausto en España y un puñado de nativos nos limitamos a vestirnos de plañideras y a lloriquear en las redes»

No pasa un día sin que suceda algo infausto en España. Pero, durante los últimos tres años, nuestros medios olvidaron de repente cualquier cosa que no fuera el Coronavirus. Hay que ser valiente y armarse de paciencia para el recorrido, mando en ristre, de una miserable televisión más cutre cada día.
Hay que tener bemoles para hacer lo mismo en unas redes contaminadas donde se hunden famas y se elevan o se destruyen reputaciones a golpe de voluntades pagadas y perfiles falsos.
Insinuaciones hipócritas o clarísimas arengas, inclinan por parte de tontos mantenidos en las diferentes cadenas a diseñar la ruina y evidenciar el chapapote global que se está apoderando del mundo sin que este se aperciba.
En la primera cadena, por ejemplo, iban de caritativos… Nos llenaron de historias sensibles acerca de la precariedad actual. Por supuesto, nadie nombro al inútil gobierno:
–“Es la pandemia”–
Que, además de machacar pulmones y sistemas venosos se metió en la economía y en la miseria paiseña. Y la culpa la tenían los no vacunados… Tranlará, tranlará, oé, oé, oé…
Ahora es “La guerra de Ucrania”, lo cual también ha servido como yunque para el martillo destructor.
Y se quedaron como una campana y además nos regaron con infinitos casos de defenestrados por el virus este tan a huevo propiedad de la miseria que quiere destruir el planeta de forma global; y ahora, con imágenes de cadáveres ucranianos convenientemente colocados en tumbas individuales que huelen no solo a muerto, sino a teatro de tanatorio político que, los invasores o enemigos, no suelen tener tiempo más que para escarbar fosas comunes donde arrojar a sus asesinados.
La erupción del volcán de La Palma ayudó y entretuvo también un poco más para que los cantamañanas a sueldo siguieran conteniendo a las multitudes con la tremenda tragedia de la isla canaria.
Y es que somos una tribu en mitad de la galaxia “Ernesta”, dominada por curanderos y brujos sin plumas que desprecian, además, a las criaturas que confían en ellos.
He cambiado el nombre a la Galaxia que nos contiene porque creo que no merecemos ni siquiera un lugar digno entre la montonera de cuerpos celestes. Aunque quizá sí, pero nuestra naturaleza crédula, egoísta y manipulada no permite mucho circular el aire para los que respiran aquí.
Precioso planeta el nuestro, pese a todo, habitado por seres especiales de cuatro patas y por animales peligrosos de dos. Poseedor de fallos comunes a la raza que son nuestra perdición, como el de esperar siempre que algo o alguien nos salve de lo que algo o alguien ha provocado.
El miedo, inyectado desde no se sabe qué ley cósmica, por la que una multitud de millones puede ser encaminada al abismo, a la tortura, a la muerte, a la esclavitud, por unos pocos; cuando la lógica indica que, si nuestra naturaleza fuera menos cobarde y nos importara menos la muerte, como olas del mar podríamos provocar en masas sunamis de incalculable resultado, destruyendo en segundos enormes estructuras de poder abusivo. Pero ¿A ver quién es el primero que se lanza a la cabeza de la horda de desesperados conociendo que también será el primero en caer en beneficio de los que corren detrás?, si es que llegan a hacerlo que no está tan claro.
¡Ay! ¡Ese instinto de conservación que a tantos protege individualmente y que ha matado cíclicamente a otros tantos en masa!
Ahora, un puñado de nativos de la tribu nos limitamos a vestirnos de plañideras y a lloriquear sin consecuencias desde las redes por un pequeño punto llamado España, en este globo azul situado en la galaxia “Ernesta”. Apelativo este: España, que hiere profundamente, no se sabe por qué, a una parte de los especímenes surgidos allí, y que ha sobrevivido a sí mismo pese a los esfuerzos de la ignorancia.
No hace mucho, grupitos de especiales que salían a las calles, ya no, armados con cacerolas; y a las redes, armados de fantochadas falsas que los inocentes creían, consiguieron la miseria añorada y ahora la disfrutan encaramada al poder. Aunque ellos ya eran ricos, su imaginación sobre lo que debía ser un rico los convirtió en lo que soñaban, creyéndose, al modo tarugo, herederos y adalides. Salvadores de los pobres imaginados que empezaron a reproducirse de nuevo cuando el infame PSOE llegó al poder de la mano de un tipo con chaqueta de pana que ahora viste de Armani y es dueño de media Argentina, llamado Felipe González, y cuya puntilla dio el infausto Zapatero. Y que han entronado al falso profeta Sánchez, el melifluo, que ha llevado a todos al desastre total hipotecándonos a mafias políticas, a misteriosos soberanos ocultos, a lo que sea con tal de sentir su trasero sobre el caliente sillón presidencial.
