Las endemias de los países ricos. Por Amando de Miguel

Las endemias de los países ricos

«En los países considerados como ricos, la población conserva la viejísima avidez por proveerse de grasa animal, de lo dulce y lo salado»

Por una vez, seamos generosos y contemplemos el viaje de la humanidad, a través de, de los milenios. Nuestros antepasados remotos llevaban mucho tiempo, calvariando por las selvas y los valles de Europa. La lenta evolución hizo que, hace unos treinta mil años, se produjeran verdaderos acontecimientos revolucionarios. Primero, con el final de la glaciación, se fue retirando la zona castigada por las continuas heladas. Sobre la tierra algo más cálida coincidieron dos especies humanas: los neandertales y el homo sapiens. Estos últimos procedían de África oriental y se encontraban más adelantados que los neandertales. El encuentro inicial se produjo, seguramente, en el actual territorio de Israel, el ombligo de tantas culturas. Lo fundamental fue que esa mixtura de especies trajo consigo el habla articulada y, sobre todo, el sedentarismo. Algunas expresiones del nuevo estilo de vida fueron las primeras aldeas, las estatuillas de las “Venus esteatopigias” (culto a la fertilidad) y las pinturas rupestres.

Hasta ese momento crucial, nuestros lejanos antepasados habían sido impenitentes nómadas, más que nada por estricta subsistencia. Para subsistir, necesitaban proveerse de tres sustancias básicas: (1) grasa animal, a poder ser de grandes mamíferos. (2) frutas, bayas y miel silvestre. (3) sal. Duró tanto tiempo la búsqueda de esos tres elementos de la dieta, que, todavía, hoy, nos acucian como una necesidad apremiante. Se han llegado a convertir en la expresión de los deseos del gusto placentero. El problema es que esa avidez de lo graso, lo dulce y lo salado (francamente, apetitosa), ya, no resulta tan imprescindible para los citadinos actuales. Es más, la humanidad occidental del último siglo se ha ido percatando de que no es bueno para el organismo un exceso de grasa animal, de azúcar o de sal. El dilema continúa, pues se trata de una combinación, sumamente, placentera. En nuestro mundo priva el valor de “disfrutar de la vida”. La ingesta de los tres famosos ingredientes dietéticos se ha acelerado con la industria conservera y los alimentos procesados. Van desde las patatas fritas (el alimento universal) o las pizzas a todo tipo de conservas, sopas preparadas, yogures y bollería; es decir, medio supermercado.

Todavía, hoy, la humanidad sigue padeciendo la endemia de las enfermedades contagiosas; por ejemplo, la malaria. Pero, se circunscribe a los países considerados como “pobres” (oficialmente, “en vías de desarrollo”). Bien es verdad que la reciente pandemia del virus chino nos ha recordado que la humanidad toda sigue amenazada por las infecciones víricas. Para combatir las cuales no hay nada parecido a los antibióticos contra las bacterias. No es la única amenaza contra la especie humana. En los países considerados como “ricos”, la población conserva la viejísima avidez por proveerse de grasa animal, de lo dulce y lo salado. Es una especie de triunfo de lo gustoso para mitigar el recuerdo de las pasadas hambrunas. La triada indicada, ya, no se necesita en grandes cantidades, pero, la apetencia de tales ingredientes de la dieta se ha convertido en una verdadera adicción. Se fomenta por la ubicua industria de los alimentos procesados. Una consecuencia no deseada es una población con una tendencia al sobrepeso. El efecto inmediato es la rápida expansión de la diabetes y las enfermedades del corazón. Esas son las verdaderas endemias de los países “ricos”. Cuesta reconocer que la población se adaptará a una reducción drástica de los tres famosos elementos de la dieta ancestral y placentera.

No escribo a tontas ni a locas, pues acabo de ingresar en la cofradía de los diabéticos. Es la versión radical de los que necesitan la correspondiente inyección cotidiana de insulina. Apoltronado como estoy, me resulta arduo tener que caminar, de cutio, por la carretera, como acostumbraba a hacer Miguel de Unamuno. El vasco de Salamanca, al morir, solo, tenía catorce años menos de los que yo acumulo. Es el sino de los tiempos: la esperanza de vida avanza, pero, somos más endebles. Al menos, habrá que reducir la dieta de lo graso, lo dulce y lo salado, aun, a costa de recortar el disfrute de la vida. Ya, no se precisa mantener una actividad de nómadas, de cazadores y recolectores, como la de nuestros ancestros de hace más de treinta mil años. Ahora, basta con teclear el pedido de alimentos al súper del barrio. El problema es cómo sacrificar los placeres del gusto.

Amando de Miguel para Libertad Digital.

Amando de Miguel

Este que ves aquí, tan circunspecto, es Amando de Miguel, español, octogenario, sociólogo y escritor, aproximadamente en ese orden. He publicado más de un centenar de libros y miles de artículos. He dado cientos de conferencias. He profesado en varias universidades españolas y norteamericanas. He colaborado en todo tipo de medios de comunicación. Y me considero ideológicamente independiente, y así me va. Mis gustos: escribir y leer, música clásica, chocolate con churros. Mis rechazos: la ideología de género, los grafitis, los nacionalismos, la música como ruidos y gritos (hoy prevalente).

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