
«Independientemente del sentido religioso o no que cada cuál le quiera dar, una cosa es indiscutible, la Navidad es la fiesta, la gran fiesta de la familia»
Efectivamente, un año más está al borde de su final. No ha sido nada bueno este año, salvo quizás por la lucha que va ganando la sociedad contra el coronavirus. Está claro que la humanidad como grupo es resistente y sabe defenderse. Pero los individuos aislados no tienen nada que hacer frente a la violencia de la naturaleza y algún día esta acabará con nosotros lo mismo que un meteorito acabó con el dominio de los dinosaurios. En nuestro caso, no creo que sea un meteorito quién nos barra o aplaste, será más bien nuestra soberbia, vanidad e insolidaridad. Dicen algunos que la excesiva racionalidad será la causa, no lo sé. Afortunadamente en el mundo hay todavía mucha empatía entre las gentes, por lo menos las que habitan lo que se llama occidente, y cada año celebramos la Navidad.
Independientemente del sentido religioso o no que cada cuál le quiera dar, una cosa es indiscutible, la Navidad en realidad es la fiesta, la gran fiesta de la familia. El niño Jesús, infante desvalido, atendido por la Virgen María y el carpintero José, rodeado de un burro y una vaca, adorado por pastores con ovejas y obsequiado por los Reyes Magos. Anunciado por un Ángel del cielo, bien podría éste representar los medios de comunicación actuales. Los serios, los que no mienten y conservan los valores primigenios que deben persistir. Odiados por los enemigos de la libertad, deben publicitar la buena nueva consistente en desear la paz en la Tierra a los hombres de buena voluntad.
A fe mía van quedando cada vez menos personas que sepan conservar este sentido y razón de ser de la vida de los hombres. No todos los humanos son conscientes de la fuerza biológica, social y cultural de la familia y es una pena, porque vayas donde vayas, suele ser verdad de manera independiente de la cultura y la religión que la familia es el icono, y la realidad por excelencia, de la unión frente al vacío exterior ser humano. Es reconfortante pensar en la fuerza del grupo familiar primigenio que debía defender a sus miembros frente a cualquier tipo de enemigo, incluida la impotencia y soledad sentida frente a las fuerzas de la naturaleza y la maldad de otros factores.
Esta es una de las razones por las que aún no siendo creyente, me parece que la Navidad hay que celebrarla y alegrarse del símbolo de unión de la más pequeña de las células de la sociedad. Esa célula es la que se empeñan en romper los adalides de las tiranías, porque sin unión de grupo familiar todo es posible. Todo esto que puede ser considerado por muchos una mera construcción social, trasciende, es realmente algo basado en la biología, en los genes en la proximidad genética de los familiares y de los propios seres humanos por el hecho de serlo.
Toda la historia del ser humano está contada en el portal de Belén, la del grupo indefenso frente a factores hostiles que hace núcleo y piña, para dar la seguridad y calor a un indefenso ser humano. Hay que tener muy mal fondo, carecer de empatía e incluso tener problemas psicológicos graves para decir que las fiestas de Navidad son una lacra que conmina a los seres humanos y los engaña hasta con regalos, diciéndoles que los traen seres de ficción. Un diputado de Podemos se ha pronunciado en este sentido y yo me compadezco de sus hijos, pues quitarles a los niños la ilusión, la magia y la inocencia es lo peor de lo peor que se le puede hacer a una persona, por muy infantil que sea.
Lo que mueve el mundo es la mentira, lo decía Revel, pero la mentira que genera ilusión y esperanza debiera ser esperada como agua de Mayo para nutrir el espíritu de los sueños y empeños que hemos esgrimido como seres humanos durante toda la vida en este planeta. Usamos para ello diversas motivaciones, pero entre ellas la más humana es la que defiende la fiesta de la familia. Efectivamente, un año más está al borde de su final.
No ha sido nada bueno este año, salvo quizás por la lucha que va ganando la sociedad contra el coronavirus. Está claro que la humanidad como grupo es resistente y sabe defenderse. Pero los individuos aislados no tienen nada que hacer frente a la violencia de la naturaleza y algún día ésta acabará con nosotros, lo mismo que un meteorito acabó con el dominio de los dinosaurios, pero hasta entonces la humanidad, será por fortuna buena para la humanidad y si sabemos luchar contra los desequilibrios que producimos como superpoblación, mereceremos ocupar esta isla azul en la inmensidad del espacio y celebrar la humanidad como algo importante, porque somos los únicos animales conscientes de la importancia de ser. Por eso es bueno desear, exista Dios o no, gloria a Él en el cielo y en nuestra pequeña tierra, paz y amor a los hombres de buena voluntad. FELIZ NAVIDAD Y AÑO NUEVO.