Y una vez ocupado el lugar que imaginaban, sus lideres, comenzaron a comportarse como imaginaban a los ricos: ladrones, explotadores, golfos, oportunistas, manipuladores, traidores…
Los fanáticos seguidores de la izquierda son una especie reflejada en una parábola: La del hombre que disfrutaba oprimiendo su propia nuez hasta tragársela y morir asfixiado pero sonriente porque se había salido con la suya.
Y llegó la pandemia con sus ridículas 5, 6, 7 8… oleadas, para enriquecer a los brujos de siempre, excusar el fracaso y acallar con cantinelas a los inocentes y a los imbéciles; que no es lo mismo un inocente que un imbécil, pero que se parecen mucho.
Muchos se aferran como consuelo a esa satisfacción infame que sentimos cuando nuestras creencias, nos prometen que todos esos malotes que nos hunden a nosotros y a nuestros hijos recibirán un inmenso castigo en la otra vida procedente de Dios, Alá, El Karma… con lo cual nos sentimos justificados de antemano y vengados para toda la eternidad, reflejando con este sentimiento lo generosos, nobles y buenotes que somos, que, nos conformamos con la hipotética posibilidad futura de refocilarnos sádicamente pensando en cómo miraremos desde allí arriba, detrás de una cómoda y calentita nube rosada, las torturas eternas de un puñado de gentuza allá abajo, y poniéndonos al nivel de ellos porque somos de la misma calaña y muy tacaños a la hora de gastar nuestra limitada provisión de inteligencia y sobre todo de lógica y generosidad. Es decir, un típico consuelo de tontos.
Que lo diga Thor, el peliculero Dios del Trueno y su martillo: “¡A Dios rogando y con el mazo dando!”: Esa la fórmula para no tener que esperar la revancha por parte del “primo de Zumosol divino” y tomar parte de una vez en nuestra propia defensa con actos.
Si fuéramos capaces de invadir instituciones en nuestro provecho y no solo en la muerte de un ídolo del futbol, como sucedió en Argentina, que las hordas estuvieron a punto de llevarse por delante la casa Rosada por un quítame allá ese muerto del deporte, cambiaríamos en nuestro beneficio el mundo de un día para otro, evitando que unos pocos, tuvieran que arder eternamente allá abajo o padecer vidas miserables aquí arriba mientras nosotros, “los buenos”, debíamos ser testigos, también por toda la eternidad, de semejante escabechina.
Si los contemplamos caritativamente, que también, las generaciones están ahítas de violencia. Los errores de los déspotas del siglo XX dejaron a los hombres hartos de sangre, de muerte, de frustración. Por ello, los espíritus siguen pasmados sin fuerza para reaccionar ante el inicio de nuevas confrontaciones que tampoco son naturales.
Para el testigo es agotador contemplar a cientos de miles quejándose hoy de lo que se quejaban ayer, pero cambiando las caras de los culpables, sin sentirse nunca responsables y esperando al avatar de turno que les saque las castañas del fuego, que ya se lo cargarán después de que lo haga, que la tribu tiene sus reglas no escritas.
El cuento chino de que la Tierra está demasiado poblada es absurdo y si el hombre dedicara su mucha inteligencia en favorecer el estudio de su mundo y de sus habitantes por el bien de todos y estudiase la causa y solución de los problemas mentales y físicos de la raza, quizá llegáramos a ser lo que deberíamos ser.
Entonces ya seriamos dignos ciudadanos no de la hortera galaxia Ernesta, sino de la gran Vía Láctea y sus mundos y munditos.
Nunca mejoraremos si no somos capaces de superar nuestro complejo de inferioridad y de matizar el miedo inyectado causante de tanto dolor.

Vicky Bautista Vidal

Nací en Madrid. Y como a casi todos los madrileños, todo el mundo me parece cercano y de casa: es el carácter de la ciudad. Esto me ha ayudado después para congeniar con toda clase de personas en los diferentes sitios donde viví. Soy curiosa, inquieta, autodidacta y un pelín dispersa, precisamente por que me siento atraída por muchísimas cosas, escribir es una de ellas. Lo hago al golpe de víscera, según el momento y me faltan algunas vidas para alcanzar a Cervantes o alguno de los inmortales.
Soy la primera sorprendida por que observo como últimamente me meto en berenjenales de opinión acerca de asuntos políticos, cuando en realidad, la Política, me importó un bledo toda la vida.
Puede ser sentido común herido o un amor recién descubierto por España y su unidad. No milite, milito o militare en nada. Pero estoy de parte de la razón y el sentido común.
Defenderé a cualquier gobierno que me facilite la vida y reprochare sin pausa a quienes me la incomoden.
La Libertad es para mi la única joya a lucir, la lógica una herramienta y creo que sin pasión por algo, poco se puede conseguir.

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